«Si artistas son solo Salvador Dalí o Pablo Picasso el resto de los mortales no tenemos chance. Un jugador de fútbol modifica el estado de las personas a través de lo que hace y puede generar un cambio de emociones. El fútbol y la música tienen cosas parecidas, pero la música tiene de entretenido que es menos limitada».
Así empezó la charla entre el equipo de Abrí la Cancha y Sebastián Ablín, artista musical y culinario, conocido por el gran público tras su participación en el programa Masterchef, emitido por TELEFE, y también por la larga trayectoria de «El choque urbano», el ensamble musical y teatral creado en 2002. Menos conocida es su faceta como futbolista profesional de River Plate, cuadro del que es hincha desde su nacimiento y con el que llegó a disputar la pretemporada de 1991. Sin embargo decidió no avanzar en ese rumbo cuando experimento aspectos en general desconocidos del deporte de alta competencia.
Del fútbol a la música
«Cuando uno juega con amigos y hay bronca con alguno, cada pelota que se va a trabar es una pelota en la que uno se juega la vida. En el fútbol esa situación se reproduce permanentemente, incluso en un picado. A mí me agotó. Padecía cosas concretas como que en las duchas de River (las más potentes que haya conocido) te hicieran la broma pesada de cerrarte la canilla de agua fría. Te quemabas vivo, y el chiste no lo hacía un compañero de inferiores sino los jugadores de Primera, los que uno tiene como ídolos. Además de eso hay mucho que el fútbol te quita. En un momento decidí tirar todo por la borda. Me lesioné jugando en un día libre y cuando volví no quise seguir. Muchos años de terapia después descubrí que esa fue la única manera que encontré para bajarme».
Para Ablín la música apareció entonces como «una revelación. El arte me enseñó que cada día es una posibilidad y que hay muchas formas de sentirse gratificado, no solo con el fútbol, lo cual es una idea que acá se vende mucho sin tener en cuenta que solo un 15% de los afiliados a AFA vive de eso. El resto labura de otra cosa, se tiene que tomar el colectivo, lustrarse los botines. Es gente que tiene un amor puro por eso y yo no lo quería, aunque en ese momento no lo tuviera totalmente claro. Y no me arrepiento. Todavía hoy mucha gente me pregunta qué pasó, como si no querer jugar en la primera de un club como River quiere decir que te pasó algo malo en vez de haber hecho una elección. O como dijo alguna vez el Muñeco [Marcelo] Gallardo, a quién traté en la Reserva, que me perdí en la música. Es decir, está la idea de que uno se pierde en vez de encontrarse en el arte».
Códigos, exigencias y emociones
Los recuerdos del mundo del fútbol se barajaron en la charla. Sebastián Ablín alternó buenos y malos recuerdos. Entre los primeros y en oposición a algunas de sus experiencias personales destacó a José Néstor Pekerman. «Siempre que tengo poner un ejemplo pienso en él. Además de en River jugué en el equipo de FACCMA (Federación Argentina de Centros Comunitarios Macabeos). Un partido lo jugamos contra la selección sub-20 de 1997 en Ezeiza. Fue el equipo de Riquelme, Aimar, Cambiasso, que después fue campeón en el mundial de Malasia. Perdimos algo así como 15 a 0, no agarrábamos una pelota. Ahora bien, en el mundo del fútbol supuestamente es un código tirar una patada para neutralizar una jugada linda. Tácitamente pegarle al que te tiró un caño está bien y es normal. Entonces cuál es la idea, ¿que no tiremos caños en el fútbol? Con Pekerman eso no pasaba. Si alguien pegaba él lo mandaba a ducharse. Tenía una intención de construir una persona además del jugador, que entienda que se trata de un juego».
A pesar de la distancia temporal, Ablín explicó que nota similitudes en cuanto a la presión en los jugadores de hoy. «Yo no miro mucho fútbol, pero veo mucho en las canchas la falta del disfrute del jugador. Con [Lionel] Messi por ejemplo, que en el contexto de la selección entra en la situación complicada de estar siendo evaluado por toda la sociedad. Solo en Argentina se puede criticar a un jugador como Messi. Coincido con la idea de [Jorge] Valdano sobre la inconciencia del jugador. Si uno en la cancha recibe la pelota, pone la pausa y piensa fríamente la situación con decenas de miles de personas que quieren que haga las cosas bien, otras tantas enfrente que quieren las haga mal, el dinero en juego, la familia, etc., se queda congelado. El último jugador inconsciente que recuerdo es Orteguita».
