Por Francisco Gonzalez*
En medio del dilema de las interpretaciones de la realidad venezolana por el asedio al país, una cuestión es cierta: la pelea ante el establishment norteamericano pasa por poder hacer ver a la comunidad internacional y al propio pueblo venezolano, los ataques constantes a los que se somete a la República Bolivariana de Venezuela. Los medios internacionales de los socios del alto gobierno de Estados Unidos no se concentran por desmentir lo que ocurre en Venezuela, sino que se dedican a construir realidades virtuales acomodadas a la usanza de los intereses de sus inversionistas. De este modo, tenemos una realidad narrada desde el gobierno venezolano y que cree la mayoría del país y en la cual se demuestra cómo se van sucediendo estos acontecimientos y son explicados como ataques terroristas o sabotaje electromagnético al Guri, corazón eléctrico del país, y por el otro lado, tenemos la narrativa de los medios privados nacionales e internacionales donde califican estos hechos como apagón o mega apagón derivado de la desidia gubernamental y la falta de inversión.
Esta dualidad narrativa, viene ocurriendo de manera consistente desde que aparece en la escena Juan Guaido. Los hacedores de estas realidades alternas como Elliot Abrahams, Pence Pompeo,entre otros, sembraron dentro del parlamento en desacato su alfil movible. Ya es sabido que desde noviembre estaban en conversas con sectores de la oposición a ver quien asumiría la nueva hoja de ruta que repiten como una cartilla de caligrafía para lograr lo que ellos llaman “la restauración de la democracia” o cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. En voluntad popular y primero justicia, partidos ultra conservadores, desmovilizadores de su base social, promotores de migración de sus seguidores y asesinos de su propia militancia, consiguieron el último eslabón para aplicar la cadena de acontecimientos que vendrían para lograr este plan desestabilizador. Estos partidos no tenían nada que perder y se jugaron la única ficha que les quedaba y les salió. Pero sería bajo un costo enorme para todos los venezolanos y latinoamericanos conscientes que nos hemos visto al borde de invasiones, asediados por potencias extranjeras, ataques terroristas, sabotajes eléctricos y todos los planes que seguramente estén tramando sin descansar hasta lograr sus objetivos; eliminar todo vestigio del Bolivarianismo en la región fomentado por Chávez y los mecanismos de integración de los pueblos como UNASUR, ALBA, CELAC, PETROCARIBE y otros.
Lo cierto es que, ningún gobierno, por más absurdo que parezca esto, utilizaría la estratagema de la autoflagelación eléctrica apagando al país; en última instancia, sería un suicidio político. Sin embargo la Mass Media internacional lo narra así y muchos dentro y fuera de Venezuela, ya sea por emociones, frustraciones y llevados hasta el extremo, se lo creen o pretenden creerlo. Entonces para poder demostrar que dicho ataque terrorista a las centrales eléctricas de Venezuela, la batalla en la explicación de este hecho es otro espacio más que día a día se va develando, a fines de desmontar, bajo la premisa que es derivado de la desidia gubernamental, de posibles guarimbas, convocatorias a marchas y pretextos para invasiones militares, bajo una interpretación errática y oportunista del artículo 187 de la Constitución del 99. Manto jurídico bajo el cual quieren la intromisión de una invasión disfrazada de ayuda humanitaria como pretendieron el 23 de enero en Cúcuta. Un plan se recicla sobre los recursos de uno anterior, ya sea que este funcione o no.
Para poder entender mejor estos planes tomamos como el ejemplo la metodología de guerra e invasión aplicada sobre Yugoslavia entre abril y mayo de 1999. Allí, en un lapso de 78 días y bajo el pretexto de una supuesta ayuda humanitaria con el nombre de “Operación Fuerza Aliada” por parte de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), desmembraron en pedazos un país que no le servía a la creciente globalización de la época promovida por Estados Unidos y sus socios europeos de aquel momento.
