Hace pocos días se conocieron una serie de concesiones pesqueras, petrolíferas y navales que el gobierno de Mauricio Macri le hizo al Reino Unido en las aguas del Atlántico Sur. La gravedad del asunto se comprende a partir de la ocupación británica de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, así como de la aspiración colonialista de enfrentar la reivindicación de soberanía en la Antártida.
Para comprender a fondo la cuestión Gabriel Fernández, director periodístico de Radio Gráfica, entrevistó en el estudio Patrick Rice al doctor Mariano Mémolli, ex director del Instituto Antártico Argentino. La charla, realizada para los Especiales Radio Gráfica, cubrió diversas aristas del pasado, presente y futuro de la política nacional para el Atlántico Sur.
Recursos naturales y desarrollo científico
Gabriel Fernández: -¿Qué es la Antártida y por qué es importante? ¿Por qué la Argentina debe estar allí?
Mariano Mémolli: –La Argentina, parafraseando a Juan Domingo Perón, está ahí de hecho y de derecho. La pregunta es ‘¿por qué no deberíamos estar ahí?’, puesto que a partir de ese planteo nos quiere quitar del medio el colonialismo, sobre todo el británico. La Antártida es un continente de catorce millones de kilómetros cuadrados de superficie, y el sector argentino tiene unos cuatro millones incluyendo el territorio marino. Desde la instalación de la primera base, la Orcadas, en 1904 Argentina decide tener una presencia científica. Luego pasaron a ser destacamentos militares. Es un territorio que importa mucho a nivel global. Las principales potencias del mundo, e incluso países que uno no se imagina, tienen presencia allí.
-Es una zona rica, potente y ubicada de manera estratégica…
–Sabemos que todas las riquezas que se puedan pensar, están en el continente. En estos momentos está prohibido hacer prospección de minerales por el Tratado Antártico. Eso fue algo a lo cual Argentina adhirió. Es un continente que tiene que estar desmilitarizado, destinado a la paz. Por ejemplo, los nuevos fármacos que pueden surgir de la Antártida, pueden dejar patentes con ganancias descomunales si son bien utilizados. Y la ciencia argentina tendría algo para decir.
-¿La sensación es que en este último tramo la Argentina está devaluando la trascendencia de la Antártida?
–Desde el 10 de diciembre de 2015 sí, absolutamente. Por ejemplo, se arregló el rompehielos Almirante Irízar. Pero no se lo equipó con los elementos científicos que le corresponden. Se utiliza solo para hacer logística, cuando ningún país serio del mundo tendría un rompehielos solo para ese uso. No se han comprado los equipamientos necesarios para el Instituto Antártico argentino, donde hay un atraso en los equipamientos. Debería pensarse más en una continuidad de la formación de la materia gris destinada a la Antártida. Y se necesita la presencia de científicos en todos los foros internacionales, lo cual está disminuido.
-Se habla mucho de otros recursos, pero en perspectiva para la alimentación de la humanidad la pesca en toda la región es trascendente.
–Ni te imaginás, es central. La alimentación es fundamental, y eso lo empalmamos con los espacios subantárticos y el Atlántico Sur, donde está el conflicto con la usurpación por los británicos de nuestras islas, no solo las Malvinas sino también las Georgias y las Sandwich del Sur. Es un dato no menor que gran parte del PBI de los kelpers proviene de la pesca ilegal, porque son licencias que corresponderían al estado argentino. Por otra parte es el único lugar entre las Georgias y las Malvinas donde la pesca depredadora que se dio en otros lugares del mundo no agotó el ecosistema. Eso tiene que ver con la afluencia de nutrientes de la Antártida, lo que viene del Océano Pacífico, del Atlántico, lo que podría llegar del Océano Índico, la Corriente Circunpolar, y la cadena trófica que empieza en el fitoplancton y termina en los grandes mamíferos como la ballena, pasando por el krill, que es central. Por lo tanto es un reservorio. Pero además es geoestrategia, tiene que ver con cuestiones de soberanía. Por eso es tan lamentable lo que hace el gobierno actual respecto a las concesiones pesqueras, y respecto al freno de los proyectos de investigación enteramente nacionales, para hacerlos junto con los británicos. Y aparte reconoce al gobierno ilegítimo e ilegal de las Malvinas.
-En varios rubros uno se encuentra dando batalla en esta dirección de modo cultural. Se desconoce el potencial tecnológico de la Argentina. Lo vemos con el INTI, el INTA, con el satélite ARSAT, donde tanta gente desmereció ese enorme logro aeroespacial nacional. También se observa en el Atlántico Sur. Las posibilidades científico-técnicas, sin un estado que esté en contra de los investigadores, pueden llegar a ser fabulosas.
