Por Héctor Amichetti *
Les cuento…
El 15 de abril del 2016, Raimundo estuvo por última vez en Paseo Colón, la sede histórica de nuestra Federación Gráfica Bonaerense adquirida por su audaz iniciativa pocos meses después haber llegado por primera vez a la conducción del gremio.
Rodeado por el cariño de viejos y jóvenes compañeras y compañeros, algunos de los cuales sentían la emoción de conocerlo en persona, cumplió una vez más, ese día, con su compromiso sindical.
Votó por la Lista Verde de los Gráficos.
Luego subió un par de pisos para conversar un rato con nosotros, allí nos comentó de su preocupación porque los oligarcas habían capturado nuevamente el gobierno en Argentina.
Aunque confiaba plenamente en que la resistencia del pueblo trabajador iba a saber ponerle los límites necesarios al gobierno de Macri, hablándonos siempre con pasión de la relación de fuerzas y de la interminable lucha por el control del poder.
Parecía que venía a despedirse de su querido gremio, me entrego en mano unas cuantas fotos históricas que guardaba en su hogar, algunas de ellas inéditas como la que en julio del ’73 le envió desde su exilio en Montevideo, con una afectuosa dedicatoria personal, el ex presidente del Brasil Joao Goulart, quien aparece allí con su esposa e hijos pequeños junto al Papa Juan XXIII supuestamente en la década del ’60 en el Vaticano.
También una bella colección encuadernada de «El Obrero Gráfico» de los años ’50 que incluye la edición en que los gráficos homenajean a Evita, expresando profundo dolor por su muerte.
Luego de unas horas y manifestando ya cierto cansancio físico, se marchó del sindicato saludando y sacándose fotos con todos los compañeros que lo requerían con enorme entusiasmo y admiración.
A la noche me llamó por teléfono desde su casa para conocer el resultado de las elecciones. Se puso contento, su Lista Verde había triunfado con casi el 80% de los votos.
Si bien ya venía cumpliendo tareas en su reemplazo como Secretario General, para mí resultaba un verdadero honor y una inmensa responsabilidad suplantar, por decisión democrática y mayoritaria de las trabajadoras y trabajadores gráficos, a ese gigante histórico de la Familia Gráfica.
Raimundo pasó sus últimos días -casi empecinadamente en soledad- en aquella vieja casa de Los Polvorines adquirida gracias a los planes de viviendas obreras del gobierno de Perón.
Un grande entre los grandes del sindicalismo argentino, ejemplo de patriotismo insobornable, de coraje a toda prueba, con su estremecedora e inclaudicable fe, transitando los últimos días en este mundo en la vida simple y cotidiana de su barrio, rodeado del cariño sincero del vecindario (un compañero ferroviario, vecino del barrio, supo sacarle y difundir una conmovedora foto que lo muestra tal como era, caminando por una calle del barrio).
Hasta que aquel 1º de agosto de 2016 decidió partir y al mismo tiempo quedarse en el corazón de todos nosotros.
Al día siguiente lo despedimos en el primer piso de Paseo Colón, en el mismo sitio que décadas anteriores fueron despedidos Gustavo Rearte, Emilio Jaúregui y al «Pelado» Ortega Peña.
Nuestro querido Lorenzo Pepe y Cristina, entre muchos otros estuvieron allí, emocionados por la partida terrenal de ese hombre al que tanto admiraban y respetaban.
«¡Fue el mejor de todos nosotros!» exclamó Pepe en aquella ocasión, recordando la militancia compartida en la CGT de los Argentinos.
Luego todos y todas le dimos el último adiós cantando a viva voz la Marcha Peronista, fue una manera de expresarle nuestro juramento de prolongar con nuestra lucha hasta el infinito su vida, hasta el día en que el poder resida definitivamente en manos de su amado pueblo.
Apesadumbrado, esa noche sólo pude escribir estos hermosos versos de Miguel Hernández:
«Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y para siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte».
«Vientos del pueblo me llevan
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta»
Los ideales de Raimundo soplaron hasta el final de sus horas cargados de sueños de un Mundo Nuevo, de una comunidad de hermanos y hermanas.
Desde esa noche comenzaron a agitar las estrellas.
(*) Secretario General Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores / CGT