
El sábado 3 de marzo antes del mediodía, debajo del sol del verano potente e insobornable, el Intendente Jorge Ferraresi cortó la cinta simbólica en el inicio de la pasarela que da acceso a la Reserva y llega hasta la costa del Río de la Plata a la altura del Arroyo Sarandí. El camino está construido totalmente en madera y tiene 1600 metros de extensión.
Más de 1500 vecinas y vecinos del Municipio participaron de la inauguración y fueron testigos presenciales de cómo Avellaneda integra la planicie costera bonaerense, una demanda de décadas de una parte del pueblo del distrito asentado en esa zona desde el último tramo del siglo XIX y que la convirtió en un centro productivo de frutas, verduras y hortalizas por medio de la organización en quintas.
Ferraresi subrayó que en una ciudad tan castigada ambientalmente como fue Avellaneda, “poder recuperar un espacio verde de estas características, con esta biodiversidad y calidad natural es comenzar a ver los valores que tenemos desde el punto de vista ambiental”, y puntualizó “que mucha gente ha trabajado en la defensa de este lugar durante 35 años, muchos funcionarios que han insistido” en un “proceso largo” que incluyó “la expropiación, la compra de terrenos, el cuidado, y esta etapa final de poder generar estas visitas a través de las pasarelas”.
El Intendente destacó que el trabajo que se ha hecho “es extraordinario, artesanal, arduo, durísimo” y definió como “maravilloso” la labor de construcción de “los trabajadores municipales”, pero también las “tareas de limpieza del lugar” desarrolladas por ellos, teniendo en cuenta que “por la ubicación geográfica que tiene Avellaneda recibimos basura de Quilmes, de Lanús, de Lomas de Zamora, de Almirante Brown”. “Primero el reconocimiento” y, al mismo tiempo, caracterizó a su gestión en materia ambiental como “la recuperación de ir de frente al Río” puesto “que lo venimos haciendo de espaldas”.
A partir de recuperar la Ribera hace algunos años atrás, en el Municipio ya miran “de frente al Riachuelo”, remarcó, y eso les “cambia la visión de una Ciudad que tiene un límite que es el Río de La Plata”, reconoció.
Uno de los productos más reconocidos de la Reserva Natural es “el vino de la Costa” en base a los viñedos de uva “chinche” que se cultiva por parte de familias de inmigrantes europeos de forma ininterrumpida por más de 120 años. Aunque ahora el nivel de producción ha disminuido debido a las crecidas del Río pues cuando bajan las aguas dejan contaminadas las plantas de vid que crecen en la orilla.
Esos migrantes transformaron a la región en una colonia de labradores y, además, en unidades productivas de cría de cerdos y embutidos caseros como el salame y la longaniza. “Yo venía a comprarlos todas las semanas”, recordó Aldo Martínez, docente de Avellaneda. Otra vecina rememoraba emocionada sus paseos juveniles por el espacio costero, y señaló que desde hace décadas llega regularmente todas las semanas hasta la zona de la Costa para comprar “un vino único”.
Sobre el costo del proyecto, Ferraresi expresó que “en esta primera etapa invertimos 22 millones de pesos”, y aclaró “que todos los fondos son municipales, porque más allá que haya acuerdos con la Provincia” de Buenos Aires, “que son fondos definidos que tienen que venir a ‘Obras’, son del Municipio porque le corresponden por coparticipación”.
En la segunda etapa de la Reserva Costera Municipal, el Jefe Comunal anticipó “que van a invertir 5,3 millones de pesos” para construir “una pasarela paralela al Río” de La Plata para que puedan acceder a él y “poder recuperar la playa como lugar” para la gente.
A partir de ahora la Reserva estará abierta al público de manera gratuita de jueves a domingo en el horario de 10 a 16 horas, y desde el Municipio informaron que estará a disposición de todas las escuelas de Avellaneda con el ofrecimiento de organizar visitas guiadas para las y los estudiantes, las y los docentes, y las autoridades escolares.
Pero lo que resulta notable de esta Reserva Urbana de aproximadamente 40 hectáreas, es que a un par de kilómetros de la vorágine de una Ciudad intensa y multifacética se despliega una selva en galería con bañados y pajonales asociados que por sus características geológicas, climáticas e históricas integra un complejo de vida de variadas especies vegetales, aves, anfibios, reptiles y libélulas. A poca distancia del cemento imponente de la urbanidad se yergue un sistema de humedales de valor biológico inmenso al que podrá acceder el público de forma gratuita como lugar de esparcimiento y paseo.
No deja de llamar la atención que en un contexto histórico donde cada metro cuadrado de tierra es pensado por su utilidad mercantil, y el desarrollo de proyectos inmobiliarios de alta rentabilidad rigen las decisiones de los funcionarios estatales, esta Reserva, este espacio puesto a disposición del pueblo de la región metropolitana constituye una grata anomalía.
La Reserva Natural Costera en Avellaneda invierte la significación dominante sobre los espacios públicos al ofrecer un lugar para la población apartado de las lógicas de mercado. Allí no se comprará ni se venderá nada, por el contrario promete ser un lugar de encuentro de todas las formas de vida, lo que se confronta con el carácter instrumental de la tierra bajo la perspectiva de gobiernos liberal-conservadores que ven en cada cuerpo una mercancía, y en el dinero el equivalente universal de todas las cosas.
AW / GF / RG