–Los técnicos que nosotros tenemos a nivel profesional y técnico son superlativos. La capacidad que tiene la Argentina de generar elementos similares a los que están generando los principales países de Europa. El satélite que se puso tenía una pisada que posibilitaba venderle servicios a toda las bases de toda la Península Antártica. Y para nuestras bases el servicio de internet era gratuito. Pero en un congreso al que asistí, se hablaba de gastar cerca de mil millones de dólares en comunicaciones por internet satelital. Con el ARSAT II lo podía hacer Argentina a un costo menor y ya teníamos la capacidad instalada. Todo esto se pierde, se abandona… Se puede recuperar si volvemos al modelo de 1945 a 1955 se puede. La diferencia que había a inicios de 2003 es que ya tenemos gente formada para esto. También es cierto que cuando se vaya este gobierno vamos a estar tan endeudados que va a costar volver a juntar el presupuesto que antes teníamos porque no teníamos que pagar la deuda. Pero contamos con la capacidad de medir y ver, es decir sabemos cuánto nos cuesta, el recurso económico que necesitamos para hacerlo a través de ganancias genuinas.
Geopolítica mundial
-El arranque mismo, la creación del Instituto Antártico, fue en coordinación con Chile, cuyo presidente era el general Carlos Ibáñez del Campo y había una articulación geoestratégica del sur del continente.
–Era recrear el ABC [la alianza Argentina Brasil Chile, n. del r] que proponía Perón para el continente sudamericano, pero en la Antártida y con Chile. Los dos países rechazaban la presencia británica allí y en el Atlántico Sur. Para lo único que sirvió el TIAR, Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, es para hablar de la Antártida Sudamericana, que se incorporó ahí. Luego Estados Unidos no sabía como salir de ese acuerdo. Ahí tuvimos un éxito muy grande, que no fue el único. Y otro punto interesante es que el otro país, además de Chile, que reconoce nuestra soberanía en Antártida es Venezuela. Lo hace desde 1947, a través de una declaración de su Congreso.
-Tus logros, los de tu gestión, se han plasmado en insultos de los británicos hacia tu trabajo y hacia el patriotismo argentino.
–Sí, por supuesto, y considero que son grandes logros. El primero fue de alguien que me dolió mucho que fuera a dar una charla al Instituto Antártico Argentino hace dos años. Fue un profesor británico que en su momento dijo que Argentina tenía que seguir los lineamientos internacionalistas que tenía la ciencia. Entonces me levanté y dije que nuestro país agradecía la propuesta pero que es un país científicamente soberano que va a seguir sus propias líneas científicas, algunas de las cuales coinciden con las del Scientific Comitee Antartic Research, el SCAR. Después de eso el editor de la revista Antartic Science dedicó todo una nota a la ‘buena ciencia’ y la ‘mala ciencia’ porque la poníamos bajo el concepto nacional. Esta misma persona escribió sobre una propuesta del Reino Unido rechazada por la Argentina desde estas revista pseudocientíficas, pero que en realidad hacen política militante para su país y su soberanía. Por otra parte fortalecimos mucho durante mi gestión el Foro Latinoamericano y la RAPAL, la Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos. Votábamos en conjunto, porque nos habíamos dado cuenta que el Commonwealth, es decir el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, y las monarquías europeas votaban en conjunto. Política a la que a veces se sumaba Estados Unidos. Entonces empezamos a coordinarnos entre los estados latinoamericanos y a trabajar en conjunto. Hablamos de Uruguay, Brasil, Perú, Ecuador y Chile. Y además nos apoyaban otros países. Por ejemplo Bulgaria. Nos apoyó muchísimo, y era la impulsora del diálogo por Malvinas en Europa del Este. El gobierno actual rompió las relaciones antárticas con Bulgaria, no le hablamos más. A raíz de todo esto en un libro de mano para las políticas antárticas hay un capítulo ‘El nacionalismo argentino en la Antártida’, íntegramente dedicado a nuestra gestión. Dicen que tenemos, cito textual, ‘un concepto paranoico de pretender la soberanía en el territorio antártico, y que lo transmitimos hacia la región latinoamericana para hablar de algo imposible como la unión latinoamericana para la Antártida’. En términos futboleros podemos decir que eso es calentura. (Risas.)
-Nosotros decimos que la comunicación depende del mirador. En nuestro caso, miramos desde el pueblo y desde el sur. La pretendida neutralidad hace que se mire el mundo desde el norte. En términos científicos suele ser así también a nivel investigativo. No es lo mismo plantar equipos científicos y abastecerlos tomando en cuenta una política estratégica nacional, que tomando en cuenta las necesidades del norte sobre la ciencia.
