El programa literario Las Lecturas, que acompaña hace ya casi dos meses a los desvelados oyentes de la Radio Gráfica, tuvo una invitada especial en su última emisión. La ensayista, socióloga y escritora de ficción María Pía López vino al estudio para charlar sobre su obra literaria, en particular Teatro de operaciones (Paradiso, 2013), Habla Clara (Paradiso, 2011) y Miss Once (2015). Sin embargo, era casi un pecado no plantear cuestiones urgentes sobre el presente inmediato de la Biblioteca Nacional, sobre su ex director, Horacio González, y sobre su actual-futuro director, Alberto Manguel. Credenciales, conocimiento de causa, y estado del conflicto a Pía López no le faltan, ya que fue (hasta febrero de este año) directora del Museo del Libro y la Lengua, el cual forma parte de la Biblioteca Nacional.
Del encuentro y de sus palabras me llevo una certeza: tal como sucede en Teatro de operaciones, los textos literarios de nuestra cultura definen tradiciones que, en gran medida, determinan el espacio del discurso político. Bajo este precepto, Alberto Manguel y Horacio González nos remiten a tradiciones distintas, pero sobre todo a interpretaciones de la tradición muy distintas. Y esas interpretaciones (esas lecturas) llevan a actuar de un modo u otro en el terreno de la política cultural.
A través de una anécdota de nuestra invitada puede entenderse este contrapunto entre las dos figuras:
“Manguel construye su figura pública diciendo que quiere estar aquí dirigiendo la Biblioteca Nacional porque esa biblioteca la dirigió Borges. Y él fue (antes de irse de la Argentina, que hace cuarenta y seis años que se fue) lector de Borges. Borges, a cada persona que se acercaba, una vez que se quedó ciego, le pedía que por favor le lea (…)
Horacio González tiene otra anécdota con Borges. Cuando era estudiante en la década del setenta en la UBA, mueren asesinados dos obreros, y Horacio, con otros militantes, va a interrumpir los cursos para llamar a una asamblea en solidaridad con los asesinados. Cuando abre la puerta está Borges dando clase, le dice, y Borges lo saca corriendo con el bastón.
Me parece que son dos modos de pensar a Borges. Uno es el modo de la interrupción y otro es el modo de la cortesía. Yo creo que la gestión de la Biblioteca Nacional de González fue, con toda la literatura argentina y con toda la tradición, un modo de irrumpir. Un modo de proponerla, pero al mismo tiempo de producir una intervención crítica y una relectura…”
Ya en el año 1981, desde Francia, Juan JoséSaer advertía que Borges se convertía en escritor oficial “… por la interpretación abusiva que el poder político hace de su liberalismo… Lo que se anexa de Borges son sus declaraciones políticas relativas al peronismo, al socialismo, al ejército, etcétera, al mismo tiempo que se considera su obra como un objeto cerrado, inabordable, casi sagrado. Toda crítica a esta obra es asimilada al terrorismo (…)” (en Tiempos Modernos). Es decir, que el problema nunca fue el liberalismo de Borges, sino la interpretación de ese liberalismo en clave totalizadora.
Hoy estamos en la etapa de interpretación, ya no militarista, sino universalista-democrático-global de Borges. Y en ese sentido, el contrapunto de María Pía López es esencial para comprender la distancia entre Manguel y González, y la enorme lejanía que se extiende entre un proyecto de biblioteca y otro: la cortesía frente a la irrupción o, en palabras de Saer, la sacralización del objeto frente a la necesidad de su desacralización. Desacralización que en 1981 podía verse como un acto de terrorismo y que hoy podría verse (según el caso) como plagio, como mala lectura, como invención… o como un acto político sobre el patrimonio cultural.
Pueden escuchar el fragmento con María Pía López acá, y visitar la página de Facebook del programa para escucharlo completo.
Agustín Montenegro / Columnista de Punto de Partida / Conductor de Las lecturas