
Por Camila Hernández Benítez*
“Se despide la obra. Ensordecedora. Que ardió y dejó dicho todo lo que nos hace encender el pecho.” Así comenzaban a convocar los muchachos de La Chancha Muda la despedida de su segundo álbum, Sinfonías Libertarias. La cita fue el Domingo 18 de noviembre en una Trastienda agotada que les quedó chica.
La banda de Parque Chacabuco tiene en su haber dos discos -Ya no queda más lugar bajo la alfombra (2013) y Sinfonías Libertarias (2016)- y viene pisando fuerte en una escena del rock que está siendo testigo de una mutación interesante. Ellos son los primeros que, tanto arriba como abajo del escenario, hacen especial énfasis en la importancia de la autogestión.
Y si de autogestión se trata, no podía faltar la muestra de Anibal Caubet, artista que tuvo a cargo las ilustraciones de Sinfonías Libertarias. Una obra espectacular aparte de las canciones en sí: tanto por las imágenes como por el armado del libro. Una suerte de cadáver exquisito dividido en capítulos y cuyos textos cobran absoluta coherencia. Las mismas letras de las canciones cambiadas, mezcladas, resignificadas entre sí.
Mientras algunos corrían para cambiarse las remeras que ya tenían su gaste por las de esta fecha que acababan de comprarse, comenzaba a sonar la clásica introducción de todos los recitales de la banda y comenzaba también la ovación de un público que los esperaba ansioso.
La lista de temas fue bien completa, atravesando sus dos discos y ofreciendo también un par de adelantos de lo que se vendrá el año que viene luego de que se metan a grabar a fines de diciembre el tercer disco.
“¿Alguna vez viste que hay un fuego sepultado en el jardín?” se pregunta uno de los versos de “Un Fuego Sepultado en el Jardín”, canción que dio comienzo al show. Pregunta también que nos hemos hecho todos alguna vez, por qué no. También es parte del objetivo de La Chancha Muda: hacerte preguntar, pensar, repensar, cuestionar, con letras rebeldes y viscerales, pero cargadas de introspecciones que vale la pena leer y escuchar.
Cuando le preguntamos a Gonzalo Pascual, cantante de la banda, cómo se definiría La Chancha Muda utilizando alguna de sus letras, la respuesta no pudo ser sólo una. Porque son el gusano podrido de esta manzana, porque son los cristales explotados en tu ventana, y porque son la munición más certera de esta cerbatana. Pero también son el tren fantasma que se pasea en tu cara, la furia intransigente, la rebelión insurgente, la lucha que crece en tu nariz, el pueblo de pie, la satisfacción de combatir, la revolución, todos los muertos de tus guerras, la pesadilla de tu enjambre, lo que el capital defenestra. En definitiva, cualquier definición que suene en “Mar de Fueguitos” es válida para la banda y era válida para todo aquel que levantaba su puño bien alto dejando la garganta en esa canción, la anteúltima del show.
El cierre, como no podía ser de otra forma, fue con “Un Viajecito”; demostrando más que nunca que en la trinchera se gestan los sueños de carnaval. En la trinchera de La Chancha Muda quedará esta Trastienda agotada gestando grandes sueños. Una trinchera que vaticina ser vasta y con futuro para llegar lejos. Tienen con qué.
(*) Radio Gráfica