
Por Camila Hernández Benítez*
La tarde del domingo 28 de octubre quedará en la historia de Avellaneda luego de recibir a Silvio Rodríguez y a las cien mil personas que vivieron una jornada a puro abrazo, militancia y cultura. Y en la historia de cada uno de los que asistimos, también.
Las semanas previas al show había mucha expectativa, y se sabía que la convocatoria iba a ser masiva. Pero hasta que uno no lo ve, no cae. Que lleven reposera así se pueden sentar si van temprano, que ojo que Belgrano está cortada casi desde la bajada del puente, que a qué hora van así nos encontramos, que no se olviden el alimento no perecedero, y así mensajes y llamados de acá para allá.
En un despliegue espectacular de organización, la Municipalidad de Avellaneda y el Espacio de la Fraternidad Argentino Cubana (EFAC) te recibían con un pasacalle atravesado a lo ancho de la avenida con la leyenda “ÚNICO ACCESO”, y a partir de ahí tres cuadras hasta el escenario con torres de sonido, pantallas, puestos de hidratación y gente a disposición para lo que hiciera falta. A medida que me acercaba al puesto de prensa vi que ya habían tenido que armar un cordón para contener a la gente que ya se encontraba en el lugar porque aún no se había terminado de armar el vallado. Cuando busquen la definición de llegar bien temprano, les puede aparecer esa imagen.
Los ojos achinados, las remeras envolviendo las cabezas y las botellas de agua volando de un lado a otro eran el mejor remedio para protegerse de un sol que se hizo sentir durante todo el día, y recién dio respiro cuando el trovador cubano subió al escenario. Para amenizar la espera, la tarde contó con las presentaciones de Emiliano Del Río, Patricia Malanca, Bruno Arias y Cecilia Todd. “Ay… ojalá me aplaudan igual cuando vuelva a tocar” le dijo a los que llegaron más temprano la cantante venezolana mientras hacía la prueba de sonido. Y el público argentino cumple, así que los aplausos se duplicaron cuando volvió al escenario presentada por el mismísimo Silvio, que hizo su primera aparición para calmar la ansiedad. También tuvieron su espacio la presidenta del EFAC, Paola Gallo, el intendente Jorge Ferraresi y Atilio Borón, quienes destacaron lo histórico de la jornada y reafirmaron el compromiso y la solidaridad con el pueblo cubano.
El sol terminó de esconderse cuando sonaron los primeros acordes de “Yo te quiero libre” y la ovación no tardó en llegar. Ya estaba sobre ruedas el show más esperado por muchos de nosotros y sólo restaba disfrutar. Mirá si el público argentino será ansioso que no iban ni tres canciones y ya se escuchaban los gritos que venían de todos lados pidiendo temas, cual recital a la carta. “¿Están apurados?” preguntó Silvio. Claro que no, le respondieron con un “nooooooo” que venía avasallante atravesando la Avenida Belgrano hasta el escenario. “Bueno, ‘Ojalá’ la tocamos al final… tranquilos” finalizó. Y así, tan sencillo y con estilo, calmó la demanda de canciones.
No hace falta narrar que todos los recitales de Silvio están atravesados de principio a fin por momentos sumamente emocionantes, y Avellaneda no fue la excepción. “Eva no quiere ser para Adán” rezan los primeros versos de “Eva” y, de pronto, como algo que sucede naturalmente porque así debe ser, los pañuelos verdes se alzaron a lo largo de la calle. Quien haya estado ahí puede dar fe que alcanzaba con mirar al costado para ver al que tenías al lado con un pañuelo levantado, o lagrimas brotando de las mejillas, o ambos. Pasan los años y esta servidora se sigue sorprendiendo de que una canción de 1988 refleje tantas cosas por las que se sigue luchando hoy en día.
La noche ya había llegado para quedarse, y el recital llegando a su fin. Los clásicos como “Ojalá” o “El Necio” no faltaron, cumpliendo Silvio su promesa. Para el cierre, el definitivo -porque volvieron varias veces al escenario escuchando la masiva ovación que pedía un poco más-, eligió ni más ni menos que “Ángel para un final”, canción sublime si las hay. «Ahora comprendo cuál era el ángel que entre nosotros pasó» cantaban cien mil almas desbordadas de emoción. Y ahí comprendí que él era el ángel que pasó esa noche por Avellaneda.
Y cuánta falta nos hacía.
(*) Radio Gráfica