Si bien el entrevistado reconoció que su pasado en River «es una etapa cerrada y el recuerdo no me genera demasiado amor» también explica que «lo volví a querer al equipo cuando se fue a la B. Volvió a ser terrenal para mí en ese momento». Y también recuerda con emoción su debut como profesional del fútbol. «La pretemporada fue en Mar Chiquita y yo lo estaba pasando mal, pero un sábado [Daniel] Passarella después de anunciar a los titulares avisa quiénes podían ir al banco y yo fui uno de esos. El partido fue contra Racing y a los cuarenta minutos echan a Daniel Oldrá, entonces me tocó entrar. La primera pelota se me fue afuera por querer pisarla, y sentí el abucheo del estadio y los gritos del banco de suplentes, pero terminé jugando bien. Ganamos 1 a 0 con gol de [Sergio] Berti, y durante el partido en un salto para cabecear me abrieron la cabeza. En el vestuario me ofrecieron coserme sin anestesia y Passarella, que siempre tenía olor a perfume caro, me alentó a que me la bancara así como venía. Me sentía Rambo».
Acto seguido y ante la pregunta de si no extrañó esas emociones al decidir alejarse de las canchas dijo que «los malos recuerdos están en paralelo con los buenos. En algún momento de mi vida me preocupó, pero no es la actualidad. Me siento bien sin el fútbol».
Presente culinario
El 23 de enero se estrenó en TELEFE el programa de entretenimientos ‘¿En qué mano está?’. «Es una idea similar a la que hacía Nicolás Repetto con la tribuna en su momento, con móvil, juegos en estudio y por teléfono. Para El Choque Urbano lo copado es que somos los partenaires del conductor, musicalizamos el programa, los juegos, y como tenemos un micrófono también es un papel con viva voz. Es la primera vez que tenemos esta exposición en uno de los dos canales más grandes de la televisión argentina. Nos pone felices porque tocamos y aprendemos un nuevo rubro».
Antes de eso Sebastián Ablín participó en Masterchef, donde le dio rienda suelta a su amor por la cocina, una actividad que para él hace brotar la sensibilidad humana. «Pocas cosas me emocionan más que ver a alguien cocinando ‘grosso’. Hay algo en la cocina que me transforma, que me conecta con la niñez, con mi viejo cocinando, con los olores, con el disfrute. Es algo inexplicable. Me acuerdo más de una receta que de un recital con El Choque. Veo una receta en internet o en la televisión y la hago. Con el tiempo adquirí una práctica que me hizo perderle el miedo a preparar algo nuevo, postres por ejemplo. Hay algo que fluye en el placer que uno siente. Puede encontrarse especializándose en un solo rubro o cambiando. Yo prefiero lo segundo, y en el caso de Masterchef me metí por una idea del actor Osqui Guzmán, ser hincha del ‘sí’ porque el ‘sí’ genera cosas y el ‘no’ no crea nada. Y además me gusta la variedad de las especias, la textura de las carnes, las pastas, los guisos… Me emociono con eso».
Los rumbos en la vida
La conversación terminó con una nota casi filosófica, aunque no menos distendida. Ablín analizó que en los caminos que fue eligiendo descubrió que «parte de la vida pasa por entender esas sensaciones interna de uno e ir hacia ahí, los momentos donde uno detecta que pasa algo con lo que se puede trabajar, imaginando, soñando, proyectando. No se cómo sucede pero con distintos tiempos las cosas suceden».
Ante la singular pregunta acerca de si se siente feliz en la actualidad, formulada por un oyente del programa, contestó que «la felicidad hay que reformularla todo el tiempo. Si para uno ser feliz es cumplir ciertas cláusulas se complica. Creo que tiene que ver con un trabajo más interno que externo. La mochila de caca uno siempre la lleva, incluso cuando le va bien. Por ejemplo, con El Choque llegamos a actuar para públicos numerosos, pero una vez que pasó la función las angustias siguen ahí. Entonces yo diría que la vida te enseña que la felicidad está en las cosas simples, como ver a tu hijo sano, desayunar con él, tener a tu mujer, tener una pareja que te banque y que uno banque, encontrar los buenos momentos en una copa de vino, en las reuniones con amigos, los viajes… No en lo que generalmente está catalogado como felicidad. Si me dicen que tengo las cosas claras contesto que es por no tenerlas claras».
Palabra de Sebastián Ablín. Artista.
Entrevista en estudio por Carlos Aira y Martín Gorojovsky.
MG/GF/RG