La argumentación norteamericana sobre el uso de armas químicas por parte del gobierno sirio compite con las denuncias formuladas periódicamente por Jorge Lanata. No vale la pena gastar desmentidas, salvo precisar que si alguien atacó irregularmente a la población de ese pequeño pero significativo país del Medio Oriente, fue la gleba mercenaria introducida con asistencia imperial.
Entonces, vamos a tratar de entender porqué el vocero del conglomerado financiero y armamentístico, Barack Obama, impulsa compulsivamente un ataque contra una nación con poderes institucionalmente bien constituidos. Comprender estos motivos puede ayudar a visualizar con más claridad lo que está en juego a nivel regional aunque, debido a la honda interrelación de intereses, en el orden mundial.
Irak, Libia, Siria e Irán resolvieron tiempo atrás dejar de utilizar el patrón dólar y convirtieron sus divisas al euro. Como había propuesto públicamente el líder venezolano Hugo Chávez y puso en práctica rápidamente su par libio Muammar Khadafy, esa conversión resultaba un tránsito hacia la configuración de una moneda de los países productores de petróleo. La decisión resultó un impacto fuerte sobre un billete que, como el estadounidense, tiene tanta expansión como debilidad estructural.
El PBI norteamericano no guarda relación con la emisión continua y desmedida. Algo que deberían tener en cuenta los liberales argentinos, siempre listos para hablar de la maquinita y el déficit. Muy esencialmente, como lo denunciara el jefe bolivariano, los Estados Unidos se acostumbraron a elaborar sus beneficios comprando productos caros e importantes, como el petróleo entre otros, con papeles de escueto valor concreto.
Luego está el control directo del petróleo. Se sabe que para las potencias cuando una riqueza está en su territorio, es propia, y cuando la misma se halla en otra región, merece ser considerada “propiedad de la humanidad”. La extracción y comercialización del producto a través de socios subordinados –el ejemplo nítido es Arabia Saudita- es otra de las aspiraciones del emporio financiero y armamentístico más poderoso del planeta.
Asimismo está la búsqueda del dominio geoestratégico del Medio Oriente. Esto tiene varias implicancias. La más cercana es el hostigamiento creciente sobre Irán, un espacio que, sostenido en una cultura milenaria y con sólidas perspectivas, ha canalizado la riqueza petrolera en industria y beneficios crecientes para su población. Irán, a través de una visión singular del islamismo, tiene una incidencia espiritual y por tanto política sobre millones de personas.
Pero también, una política de alianzas prácticas bastante perspicaz. Rusia y China poseen importantes inversiones en la región. Esas inversiones tienden a desplegar aspectos estratégicos; entre otros, el abastecimiento energético de una parte de los involucrados, más Europa. Como los tres asociados atisban el futuro con optimismo debido al propio potencial, se sienten molestos con las arremetidas norteamericanas que desajustan esquemas bien pensados.
Esa fuerza, empero, contiene debilidad porque involucra responsabilidad y precaución. Rusia, China e Irán saben que si responden de modo equivalente a las continuas agresiones norteamericanas, la conflagración nuclear integral puede estar a un paso. ¿Porqué romper al menos un pedazo del planeta que los aguarda como grandes protagonistas del decurso cercano? Los Estados Unidos lo saben, y operan cual un niño violento y cruel que toma lo que desea en cualquier momento y circunstancia.
Frente a este panorama, es valioso señalar algunos datos. La preeminencia del capital financiero (con todo lo que ello implica) deberá ser puesta en cuestión por pueblos y naciones que anhelen en principio supervivir, y luego, construir un mundo más apreciable. El emerger equilibrado de las potencias alternas al Norte tradicional y sus aliados puede ser una clave, en tanto y en cuanto los proyectos surgidos de esos espacios contengan a la producción y el desarrollo humano como elementos centrales.
Además, la situación permite entender que el sostenimiento de los gobiernos populares que tienden a confluir en el Unasur es decisivo para nuestro andar por el planeta. Frente a los poderes mencionados, cada paisito latinoamericano que pretenda concurrir aislado a los desafíos del futuro próximo, ni siquiera tendrá un lugar como socio menor. Será despedazado para obtener recursos naturales y poco más. Podríamos decirlo así para incentivar el ardor: aunque no lo parezca, los zonzos locales influyen negativamente en las posibilidades de paz mundial.
Y también precisar que la discusión en torno a los rasgos positivos o negativos de la designación de Jorge Bergoglio como Papa se van diluyendo en nuestro estricto beneficio. No es lo mismo tener un Vaticano que bendiga las armas del Occidente contra los “infieles”, que un Francisco dando batalla plena y utilizando todos sus recursos para socavar los planes de ataque sobre un país soberano. Quien cierre el enfoque sobre el rol de la Iglesia y lo circunscriba a un período en particular, perderá la ocasión de panear sobre el largo trazo de un proceso abierto.
Cabe reflexionar para generar entendimiento. Es probable que luego, esto se transforme en acción política. A nosotros nos cabe reflexionar, y accionar, desde el Sur.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.