Por Gabriel Fernández *
Cabe la reflexión: el 19 por ciento de Jean-Luc Mélenchon podría haberse potenciado con el 6 por ciento obtenido por Benoît Hamon, ya que sus plataformas, así como sus perfiles públicos, resultaban coincidentes. Esto hubiera otorgado la primacía electoral a una vertiente popular distanciada de los compromisos ruinosos con la Unión Europea. Pero eso no sucedió.
El liberal Emmanuel Macron, con el 23,11% y la nacionalista Marine Le Pen, con el 23,07%, encabezan los cómputos oficiales de las elecciones presidenciales francesas, informó el Ministerio de Interior. Por lo tanto, se enfrentarán en balotaje el próximo 7 de mayo. En el conteo de este primera vuelta, los sigue el conservador François Fillon, con el 19,75%. La tasa de participación se estima en el 78%, ligeramente inferior a la del 2012.
Fillon y el socialista Hamon han reconocido la derrota y ya convocaron a votar en el segundo turno del 7 de mayo por Macron para frenar a Le Pen. Mélenchon también compareció públicamente, pero explicó que aguardará para dar más detalles de su postura. Es claro que durante las campañas hacia la nueva votación, los ejes se remarcarán: la agenda social interna, por un lado, y el vínculo con la estructura europea, por otro.
Conocedora de esta dualidad conceptual y apuntando a obtener sufragios que en primera instancia se volcaron hacia su contraste ideológico, Le Pen habló en su local electoral de Hénin-Beaumont (norte) y pidió el voto de los franceses en la segunda vuelta del 7 de mayo para liberarles de «la globalización salvaje». Conciente de la necesidad de aglutinar respaldo conservador, Macron proclamó que «el pueblo francés ha decidido ponerme en cabeza» de esta primera vuelta y agregó que quiere relanzar la construcción europea.
La jornada electoral comenzó el sábado en los territorios franceses de ultramar en la Polinesia, el Caribe y también en las sedes diplomáticas de todo el mundo -incluida la Argentina- para que los franceses residentes en el extranjero puedan sufragar. Aproximdamente 50 mil policías y gendarmes, apoyados por 7.000 soldados, fueron movilizados para garantizar la seguridad de los comicios, que se concretaron tres días después de un ataque que mató a un policía en los Campos Elíseos de París. Es la primera vez que Francia vota en unas elecciones presidenciales bajo estado de emergencia, que entró en vigor desde los ataques del 13 de noviembre de 2015.
Francia es la segunda mayor economía del euro. Sin embargo, ese título no dice tanto cuando se corrobora que el espacio continental, desde 2008 hasta la actualidad, padece un declive ostensible. Con más delicadeza que en los Estados Unidos pero con el mismo sentido profundo, los grandes medios han demonizado a quienes pretenden zafar de la hegemonía financiera para recomponer un proyecto productivo equivalente al que agigantó Europa durante varias décadas. De hecho, el período reciente ha estado orientado a canalizar recursos sociales hacia las deficientes entidades bancarias, con el expreso objetivo de “salvarlas” de su propia crisis.
En una curiosa nota editorial redactada al pie de las urnas, el diario El País de España encarnó la visión del establishment de modo crudo: Lo tituló “La esperanza Macron” y en su bajada especificó que “El éxito del centrista es una gran noticia para Francia y para Europa”. Por si hace falta más claridad, añadió que “Su discurso optimista sobre el futuro del país y de Europa ha seducido al electorado en pleno auge de los populismos, los nacionalismos y la xenofobia. La Francia que defiende Macron es una Francia moderna, reformista, abierta, multilateral. Berlín, que celebra sus propias elecciones en septiembre próximo, encontrará en París al mejor aliado para reforzar la eurozona con una estructura política propia. La otra gran apuesta de Macron es la de crear una auténtica Europa de la defensa”.
De este modo, el pueblo francés está desperdiciando una inédita oportunidad de recomponer su camino, y vuelve a disciplinarse a quienes, como el matutino indicado, se vienen configurando en profetas del ajuste, con su derivación de desempleo y conflictividad. Macrón es un liberal clásico, y no cabe aclarar que la observación es “en el peor de los sentidos”. Le Pen, que comprende las dificultades del esquema económico presente, deriva sobre migrantes y minorías la responsabilidad de los problemas, en vez de afrontarlos.
Interesante traspié de una sociedad que necesitaba una salida. La oscuridad persiste en el Viejo Continente, y las corporaciones financieras siguen imponiendo sus candidatos.
(*) Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal