
Por Ursula Asta (*)
Faltaban pocos minutos para las 10 de la mañana, la sala del Tribunal Oral ubicado en la calle Paraguay al 1500, donde se llevó adelante una nueva audiencia por el femicidio de Micaela Gaona, estaba llena. De fondo, un enorme crucifijo decoraba el espacio. Desde la puerta, el policía ordenó: “De pie”. Entró el juez. Había nervios y ansiedad, no era cualquier audiencia. Lidia Gaona, titular de la querella, iba a brindar testimonio desde Londres a través de videoconferencia. Tras unos eternos segundos en los que el audio parecía no arrancar, la voz de Lidia invadió la sala. “Yo soy la mamá de Micaela Gaona”, comenzó.
Micaela era una piba que nació y se crió en la villa 21 24, tenía 20 años y un bebé de un año y medio en julio 2015. Había tenido que dejar la escuela 6 del distrito a la que asistía para trabajar. Era entones una trabajadora terciarizada, prestaba servicios para una empresa de limpieza en el hospital Churruca. Alquilaba una pieza en el barrio, donde vivía con su hijo Bairon y su pareja, Alexis Arzamendia, de quien estaba buscando separarse porque la maltrataba.
Tenía vínculos afectivos: su mamá, su hermana menor, su tía, amigas, docentes de la escuela, su abuela, que vivía en Paraguay. Sin embargo el contexto no parecía propicio para salir de la situación de violencia machista en la que se encontraba, aún cuando Micaela tenía información de dónde hacer denuncias y de que le estaban pasando cosas que no le tenían que pasar.
Por esa razón, el recorrido que hoy lleva adelante su entorno, se vuelve poderoso. “Hay una organización comunitaria muy fuerte, en la que todas las testigos son mujeres del barrio que se animaron a hablar y a contextualizar la vida de Micaela desde pequeña”, relató la abogada de la causa Gabriela Carpineti. De allí que el camino que se abre en la Justicia se vuelve un espacio donde disputar la condición de género y clase.
Lograr el testimonio vía teleconferencia es un claro ejemplo, porque era inminente la negativa desde el Tribunal Oral 25 a que la mamá de Micaela, quien se encuentra presa en Londres desde finales de 2016, declare en videoconferencia. “Nos decían que no era un problema de ellos que el juicio se retrasara porque la querella (la mamá de Micaela) no estaba, que no era un problema de ellos que la querella sea una delincuente y argumentaron que era muy costoso”, contó Carpineti sobre la revictimización a la familia de Micaela y a la situación de prisión de Lidia. Consecuencia de las mismas condiciones de vulnerabilidad que imposibilitaron un proyecto de vida distinto.
No es lo mismo un femicidio en un barrio popular. No es lo mismo la “celeridad” en la Justicia; el trato a las testigos, que provienen del barrio; no es igual el lugar otorgado en la agenda mediática. Incluso, recién ahora está pudiendo resolverse la tenencia del hijo de Micaela a cargo de su tía Patricia. Y hay más. La empresa en la que trabajaba Micaela, dos años después no resolvió la liquidación correspondiente. De nuevo, para las mujeres del barrio es diferente que para otras mujeres.
En un claro proceso de concientización y organización, el barrio da cuenta del contexto. “La justicia más importante para la familia de Micaela no es la sanción penal del femicida, sino toda la reparación civil. Me refiero a la situación laboral, habitacional, cómo sostener al hijo de Micaela, cuáles son las garantías”, relató Carpineti. “Acá hay una responsabilidad estatal muy clara, en la situacional habitacional, en la posibilidad de Micaela de acceder a educación sexual integral desde su escolarización primaria, hasta la asistencia que no recibió nunca la familia de Micaela desde su asesinato. Y también porque Micaela sostenía económicamente a la familia”, sumó.
En este camino, la escuela y la comunidad son parte del entramado que hoy construye redes. Jordana Secondi, vicedirectora de la escuela 6 del barrio contó que “espontáneamente empezó a surgir la necesidad de dar respuestas a las cuestiones que Mica no tuvo”. “Mica era víctima de este sistema desde muchos lugares y en este grupo que fue reuniéndose –junto a instituciones como ATAJO, DOVIC y OVD- empezamos a pensar en estas respuestas que Mica no tuvo”, expresó.
“Surgió la posibilidad de compartir para de-construir estas ideas que la sociedad nos impone desde que nacemos varones y mujeres, y también la posibilidad de tener una salida económica. Se conformó una cooperativa con vecinas que decidieron que era algo que necesitaban, porque el sustento económico muchas veces es una situación tramposa para mujeres que necesitan no depender de varones proveedores de dinero o de la ilusión de la proveeduría. Porque cuando hablamos de barrios populares, el derecho al trabajo está vedado para varones y mujeres. Entonces es solamente la ilusión de proveer, que tiene que ver con los mandatos sociales”, sostuvo.
El martes 27 en la audiencia, así como en las anteriores, no sólo había familiares, amistades y docentes, sino estudiantes de la escuela quienes, al ser interpeladas por el femicidio de Micaela Gaona, trabajan en un proyecto sobre violencia de género dentro del programa Jóvenes y Memoria. “Estamos siguiendo las audiencias del juicio con las compañeras que pueden ir, porque la mayoría de los que participan son menores de edad”, contó la docente que acompaña ese proceso, Lucía Cossio. Investigan cómo se dan los casos de violencia y cómo se abordan desde las distintas organizaciones del barrio para construir un “proyecto con la comunidad y que tenga impacto en la comunidad”.
Paradójico resulta que al tiempo que se organizan, proponen y salen a movilizarse ante nuevos femicidios en el barrio -Haydeé Mérida Duran de 18 años fue asesinada la semana pasada por su novio-, deben reclamar al Estado por otras nuevas situaciones. Tal como señalan hoy docentes nucleados en UTE, el programa Jóvenes y Memoria pretende ser vaciado y sus costos trasladados a las familias de quienes participan en él.
La escuela 6 es hoy un espacio de referencia, para estudiantes y para vecinas que incluso no tienen hijos en la escuela, pero saben que recurriendo allí van a encontrar a alguien que las va a ayudar. El asesinato de Micaela Gaona, que se espera sea la primera condena por Femicidio en una villa, marcó un antes y un después en la 21 24. La discusión y organización aborda no sólo la situación de las mujeres, sino de los varones, de cómo construir en conjunto una instancia de reflexión, prevención y concientización con los pies en el barrio.
(*) Periodista de Radio Gráfica, conductora de Feas Sucias y Malas.
Testimonios audiovisuales: