Por Gabriel Fernández*
Un breve apunte. La decisión norteamericana de levantar barreras proteccionistas está en línea con la acción industrial fomentada por Donald Trump. El incentivo a la producción local le ha facilitado un crecimiento del PBI y una mejoría sustancial en el porcentaje de trabajadores ocupados. La decisión de Xi Jinping de adecuar su tipo de cambio, días después, tiene el mismo objetivo. No vamos a repasar aquí el extraordinario éxito de su andar.
La diferencia entre ambos radica en la historia reciente (Del Tequila a Lehman Brothers) porque las dos monedas son de papel … pero no son iguales. De allí que el Banco Popular Chino sugiera con amabilidad oriental a la potencia del Norte que evalúe retomar un sendero “objetivo”. Qué interesante. Utiliza esa expresión. “Objetivo”. ¿Por qué?
Básicamente porque el desajuste entre la emisión norteamericana y su capacidad para la generación de producción de bienes de producción y consumo es profundo. La política fundada entre otros por Nixon y Kissinger de imponer el billete verde como moneda internacional perdió sustento en las últimas dos décadas cuando la hegemonía del capital financiero quebró la industria que la sostenía.
Como contracara, China primero afiató su aparato productivo y luego se encaminó a la utilización de su volumen financiero para asistir aliados sin condiciones leoninas e intervenir con prudencia en el mercado mundial. Lo que Estados Unidos, por mucho que Trump quiera, no logra desandar, es la pesada herencia de los gobiernos dominados por aquél suprapoder que, ahora mismo, sigue damnificando la economía europea.
El eje del problema, entonces, radica allí: si los norteamericanos admiten un desarrollo “objetivo” de la economía y su variable monetaria, el volumen chino logra, sin acciones protectivas especiales, preeminencia. Para China, la reciente emisión de deuda pública por 30 mil millones de yuanes (3.780 millones de euros) es una corrección para no perder competitividad industrial. Para los Estados Unidos, un nuevo hueco en su endeble andamiaje tironeado entre dos potentes fuerzas internas.
Difícil que esto derive en lo que conocemos como guerra en sentido tradicional, a menos que Trump sea desbancado como Frank Underwood y el rentismo ¿sureño? (ironía de trazo histórico) retome el control. Lo interesante es la conclusión. Todos los que crecen utilizan sus recursos económicos y administrativos, en base al control de los propios Estados, para fomentar producción y trabajo. Todos los que decrecen, ajustan.
En línea con los que se hunden, los grandes medios y los especialistas económicos derraman artículos y conferencias sobre gastos, déficits, mercados, costos laborales. Y nunca olvidan calificar como populistas a los que se desarrollan y se van convirtiendo en las nuevas locomotoras del mundo Multipolar.
(*) Director La Señal Medios / Sindical Federal / Área Periodística Radio Gráfica