La antropóloga Rita Segato dialogó en Feas Sucias y Malas en el marco de las crecientes y masivas movilizaciones reivindicatorias del rol de las mujeres en la sociedad y contra la violencia machista. Se refirió a los medios de comunicación, a los violadores y el mandato de la masculinidad, a la situación en Latinoamérica y al Gobierno argentino.
“Es importante la conciencia de las mujeres que se está consolidando”, comenzó la investigadora al referirse a la tercera edición de la marcha Ni Una Menos realizada el 3 de junio pasado. “Porque este brote de agresividad masculina tenemos que comprenderlo”, siguió. Voz del feminismo con nutrido recorrido en América latina, Segato planteó: “Las mujeres vivimos en un estado de sitio”. “Es necesario pensar y entender qué nos está sitiando, qué está colocando al cuerpo de la mujer en peligro. Las mujeres vivimos en un estado de temor, que es una novedad de este tiempo”, dijo.
Atravesó distintos ejes de análisis, entre los que incluyó a los medios de comunicación, sobre los que afirmó que “existe una pedagogía de la crueldad”. “Por ejemplo en Jujuy, que es donde vivo, en la última página del periódico El Tribuno hay siempre un cuerpo de mujer desnuda. Como mercadería, como una bolsa de papas, una carne expuesta. Es la transformación del cuerpo en cosa, en cosa vendible”, expresó al tiempo que analizó que la “lente de la cámara transforma a la mujer, deshumanizándola, por la forma en que la expone” y que “lo que se deshumaniza no es el cuerpo, sino el ojo, al que se le enseña a volverse inhumano con el cuerpo de la mujeres”.
Por su parte, respecto a las penas y la cárcel dijo que “el problema se corrige en la sociedad”. Porque cuando “ocurre un feminicidio” sólo es una parte de la violencia, una parte “en donde están tipificados los crímenes”, pero para que se den “es necesario que la sociedad tenga un tipo de prácticas que lo van construyendo desde abajo y es ahí donde hay que actuar”. En ese sentido dijo que “la ley es un discurso, que tiene que expresar el deseo de la sociedad de que esto (la violencia) no suceda”. Pero agregó que “lo que pasa es que lo que la sociedad tiene que comprender que con transformar una ley en más rígida no vamos a solucionar el problema. Eso no va a frenar la violencia contra las mujeres. Los países que tienen la mayor incidencia, como Estados Unidos, que es el ejemplo de un país violador, tiene leyes tremendas y se están dando feminicidios y violaciones, y violencias severas hacia el cuerpo de las mujeres todo el tiempo”.
Segato, a su vez, trabajó en cárceles con condenados por violación en Brasil. Trabajo que empezó en 1993, cuando “todavía no se hablaba mucho” del tema. “Escuchando a los condenados, lo más sorprendente en esa investigación fue el discurso moralista del violador. Por ejemplo uno decía: `Ah bueno, pero yo nunca violaría una evangélica´. A partir de esos relatos se abrió esa puerta que hoy me permite decir que el violador es un moralizador. Osea, alguien que no tiene una mentalidad muy distinta a aquellos que andan por la calle diciendo que quieren más penas”, contó.
“No podemos confundirnos con eso. El violador está castigando a la víctima, por lo que comprende que es un desacato de la víctima. Hay un castigo hacia las mujeres y a todos los que son percibidos como desobedientes al orden patriarcal, que es un orden jerárquico que dice que las mujeres se tienen que comportar de determinada manera, que la homosexualidad es un crimen, que es misógino, homofóbico, transfóbico. Y al que se sale de ese lugar, se lo castiga. Y el violador es quien siente que tiene la misión de demostrar que él puede colocar a los desobedientes en su lugar. Y quien lo exhibe a ese poder ante los otros hombres, que él supone le darán una palmadita en el hombro”, explicó y ejemplificó que “esto lo han dicho periodistas también: que una mina tenía la pollerita muy corta, que salió a una hora equivocada a la calle”.
En línea, explicó que “la posición masculina siempre tiene que demostrarse, es sometida a prueba. El niño cuando va creciendo tiene que demostrar que se está convirtiendo en un hombre, que (por ejemplo es) el más fuerte en la escuela. Debe dar pruebas de masculinidad”. Entonces, argumentó que hay que “desmontar ese mandato de la prueba permanente del ojo de los otros hombres o del miedo al ojo de los otros hombres”.
Perita en un histórico juicio en Guatemala, donde por primera vez se expuso un crimen de género como un crimen de Estado, en el cual miembros del Ejército habían sometido a mujeres mayas a exclavitud sexual; con estudios específicos sobre los femicidios de Ciudad Juárez, entre otros trabajos de campo sobre la violencia, Segato afirmó que en el continente hay “cifras de guerra”. “La ciudad más violenta del mundo se encuentra en Honduras; de las 50 ciudades más violentas del mundo, 21 son brasileras y México está destruido”, enumeró y sumó que lo mismo pasa en “en Guatemala, en Salvador, en Colombia, con fluctuaciones de un año a otro, pero con cifras de guerra, de otro tipo de guerra, pero con armas, con carteles (de droga)”.
“¿Como paramos la guerra? Lo que se me ocurre plantear, y lo afirmo, es desmontando el aparato de masculinidad. Porque el mandato de masculinidad es un mandato de crueldad, es lo que prepara a los hombres para ser carne de cañón y para ser el recurso humano de este tipo de guerras informales, el hombre es educado y criado para demostrar su capacidad de crueldad, es la mano de obra disponible, es educado para disminuir su humanidad”, subrayó. “Si no desmontamos esto en la sociedad, en las casas, en las escuelas y en la calle no vamos a conseguir parar este tipo de guerra que estamos enfrentando en América latina”, dijo.
Consultada sobre su opinión respecto al Gobierno argentino dijo: “Estoy muy apenada por el camino que está tomando mi país, muy especialmente mi provincia con el caso Milagro Sala. A donde voy, la primera o segunda pregunta es qué pasa con Milagro Sala y yo no puedo responderlo de la manera que me gustaría de mi país y mi provincia”. Y afirmó que la Argentina es un país que “venía por un camino sino perfecto, pero venía en un camino de dignidad, pero ha perdido la dignidad muy rápidamente a partir de las últimas elecciones”.
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