Por Erika Eliana Cabezas*
La relación entre la madre y un hijo que padece una enfermedad que apenas puede ser nombrada. Un cumpleaños en puerta despierta infinidad de tensiones que dejan entrever único interrogante: cómo aceptar al otro, al diferente, al que queremos pero no podemos y no sabemos ayudar.
Mi hijo sólo camina un poco más lento de Ivor Martinić y dirigida por Guillermo Cacace es una tragicomedia que permite jugar con la imaginación. No apela al realismo. Unas cuantas sillas, un poco de papel picado y un narrador hecho cuerpo bastan para sumergirte en una historia que ahonda en los miedos y las culpas.
El detrás de escena no existe. El espectador ve a los intérpretes transformándose en personajes en la medida en que son nombrados por la voz que lleva el relato. Once personas arriba del escenario en convivencia con un adentro y un afuera que dejan entrever la mano del director.
La propuesta artística es interesante. Todos están vestidos con ropa deportiva. Corren, caminan, se sientan. Cambian de posición y de status. El movimiento se torna central en la obra. No solo porque motoriza y permite avanzar ante las adversidades, sino porque también es acción y, sobre todo, vida.
La obra se presenta los lunes a las 20,30 en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857) y los domingos a las 20 en el Teatro Estudio (Calle 3 N 386 – La Plata)
(*) Columnista de Abramos la Boca / Radio Gráfica