abril 24, 2025

River Campeón | La final terminó y el mundo siguió girando

River Campeón |  La final terminó y el mundo siguió girando

Por Carlos Aira (*)

El festejo fue tan moderado como lejano. La final en Madrid, como dijo un amigo, suena a emboscada. Los hinchas lo saben y reconocen. Una final que pudo haber convertido al país en un mar de alegría o tristeza, no lo fue. Un obelisco lleno pero no desbordante. Apenas diáfanas bocinas y algún grito en los barrios. Como si nuestro querido fútbol argentino pidiera disculpas por quince días de vergüenza. River campeón de la Copa Libertadores 2018. La copa más hablada, discutida y controvertida en las 58 ediciones del torneo continental.

La dimensión real de una entrega. Lo que señalamos claramente hace dos semanas: no hubo desidia en el operativo policial, hubo una entrega. La decisión que tomó la directiva xeneize de no jugar el partido en el plazo correspondiente aceitó el negocio. Ante una situación inédita, FIFA vislumbró la posibilidad de llevar la final fuera de los límites geográficos Conmebol. Esta decisión puso de rodillas a la sociedad argentina, al parecer, culpable de todos los males. Hay que decirlo con claridad: la revancha de la final se jugó en España por decisión del gobierno nacional. Es imposible pensar que un estado ausente cuando fue un tema de estado. Esa estatura se la brindó el presidente Mauricio Macri cuando planteó jugar con público visitante en el estadio Monumental. La historia ya la conocemos. 

Para que el partido se lleve afuera del país se tuvo que humillar al pueblo argentino. Una vez más. Se lo responsabilizó de todos los males. La dicotomía civilización-barbarie. Como dijo el periodista Fercho Domínguez en Radio Gráfica: «se instaló en la agenda pública argentina que los grandes responsables de una llamada vergüenza es la sociedad en su conjunto y la cultura argentina“; agregó: “Centímetros de papel, espacios audiovisuales y horas de televisión para caerle a la sociedad como violenta e irrecuperable cuando esa misma sociedad, en 2010, demostró que podía movilizarse en el marco de los festejos del Bicentenario sin que pasara nada”. El periodista platense analizó: “A los hinchas de fútbol argentino le han ofrecido una mirada europeizante. Se ven cada vez más camisetas del Barcelona que de clubes argentinos. Con esa mirada instalada llama la atención que en partidos importantes de ligas europeas, los micros también son atacados. Pero la idea que eso sólo pasa en éste país y en el fútbol argentino está instalada. No se trata de minimizarlo, pero si ponerlo en contexto y ser coherentes”. 

Como muestra, la final de Copa Argentina. Las hinchadas de dos clubes históricos y pasionales como Rosario Central y Gimnasia viajaron mil kilómetros hasta Mendoza. Más de cuarenta mil hinchas de ambos clubes convivieron en total concordia. Ese detalle pareció no importar a un periodismo deportivo argentino formado para vivir sólo de Boca y River.

En estos quince días hizo eclosión dos grandes males del fútbol argentino. La agresión al micro boquense fue el colofón de una final que ninguno de los dos quiso jugar. Ambos clubes tuvieron un inmenso miedo de perder. Como si fuera real esa idea mediática que no había día después. Lo vivido dejó expuesto el inmenso daño generado por dos culturas impuestas por el establishment. La idea de un mundo de ganadores o perdedores se hizo carne. El bilardismo extremo. Ganas o no existís. La cultura del Aguante se hizo carne a partir de los 90s. Cuando el mercado del fútbol se hizo global – Ley Bosman, mediante – y FIFA estableció que el rol del fútbol argentino era ser proveedor de la mejor materia prima para los grandes mercados internacionales. Para nosotros, la pasión exacerbada en las tribunas. Dejamos de ser hinchas pasionales para ser fanáticos. Es momento que los hinchas digan basta a culturas, reitero, inoculadas por el mercado.

