Por Lautaro Fernández Elem*
El problema supera a Lionel Scaloni. Supera incluso a Bauza, a Sampaoli y a muchos jugadores que transitaron por las convocatorias durante los últimos 4 años. Hay un problema de concepción estructural e histórica en el funcionamiento de la Selección Argentina que sigue dirigiendo técnicamente a las distintas formaciones. Todas estas con Messi, algunas con participantes de mayor o menor nivel tanto en sus clubes como en sus ingresos en la mayor.
El funcionamiento tradicional de la selección masculina de fútbol argentino encontró sus pilares hace muchos años en el diseño futbolístico de River e Independiente. Un juego fuerte, prolijo, siempre con una base técnica de formación juvenil muy elevada y con jugadores desequilibrantes en mitad de cancha hacia adelante. Quizás el país que mejor ha organizado a los players según su ubicación natural. Los mejores 8, de 8, los mejores 5, de 5, y así. Equipos de gran solidez en su saga central, poca tenencia, de usufructo permanente de las espaldas rivales y de gran efectividad en el área contraria.
Así planteó a la Argentina Néstor Pekerman en 2006, luego Basile en 2007. Diego Armando Maradona se alejó de ese sistema pero no llegó a romperlo y años más tarde Sabella lo retomaría llevándolo a un pragmatismo y una ejecución perfectas en las eliminatorias y el Mundial 2014. Gerardo Martino sostuvo el rendimiento pero empezó a flaquear en la línea. Efectivamente, luego de la final perdida, Argentina perdió el rumbo histórico. Algunos dirán «hace décadas que Argentina no triunfa con ese rumbo». Bien, pero nunca dejó de ser competitiva.
Hoy tenemos una selección de segunda línea a nivel internacional. Su precio no se condice con su rendimiento.
Por eso planteamos una actualización doctrinaria. En el año 1971 Pino Solanas y Octavio Getino entrevistaron al General Perón. En un diálogo que sería divulgado en toda la militancia argentina, Perón refrescaba ciertos conceptos centrales de la doctrina peronista para reencausar u ordenar según su parecer. Con la distancias correspondientes, apelamos al concepto del Pocho. No sería malo revisar los planteos táctico-estratégicos de la selección mayor que han llevado a Argentina en finales. Sin embargo, para no pecar de sobreentendidos erróneamente, el planteo será más general.
Argentina no puede ni podrá funcionar como un equipo europeo. No lo es, sus jugadores no se educaron de esa manera y sus rivales cotidianos tampoco. En los 4 años que mencionamos anteriormente, el juego intentó transmutar hacia un compendio de asociaciones tácticas de enorme movilidad posicional y de gran velocidad para presionar en ofensiva. «Como el Barça» (ponele). Esto mismo, se intentó en detrimento de las mejores cualidades sudamericanas y efectivamente argentinas: el orden, la velocidad, el uno contra uno, la presión y el contraataque.
Cuando la selección Argentina dejó ese lugar que bien ocupaba en el sistema CONMEBOL, Colombia entró en escena. Con muchos jugadores formados en juveniles argentinas, los cafeteros fortalecieron sus defensas, organizaron sus volantes, aprovecharon las grandes apariciones como James Rodríguez, Radamel Falcao y Juan Guillermo Cudrado para desequilibrar en el momento adecuado. No llega a ser Argentina a nivel histórico futbolístico, pero tomó la posta que nuestro equipo decidió desechar.
El messicentrismo peca de subestimación. Supone que el 10 sólo puede jugar bien si su entorno es idéntico al de Barcelona. Grueso error. El equipo juega mal, con o sin el astro porque no encuentra su estilo. Perdió su identidad Sudamericana y, por múltiples variables, nunca encontrará la europea. Perdió su identidad argentina y, por múltiples variables, nunca encontrará la española. Colombia no es el Levante, Paraguay no es el Southampton. Uruguay y Brasil, con altibajos, siguen siendo ellos mismos
El match frente a Colombia expuso lo planteado. Se dislocaron los roles que se suponen usuales. Quien dominó y atacó verticalmente fueron los de azul. El árbitro chileno Tobar, sin demasiado esfuerzo, dejó que el plantel recién arribado a su tierra, reconozca el territorio. En cada cruce y cada dividida, no tuvo el cobro fácil sino que dejó seguir: mientras Lo Celso pedía foul desde el piso, Cuadrado iniciaba el contraataque. Directo, frontal, sin toques de más.
Que no se preste a errores: no recaemos en el debate «tiki tiki» o pelotazo al 9. Pero sí debemos entender que no se puede aspirar a ser la selección española, para eso ya está España. Argentina tiene un estilo y debe respetarlo si quiere rendir a la altura de sus pretensiones.
*Desde el Barrio