Por Nicolás Podroznik (*)
Tras la dura derrota frente a Colombia en el debut en esta Copa América, en la Selección Argentina parece haber vuelto -si es que alguna vez se fueron- esa sensación de equipo derrotado y sin alma. Vale la pena entonces detenerse a pensar en los porqués.
Sería sencillo caer sobre la figura de un Scaloni. Pero la cuestión es de fondo y tampoco es una sola, sino que hay circunstancias puntuales que sin duda hacen que hoy nuestra Selección parezca un rejunte de voluntades que deambulan sin sentido dentro un campo de juego. Y aquí las desmenuzamos.
DISPOSICIÓN TACTICA. Dentro de los últimos procesos del Seleccionado argentino, queda más que claro que el más exitoso fue el de Alejandro Sabella. No sólo por sus resultados sino también porque el equipo sabía a lo que jugaba -gustase o no- y porque sacó lo mejor de jugadores que en los últimos años tuvieron rendimientos bajos (Di María o Marcos Rojo, por citar ejemplos).
Pero lo más importante es que utilizó una táctica y una estrategia acorde a los jugadores que tenía y a nuestra identidad: 4-4-2, con Di María como cuarto volante por la izquierda, sin perder vocación ofensiva pero sin regalar espacios. Lamentablemente, en algún momento se perdió ese rumbo y se pensó más en jugar de otro modo, con un estilo más cercano al europeo que al sudamericano.
El problema es que no había con qué. No hay Iniestas, Xavis o Jordi Albas para que Messi sea el del Barcelona. En ese camino, también se intentó con el fútbol inocuo y estático de Bauza como también con el ritmo frenético de Sampaoli. Un desconcierto total. Con Lionel Scaloni parecía que asomaba algo de aquello que se amolda mas a nuestro juego: menos tenencia, pases más incisivos y líneas más cerradas.
Lo pudimos ver en la gran mayoría de los amistosos disputados bajo su presencia y pareció funcionar correctamente. Ahora, la pregunta es: ¿Por qué vuelve a los tres volantes centrales -Lo Celso, Paredes y Rodríguez- cuando está visto que nunca funcionó ese sistema con estos jugadores? ¿Acaso Colombia no cubrió mejor el ancho de cancha, tanto en defensa como en ataque, con Cuadrado de un lado y James del otro? La clave para entender esto es, sin duda, el puesto de lateral derecho. Lo sufrió Fabricio Bustos en aquel 6 a 1 frente a España previo al Mundial. Lo sufrieron Mercado y Salvio en la cita en Rusia. Lo sufrió Renzo Saravia el sábado. Distintos nombres, misma táctica. Mientras se siga jugando 4.3.3, Argentina seguirá sufriendo en defensa y siendo previsible en ataque.
2. EL SISTEMA Y LOS NOMBRES PROPIOS. A excepción de Messi y del Kun Agüero, la Selección Argentina es un cúmulo de buenos jugadores y ya. Cuesta pensar que se puede jugar como los equipos de Guardiola con estos nombres. Mejor dicho: no se puede. Por características técnicas y físicas. Ahora bien, si uno mira el panorama mundial, el ejemplo a imitar es Croacia. Al igual que Argentina, posee dos jugadores de élite -Modric y Rakitic-y un puñado de buenos jugadores (Mandzukic, Domagoj Vida, Perisic, entre otros). ¿Dónde residió el éxito de los balcánicos? Simple: una táctica centrada en abrir la cancha en ataque y achicar espacios en defensa. 4-2-3-1, con los volantes ofensivos externos colaborando en el retroceso a la hora de clausurar los intentos ofensivos del rival por las bandas. A esa disposición táctica le sumó sacrificio y entrega, algo que si se piensa en términos ofensivos no cuadra. Ahí es donde reside la clave de todo: Croacia primero piensa en defenderse y después en atacar porque es consciente que, con lo que tiene, puede hacer mejor lo primero que lo segundo. Argentina parece no estar enterada.
