El 1 de julio próximo se cumplirán 45 años del fallecimiento de quien fuera tres veces elegido presidente de la Nación, Juan Domingo Perón. Cuando el anciano líder regresó definitivamente al país tras casi dos décadas de exilio se encontraba enfermo. Un incipiente cáncer de próstata, pólipos, enfisema y una insuficiencia renal eran algunas de las patologías que padecía.
¿Fue Perón un hombre cuidado, clínicamente hablando?; ¿Qué es verdad y qué falaz en relación a las guardias rotativas en torno al entonces Presidente Perón, tanto en la Residencia de Olivos, en la Casa de Gobierno o en la vivienda de Gaspar Campos?
En ese marco, Radió Gráfica mantuvo un diálogo con Edgardo Schapachnik, titular de la Asociación Carlos Chagas para la Vigilancia Médica Activa del Mal de Chagas y ex Jefe Sección Enfermedad de Chagas en Hospital Argerich, ubicado en el barrio porteño de La Boca, quien por razones de emergencias e improvisaciones, formó parte de una fortuita guripa clínica que atendió de urgencia al entonces primer mandatario. Este es el relato.
“Recuerdo esa madrugada entre la noche del 20 y 21 de noviembre de 1973. Esa noche yo estaba al frente de una guardia tranquila en el Hospital Argerich, y al frente de la única guardia coronaria móvil del país. Estábamos tranquilos, porque cardiología no tenía camas ni tampoco la mencionada unidad coronaria móvil, que era un viejo camioncito Mercedes Benz que había donado Juan Manuel Fangio y estaba en reparaciones. Intuía que sería una noche tranquila hasta para descansar. Pero me despertaron de urgencia, una llamada del CIPEC (Centro Informativo Permanente para Emergencias y Catástrofes), que era el actual SAME. La operadora me dice que es de urgencia. Le comento que no teníamos ni camas ni el móvil hasta que nerviosamente me dicen que tengo que ir a Gaspar Campos, a la ciudad de Vicente López a atender de emergencia al presidente de la Nación, al General Perón”.
Continua Schapachnik, protagonista casual de aquella particular situación, al señalar que “aviso de urgencia a mis compañeros, un enfermero y el chofer y a los gritos, corriendo por los pasillos del Argerich, vamos armando los equipos, es decir, suero, jeringas, diversos elementos para las emergencias y sobre todo el desfibrilador, que actualmente son unos aparatitos pequeños, pero en ese entones era un aparato pesado al que llamábamos el “Cardiosauro”, pesadísimo, y lo más desesperante fue secuestrar una ambulancia, que encima no aceleraba. Si bien el relato parece cómico, es dramático, al tratarse del Presidente y de ir a buscar de Vicente López a un médico de guardia de un hospital de La Boca”.
“Esa noche fue inolvidable. Desde superar los controles de seguridad policiales de Capital a Vicente López al momento del llamado radial del Dr. Pedro Cossio sobre si nosotros disponíamos de una droga llamada verapamil, para tratar ciertas arritmias. Estaba tan nervioso que solo atine a decirle a la operadora que no teníamos la sustancia, pero que si querían podíamos detenernos en una farmacia de turno y comprar. Una improvisación absoluta”, cuenta el cardiólogo.
Finalmente, Schapachnik señaló que “ante la gravedad del cuadro del Presidente Perón, José López Rega e Isabel Martínez recurrieron a un médico de que vivía en cuadra de la residencia Gaspar Campos, un obstetra. La arritmia había desencadenado un edema. El colega obstetra no sabía qué hacer y la seguridad presidencial fue corriendo hasta el Sanatorio Olivos, ubicado en la avenida Maipú, y trajeron a un cirujano el Dr Carrizo, quien cuando ve el cuadro, manifiesta la urgencia de buscar un cardiólogo y aparece en escena el Dr Frias. En ese momento irrumpimos nosotros. Perón regresó muy enfermo de una reciente visita la Paraguay y no había ingerido un medicamente administrado por el Dr Pedro Cossio, médico de cabecera junto a Jorge Taiana. Esa madrugada pudo haber sido fatal. Fue una total improvisación ante una emergencia y para quien se trataba: Juan Domingo Perón»
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