Por Nicolás Podroznik (*)
No hubo grandes expresiones de festejo. Quizás porque no era lo correcto demostrar alivio. En otras épocas, este partido hubiera servido para rotar y guardar piernas. Pero entre todo esto y el peso que significa estar en una Selección que viene golpeadísima, para los jugadores que la integran haberse clasificado representa un desahogo que no pueden expresar como tal.
Similar a lo ocurrido en Rusia, los dirigidos por Lionel Scaloni dependían de un triunfo para pasar de fase. No distan demasiado aquel momento de éste: sin línea de juego, cambios sin sentido y pruebas todo el tiempo. Como si la Copa América se tratara de un torneo sin ningún valor. Enfrente estaba Qatar, campeón asiático, invitado a la competición por estrictos vínculos comerciales pero que ya le había arrancado un empate a Paraguay en la primera fecha estando dos goles abajo. Argentina despejó dudas y encontró la tranquilidad gracias a un regalo ajeno, de esos que no suelen suceder, que Lautaro Martínez transformó en gol apenas empezado el encuentro. Cabe adelantarse al resto del desarrollo del encuentro para decir que los ánimos dentro y fuera de la cancha hubieran sido diferentes de no haber existido este gol tempranero. Sin dudas.
El partido no resiste análisis excepto para algunas cuestiones en particular. La primera de ellas es que el equipo es endeble en el retroceso sin un volante de contención. Queda partido en la presión alta y si no logra cortar, queda demasiado abierto ante el ataque rival. El gran partido de Rodrigo De Paul lo demuestra: en el retroceso colaboró y mucho con Renzo Saravia, quien estuvo aliviado en su tarea y cumplió, lo que demuestra que lo sufrido frente a Colombia no era una cuestión solamente individual. Cuando no se lograba obtener la pelota en presión alta, el retroceso fallaba. Y cuando sí se recuperaba, no se tocaba para adelante. Un sinsentido propio del desorden táctico: si el fin de la presión alta es lograr superioridad numérica en campo rival, ¿Por qué Paredes tocaba hacia atrás? Incomprensible.
El otro punto a tener en cuenta es la endeblez defensiva en las pelotas cruzadas, un dolor de cabeza constante. Pero tal como dijimos, la responsabilidad no recae sólo en la línea defensiva, sino también en la de volantes que deja lanzar con tranquilidad a los rivales. Qatar, con muy poquito, nos complicó un par de veces. El problema sigue siendo la falta de orden defensivo.
Por último, algo para destacar: los delanteros que tanto necesitan gol, mojaron. Al Kun le costó un poco mas que a Lautaro Martínez, pero demostró que con espacios te mata. Obviamente, estos espacios te los puede dar un equipo como Qatar, con errores que distan de equipos de primer nivel. Probablemente el próximo rival, sea quien nos toque en Cuartos de Final, no le de esos espacios al atacante del Manchester City. Hoy también se pudo ratificar eso: Agüero es un gran jugador si tiene espacios, ya sea por error del rival o porque se lo crean sus compañeros. Y como esto último no ocurre en la Selección, su estrella se apaga. Está claro que es una de dos: o le crean esos espacios, o el que juegue debe ser otro.
El próximo viernes Argentina tendrá un nuevo desafío. Es una selección que, lamentablemente, no despierta ni pasiones ni interés. Quizás tenga que ver porque los de adentro no contagian. El rating de los partidos de la selección son los más bajos en muchísimo tiempo. Lo cierto es que se vienen los Cuartos de Final y Argentina tiene la obligación, más allá del futuro incierto y de lo mal que se juega, de llegar a la final. Jugando bien o mal, no importa. Podrá sonar raro, pero es la única forma de maquillar una Copa América que cualquiera sea el resultado excepto llegar a una final, ya es un fracaso.
(*) Periodista. Abrí la Cancha.