–Absolutamente. Nosotros tenemos que tener lienamientos nacionales. Y en esto hay algo que el actual gobierno, que tanto se fija en el Reino Unido, debería entender: que la presidenta de la delegación británica para el Tratado Antártico fue científica, investigadora ambientalista. Después se le dio todo un conocimiento, se hizo un trabajo en el Foreign Office, y ahora representa a Gran Bretaña. Nosotros necesitamos también cuadros científico-político-técnicos, que conozcan también los requerimientos del Estado. No solo esa ciencia individualista, que lleva a un positivismo absurdo, aunque sirve en muchos casos. Pero también hace falta lo otro, lo mismo que tienen los británicos. Porque cuando hablan del internacionalismo de la ciencia es para poner Falkalnd Islands en el mapa. Ahora, cuando decimos que pongan Malvinas dicen ‘no, así no se publica porque ustedes hacen nacionalismo’.
Presente y futuro
-¿Qué opinás de las concesiones a Gran Bretaña que se conocieron recientemente?
–Esto es nefasto. En su momento fuimos con Alicia Castro a la Cámara de Diputados cuando se hizo la interpelación al ex vicecanciller [Carlos] Foradori a raíz de la mal llamada declaración conjunta entre él y Alan Duncan, el Ministro de Estado para Europa y las Américas. Cumplieron con todas las promesas que le hicieron en ese momento. El acuerdo habla de levantar todas las barreras para que la economía del gobierno ilegítimo e ilegal de las Islas Malvinas sea sustentable. Hablaron del petróleo, de las patentes medicinales, del turismo, y de los vuelos. Esto último no solo para darle oxígeno al turismo sino también para dárselo a las concesiones petroleras y a todas las cuestiones pesqueras, además de destrabar el cerco logístico permitiendo que sus buques pudieran entrar a cualquier puerto argentino. Cuando se permitió el intercambio de tripulación del Protector, un buque militar que patrulla la zona de Malvinas, las Georgias y la Antártida, se hizo en el aeropuerto de Ezeiza. Es decir que las tripulaciones militares británicas pueden usar puertos y aeropuertos argentinos. El acuerdo firmado entre el Instituto Antártico Argentino y el British Antartic Survey en presencia del gobierno malpretendido en las Islas Malvinas es realmente una afrenta a los pioneros de la soberanía argentina en la Antártida como el coronel Hernán Pujato y el general Jorge Leal, al Perito Moreno. Ningún gobierno, y eso que los hubo muy malos, desde Julio Argentino Roca a esta parte hizo lo que la actual gestión hace, y no se les cae la cara de vergüenza. Al contrario, se sienten orgullosos de esta entrega que están haciendo.
-¿Qué habría que hacer, respecto a la Antártida y al Atlántico Sur, si se retoma el control del Estado? ¿Cuáles serían las primeras medidas básicas que vos sugerís adoptar si hay un gobierno nacional en nueva instancia?
–Recrear la Comisión Nacional del Instituto Antártico, que fue muy fuerte en el primer y segundo gobierno de Perón; mejorar el estado de nuestras bases; rever todos los puntos científicos que teníamos; volver a trabajar en las áreas especiales de interés como era Pampa Azul, sobre todo en las islas y áreas subantárticas, la desembocadura del Río de la Plata, trabajar más en pesca, y volver a refundar la unidad latinoamericana para los foros internacionales. Necesitamos estar trabajando palo a palo y codo a codo con nuestros hermanos latinoamericanos. En su momento trabajamos muy bien con el gobierno de Lula y con en el de Dilma [Rousseff] teniendo en cuenta dos principios: la Amazonia para Brasil, porque también es un foco de interés mundial, y las Malvinas para Argentina. Ellos fueron los primeros en ofrecer apoyo cuando se incendió el rompehielos Irízar en ofrecer apoyo, aunque después no se pudo materializar porque la armada estimó que no se podía aceptar esa ayuda brasileña. No entiendo el por qué, habrá habido alguna razón que hasta ahora no me dijeron. También trabajamos con Ecuador durante el gobierno de [Rafael] Correa, igual que con Perú que colaboró mucho más allá de los gobiernos, así como con Uruguay y Chile. Hicimos una sesión conjunta en dos oportunidades para reafirmar el acuerdo Perón-Ibáñez del Campo. Por último, el domicilio de la Comisión Nacional del Antártico debe estar en Ushuaia. No se debe trasladar todo a Tierra del Fuego, pero hay que mirar el sur y las autoridades deben vivir allí para mejorar la calidad científica. La gestión que se puede hacer desde la isla es tremenda.
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