Nos remitimos a archivos de mayo de 1999 publicados en el periódico el País de España en el cual se lee literalmente “La OTAN utiliza sofisticadas bombas de grafito para cortar el suministro eléctrico en Yugoslavia”. En este artículo de la época se describe el cómo la OTAN, por mandato de Estados Unidos, se centro en atacar con esta tecnología, las centrales eléctricas del país con el objeto de dejar a oscuras las ciudades más importantes del país y sus principales instituciones. No solamente aquellas destinadas al ámbito militar sino también hospitales, escuelas, universidades, transporte público masivo, lo cual dejo a la población muy vulnerable a lo que vendría paralelamente, el ataque con más de 212 bombas sobre Belgrado la capital y 14000 en todo el país para socavar lo que llamaban régimen violatorio de derechos humanos que utilizaba la limpieza étnica en sus propios territorios. Sobre este punto, ya grupos de abogados defensores de derechos humanos solicitan investigaciones y sanciones contra los promotores de semejantes masacres que acabaron con la institucionalidad de un país que para poder destruirlo, violentaron todos lo pactos tratados y acuerdos de derecho internacional público. El objetivo fue logrado, destruyeron Yugoslavia y el llamado régimen de Milosevic, luego desmembrarían el país en varios países pequeños en la guerra de los Balcanes y hoy en día, irónicamente, una porción de la ex Yugoslavia, Montenegro es parte de la misma OTAN que en 1999 perpetro estas masacres sobre su territorio.
Los ataques no se hacen sobre aspectos meramente militares sino culturales al mismo tiempo. A medida que atacan con bombas y balas; paralelamente invisibilizan mediáticamente esas acciones con la construcción de una realidad alterna que aunque no sea cierta, la venden en el marketing político internacional como que esa es la que es, con el eufemismo de ayuda humanitaria. Algunos sucumben ante este aparataje informativo, pero en la época actual, los pueblos de América Latina luego de más de 20 años de las experiencias integracionistas bolivarianas y antiimperialistas, sobre todo en Venezuela, conocen más a fondo de estas tácticas que buscan desfigurar la realidad y hacerse del control de las simbologías identitarias y de los recursos de la región. . En la Venezuela actual, si comparamos aquella operación Fuerza Aliada en la Yugoslavia del 99, aplican tácticas similares para destruir el sistema eléctrico del país con el fin de dejar a oscuras al pueblo y que este salga a protestar y a echarle la culpa al gobierno del presidente Nicolás Maduro para así justificar intervenciones militares extranjeras.
Pero en esta trama, lecturas erráticas de la realidad venezolana, han obviado, por parte del gobierno de Estados Unidos, que ni es la mejor época de su sistema neoliberal y que están inmersos en una crisis tremenda en las internas, donde el mismo Trump emerge como especie de salvador ultra nacionalista en medio de profundas contradicciones sistémicas dentro de un Estados Unidos cuya hegemonía esta ya decadente y que, al mismo tiempo, han aparecido otras potencias que le disputan la influencia en regiones del planeta como Rusia China, que además son miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con derecho a veto y socios aliados de Venezuela y otros países de la región. Y son estas mismas lecturas erráticas las que hacen ver de manera muy evidente estas políticas intervencionistas que anteriormente eran más sutiles. Otro ejemplo de esto es una orden ejecutiva firmada por el propio Trump el 26 de marzo con el nombre… “Coordinación de le resiliencia nacional a los pulsos electromagnéticos”. En esta buscan recolectar datos de manera eficiente, junto al sector privado a modo de ofrecer más seguridad a los estadounidenses ante posibles ataques eléctricos. Esta medida, fue tomada en un momento poco idóneo ya que demuestra que esta tecnología puede ser usada contra ellos mismos, así como la utilizaron contra Yugoslavia de 1999 o contra Venezuela en la actualidad. Esto es parte de la decadencia del occidente neoliberal.
(*) Analista internacional, especialista en sistemas de integracion regional