Por Nicolás Podroznik, enviado de Radio Gráfica en la Copa del Mundo Rusia 2018
Por mucho que no le guste a los pregoneros del fútbol vistoso y la posesión en exceso, el equipo galo es el justo ganador de la Copa del Mundo disputada en la imponente Federación Rusa. Su paso por la competencia comenzó con dudas en la victoria frente a Australia por 2 a 1, se acrecentaron tras ganarle 1 a 0 a Perú y quedaron en suspenso tras el alto el fuego firmado con Dinamarca. Sin embargo, ya se podía vislumbrar el peso específico de las que serían las figuras a lo largo de este torneo: Mbappé con su explosión, Pogba con su dinámica y Kanté corriendo, quitando y sacrificándose por sus compañeros.
A partir de Octavos de Final, comenzó a verse un equipo más asentado. Primero, desnudando las flaquezas de una Argentina que a pesar de convertirle tres goles perdió un partido que Francia supo donde ganarlo: en la dinámica y velocidad de la transición mediocampo-ataque. Frente a Uruguay quizás si se vio a un equipo descolocado por la postura charrúa, pero también demostró que sabe abrir los partidos con la pelota parada, una herramienta utilizada en casi la mitad de los goles de este torneo pero que para Sampaoli «no era preponderante».
La semi frente a Belgica fue una final anticipada y así lo entendió Didier Deschamps, el entrenador de este equipo. Capitán y campeón del mundo en 1998, Deschamps dejó el juego vertiginoso y le puso a sus hombres el overol. Al equipo comandado por el brillante Eden Hazard había que jugarle de otra manera, por mucho que no le guste al propio Hazard y a Courtois. Sacrificio y lineas bien apretadas. Sus jugadores entendieron el mensaje y supieron defender la ventaja obtenida mediante el testazo de Umtiti.
Quedaba sortear la final frente a una Croacia que técnicamente era menos (cabe preguntarse: a excepción de Modric, Rakitic y Mandzukic, ¿Argentina estaba por encima o por debajo de los balcánicos?) pero a la que le sobraba corazón, actitud y sacrificio. Llegaron como favoritos y no fallaron. Al igual que su rival, no jugaron su mejor partido, pero allí aparecieron las individualidades (con Mbappé volando y Griezmann jugando su mejor partido en el Mundial) y nuevamente la mano del entrenador, que anticipó el asedio aéreo croata y sin que le tiemble la mano, sacó a su mejor jugador del torneo a poco de comenzar el complemento y colocó a un volante de menos tendencia a contener pero con la altura suficiente para contrarrestar el asedio rival.
Juventud, orden y sacrificio. Las claves para que Francia sea campeón del mundo, le pese a quien le pese.