¡Pobre Copa Libertadores! Organizada por una Conmebol de vergüenza. Como dijo Alejandro Fabbri en Abrí la Cancha: «Están al frente quienes fueron mano derecha de la banda de delincuentes que estaban al frente de la corrupción del  fútbol sudamericano”; y agregó: “Alejandro Domínguez es hijo de una de las familias mas adineradas de Paraguay. Aceptó la orden de Infantino para que el partido se jugara en Madrid cuando ellos habían arreglado con los qataríes». Fue la Copa Libertadores de la mala inclusión nunca señalada por Conmebol de Bruno Zuculini. De un River-Independiente, donde los Rojos fueron abiertamente perjudicados por el VAR. De Boca Juniors que duda la inclusión de Ramón Ábila ante Libertad «por las dudas» que mantuviera sanción. Un escándalo tras otro.

Por suerte hubo fútbol. Dos finales jugadas con una intensidad notable. Dos entrenadores que se jugaron mucho. Más Guillermo Barros Schelotto por la decisión institucional del club de entender la final, en forma pública, como una cuestión de vida o muerte. El Mellizo cargará con una injusta cruz que el mismo decidió calzar cuando aceptó que el mundo se dividía entre ganadores y perdedores. Una pena.

En Madrid, Guillermo Barros Schelloto apostó por el sistema que le permitió dos campeonatos locales. A pesar del buen rendimiento de la dupla Benedetto-Ábila, en el Bernabeu volvieron los wines. La recuperación de Cristian Pavón fue un factor importante para la decisión final del platense. Como era de esperar, Gallardo llenó la cancha de mediocampistas con buen pie. Las bajas de Scocco y Borré motivaron la decisión.

En el ajedrez de Madrid, Gallardo derrotó a Guillermo. Boca se fue al vestuario ganando con golazo de Darío Benedetto luego de una contra electrizante. A los 14 minutos de la segunda etapa, una clave del partido: el ingreso de Juanfer Quintero por Leonardo Ponzio. La respuesta del banco xeneize fue mantener los wines, cambiando a Benedetto por Ábila. El uruguayo Nández jugó un partido descomunal, pero no podía cubrir el flojo encuentro del colombiano Wilmar Barrios (siempre pierde las espaldas ante River) y Pablo Pérez, amonestado desde el primer tiempo. En ese momento, River se hizo del control del encuentro. River igualó cuando Lucas Pratto definió una brillante jugada de pizarrón entre el colombiano y Nacho Fernandez.

Hubo otro cambio xeneize que será determinante. Barros Schelotto decidió la salida de Pablo Pérez y el ingreso de Fernando Gago minutos antes del final del tiempo reglamentario. Wilmar Barrios fue bien expulsado apenas comenzó el suplementario. Gago, presumiblemente, se rompió el tendón de Aquiles de su pierna izquierda. Increíble. Boca con nueve hombres poco pudo hacer: Quintero marcó el 2-1 al comienzo del segundo suplementario. Boca buscó la heroica. La que tal vez tuvo que hacer semanas atrás en el Monumental a pesar de la aberrante agresión. Casi lo tiene en un desvío que pegó en el palo derecho de Franco Armani. Sobre el final, cuando era pato o gallareta, con Esteban Andrada buscando en el área de River el gol heroico, Gonzalo Martínez señaló el tercer gol millonario.

Cuarta Copa Libertadores para River Plate. Se suma a la vitrina junto a las ganadas en 1986, 1996 y 2015. Marcelo Gallardo agiganta su imagen  de técnico copero. Se viene el Mundial de Clubes en Dubai. Para Boca Juniors, una interna que seguramente puede eyectar a Daniel Angelici de la presidencia del club.

Son casi las diez de la noche. Ya no hay gritos en la calle. ¡Salud, River Plate! Lástima esta Copa Libertadores, tan impresentable. Lejos de casa, humillados por FIFA con el aval de un gobierno de entrega. Por suerte, esta final interminable terminó. Y como preveíamos, el mundo siguió girando.

(*) Conductor de Abrí la Cancha, Radio Gráfica FM 89.3

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