3. LAS FUNCIONES EN EL CAMPO DE JUEGO. Si uno ve los números de Sergio Agüero en el Manchester City, es innegable que su rendimiento fue descomunal y que debe ser tenido en cuenta. Si repasamos los puntos anteriores, cabe pensar donde encajaría un jugador como el Kun dentro de un sistema mas equilibrado y cerrado. Difícil, ¿verdad? Claro que entonces empiezan a tallar otras cuestiones ajenas al jugador, llámese personalidad del entrenador para tomar decisiones o presiones externas (e incluso internas) para que tal o cual futbolista esté dentro del campo de juego. A continuación me permito tomar otro ejemplo: el actual campeón del Mundo, Francia y su entrenador, Didier Deschamps. Francia coronó su segundo título mundial con la misma curiosidad que en el primero: su centrodelantero titular no convirtió goles. En 1998 fue Guivarch y el año pasado Olivier Giroud. Si uno repasa la temporada previa al inicio de la Copa del Mundo, lo de Giroud no fue descollante: apenas 7 goles en 29 partidos de Premier League. Su competidor por el puesto, Alexander Lacazette, convirtió el doble de goles en apenas tres partidos más. Y un dato clave: a lo largo de esa temporada, Giroud fue apenas titular en siete encuentros. ¿Cómo se comprende que se elija a un jugador con ese presente por sobre otro que tuvo mejores números y rendimiento? Claramente por la funcionalidad dentro del equipo. Francia tenía con qué jugar por abajo y salida desde atrás no le faltó (de hecho, sus laterales Pavard y Hernández fueron los mejores en su puesto), pero cuando la presión rival pesaba y obligaba a lanzar pelotazos, allí estaba el grandote con su 1,93 para fijar marcas, bancar la pelota y bajar todo de cabeza para sus compañeros. Deschamps prefirió eligir un jugador que encajaba perfecto en su idea y no a quién mejor números tenía. Si lo trasladamos a nuestra Selección, la imagen que remite el último partido frente a Colombia es casi clarificadora: el rival apretando y la defensa salteando líneas con lanzamientos a Agüero, que perdió todos y cada uno de los duelos aéreos frente a Mina y Davinson Sánchez. Pelota perdida y recuperación colombiana en la segunda jugada. Cabe preguntarse: ¿Scaloni no previó esto? O mucho peor: ¿no se dio cuenta durante el transcurso del partido que esto estaba ocurriendo? Cuesta entenderlo, aun incluso cuando hay un antecedente inmediato como el de la semifinal de Champions League, donde Mauricio Pochettino, quien con el Tottenham apuesta a un juego prolijo, vio que el Ajax impedía sacar la pelota limpia desde atrás y puso en cancha al español Llorente. Sus 1,96 metros fueron clave para saltear líneas, servir de referencia y romper con la presión rival. En síntesis: es muy bueno lo de Agüero y se sabe el desequilibrio que puede generar, pero quizás sea hora de comenzar a jugar con otro prototipo de centrodelantero. No porque no tenga las cualidades para jugar en la Selección, sino porque no es lo que se necesita.
4. EL FUTBOL NO ES EL MISMO EN TODOS LADOS. Se sigue renegando por el rendimiento de Messi en la selección. Hay cuestiones evidentes. Al 10 le cuesta encajar en un equipo en el cual no juega todo el tiempo y con jugadores que, evidentemente, no están a la altura de los del Barcelona. Tampoco su actitud, por momentos, condice con la que se ve los fines de semana en la Liga de España. Pero hay que comprender también que en estas latitudes no se defiende igual que en Europa. Allá los espacios son mas amplios y la dinámica, consecuentemente, es mayor. Wilmer Barrios fue amo y señor de la mitad de cancha. Pero no se remite a Messi únicamente. Recuerden el partido frente a Venezuela por eliminatorias y como un tal Jhon Chancellor (defensor del humilde Macará de Ecuador) borró completamente de la cancha a Mauro Icardi, goleador del Inter de Milán. Se puede pensar -correctamente- que la inmensa mayoría de los jugadores que enfrenta Argentina juegan en Europa. Sí, es cierto. Siendo así, entonces deberían de ocurrir una de estas dos cosas, o porque no ambas: o los rivales logran cambiar el chip para entender qué es lo que está en juego y los nuestros no, o debemos ser nosotros los que debemos cambiar nuestro estilo al enfrentarlos. Pero sin duda, debe haber un cambio urgente.
5. DONDE VERSE REFLEJADO. Hemos perdido el rumbo. Creímos que porque nuestros jugadores están en Europa, debemos jugar como un equipo o un seleccionado europeo. Y es al revés: los europeos, que tenían la calidad y la técnica, le agregaron la picardía de saber cerrarse atrás y defender. ¿O acaso no lo hizo Francia frente a Bélgica en la semifinal del Mundial? Cuando tuvo que ponerse el overol, lo hizo sin que se le caiga los anillos. Las cifras, los millones, la televisación… todo eso tiende al engaño. Por características individuales y forma de sentir el fútbol, nuestra selección debería estar mas cerca del estilo actual de Uruguay que del de España. Perdimos completamente el rumbo. Entrenadores que temen imponer sus ideas o jugadores. Futbolistas que deambulan por la cancha o no dan todo de sí. Da la sensación que a nuestra Selección siempre le falta algo. Mucho o poco, pero siempre algo. Si no se logra dar un vuelco futbolístico y actitudinal, probablemente se vuelva a forjar una nueva frustración. Y si hay algo que no hay que permitir, bajo ningún punto de vista, es que jugar en la Selección sea frustrante y sufrido.
(*) Periodista. Abrí la Cancha.