Rosario es una capital del fútbol argentino. Allí la exigencia es mucha: resultados, juego y entrega. Todo junto. Si eso trae aparejado un título, mucho mejor. En ese marco, es costoso explicar el presente de Rosario Central, exponentede la rica historia del fútbol argentino.
Si bien el equipo no convencía desde el rendimiento, la ancha espalda de Edgardo Bauza y la reciente obtención de la Copa Argentina – victoria incluída sobre Newells – permitían un margen más amplio del habitual. Sin embargo, el inicio de 2019 no es auspicioso en Arroyito: tras seis partidos sin victorias (tres empates, tres derrotas, con apenas dos goles marcados), la Comisión Directiva rescindió el contrato de Bauza. En su lugar ingresó el inexperto Paulo Ferrari, avalado por Mauro Cetto, Director Deportivo del Club.
La experiencia del Loncho fue de apenas seis partidos, ningún triunfo, incluída la durísima derrota por penales frente a Sol de Mayo de Viedma defendiendo el título de Copa. Esta vez no sólo rodó la cabeza de Ferrari sino también la de Cetto. En apenas tres meses, Rosario Central pasó del extasis al sufrimiento. De campeón a mirar de reojo la tabla de promedios. Una situación dificil de comprender.
Ramiro Colabianchi – ex dirigente durante la presidencia de Norberto Speciale entre 2010 y 2014 – dio cuenta de un panorama complejo.
En diálogo con Nicolás Podroznik en Abrí la Cancha, Colabianchi expresó: «Esto es el resultado de apostar a proyectos basados en confiar más en jugadores traidos de afuera que formados en el club. Tras el descenso del 2010 se dejó de lado esa idea y se empezó a pensar con la calculadora«.
«La nueva dirigencia acertó con la llegada de Coudet y la formación de un equipo sólido, pero una vez que ese equipo se empezó a desarmar no supieron continuar ese proyecto y cuando los resultaron no se dieron empezaron a fallar tanto en las incorporaciones como en la elección de los entrenadores«, señaló Colabianchi, agregando que la actual dirigencia siempre pensó más en «buscar quien los pueda salvar«, algo que según sus propias palabras quedaba reducido a dos nombres: Miguel Angel Russo y el propio Bauza.
Con la formación de juveniles estancada y la presión que remite venir a jugar a Central en estas condiciones, el equipo rosarino se encontraba en una situación compleja. «Hoy no hay jugadores formados en el club que puedan jugarse lo que está en juego para Central y los de afuera no quieren venir a pelear el descenso», sintetizó Colabianchi.
El lunes por la noche se oficializó la llegada de Diego Cocca como entrenador. La consecuente mano de Cristian Bragarnik está a la vista. Tanto la gran mayoría societaria como la dirigencia se oponía al desembarco del empresario, pero tal como señala Colabianchi «lamentablemente se vuelve necesario dado que además del entrenador acerca jugadores capaces de ponerse la camiseta de Rosario Central».
Central comenzará la próxima temporada con uno de los promedios mas bajos y peleará por no descender. En el medio, una dirigencia peleada entre sí, un público de los más exigentes y el arribo de Bragarnik. Aunque suene raro y cueste creerlo, a veces la conquista de un título no soluciona los problemas de fondo. Central es el claro ejemplo.