diciembre 17, 2024

Lago Escondido | La patota de Lewis atacó a dos militantes de la Marcha por la Soberanía

Lago Escondido | La patota de Lewis atacó a dos militantes de la Marcha por la Soberanía

La Cuarta Marcha por la Soberanía logró su objetivo: dejar claro que los lugares públicos nacionales serán defendidos a capa y espada por los argentinos dignos y que las vinculaciones de empresarios extranjeros invasivos con el gobierno macrista y el Poder Judicial es intenso. En los últimos días el llamado de la Marcha por la Soberanía resonó fuerte en todo el país, pese al intento de ocultarlo.

Al pie, el testimonio de David Ramallo, integrante de Radio Gráfica. Uno de los atacados por la patota de Joe Lewis.

 

El último tramo de la movilización hacia Lago Escondido fue dramático. Con atropellos policiales orientados por Joe Lewis, destinados a evitar el arribo de las tres columnas que marcharon y emitir un mensaje aleccionador a quienes anhelen ponerse de pie.

La columna que accedió a través del Camino de servidumbre (Tacuifí) había logrado que la Justicia habilitara la circulación por el camino público hasta acceder al Lago. Pero esta resolución enardeció a la dirección de la empresa apropiadora.

Luego, los movilizados recibieron la orden de evacuar. El juez instruyó a la policía, con el argumento de la seguridad. Pese a la insistencia de continuar por parte de quienes conformaban la marcha, no tuvieron otra alternativa que acatar la orden. La policía los trasladó hasta la ruta 40.

Al mismo tiempo, la columna que marchó por el camino de montaña durante tres días, al llegar al Lago se enfrentó a todo tipo de presiones por parte de la patota de Joe lewis, a la que se sumó la privación ilegítima de la libertad y atentado contra la vida cuando embistieron con dos embarcaciones a motor contra el kayak de la Marcha por la Soberanía, que estaba cruzando el Lago.

En el kayak navegaban dos personas, Andrea Gatabria, de ATE Capital, y David Ramallo, de Radio Gráfica, también integrantes de FIPCA, que fueron amenazadas de muerte y arrojadas al agua helada y dejadas hasta que ya -en estado de hipotermia- fueron subidas a una de las lanchas de la empresa. La patota los arrojó a la costa. Todos sus equipos fueron incautados.

El compañero de nuestra emisora que sufrió el ataque, David Nahuel Ramallo, es miembro del Área Audiovisual. Junto a él, marcharon nuestros periodistas Lucas Molinari, Ariel Weinman, Mario Sadras y Úrsula Asta.

En la costa del lago, David y Andrea fueron socorridos por los militantes con quienes venían marchando, que denunciaron lo acaecido ante la policía, que a pocos metros hacía guardia. Era ostensible que las fuerzas de seguridad estaban ligadas a la empresa de Lewis. Una muestra de ello, es que los uniformados eran trasladados por las lanchas de la empresa.

Tras varias horas, los marchantes lograron que la Policía evacue a David y Andrea. Lo hizo en la misma lancha y con la presencia de la misma patota que los había atacado. Al cierre de este material, los compañeros se encuentran mejor.

Diecisiete militantes actualmente están de regreso bajando por la montaña, (decidieron hacerlo por sus propios medios) con una moral y espíritu de cuerpo muy altos. Abogados de la Fundación FIPCA ya presentaron Habeas Corpus para que se les de seguridad e inician denuncias penales.

Una tercera columna de veinte compañeros/as de la Marcha por la Soberanía, también se habían acercado al lago Escondido por el Camino del Manso. El sendero atraviesa terrenos del Señor Montes quien inicialmente autorizó el tránsito, pero fue presionado y los militantes tuvieron que retirarse.

Lo cierto es que decenas de argentinas y argentinos dispuestos a reivindicar los intereses nacionales llevaron adelante una gesta que ha logrado amplia repercusión.

Vale recordar que durante la tercera marcha –febrero 2018- se hizo cargo de la situación la jueza Erica Fontenla. Planteó que se habilite el llamado Camino de servidumbre para arribar al lago. Pero tras esa actividad, la magistrada fue recusada. Ahora está actuando el juez subrogante Victor Hugo Massimino.

 

La Cuarta Marcha por la soberanía al Lago Escondido es un recorrido de 44 kilómetros por camino de montaña, hasta llegar al ojo de agua apropiado por Lewis, amigo del presidente Macri.

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Testimonio de David Nahuel Ramallo, miembro de Radio Gráfica y militante de FIPCA atacado por la patota de Joe Lewis.

«Llegamos el sábado 9 a la madrugada a la costa oeste del Lago Escondido. Estábamos exhaustos después de 12 horas de caminata. Nos recibió un grupo de 6 personas de distintas fuerzas. Policía de montaña, de Río Negro, en un trato no muy amable. Nos delimitaron un espacio de 6 metros para acampar 20 personas. Fue un trato muy hostil de ahí en adelante.

Pasamos la noche, hicimos guardia y no hubo problemas. A la mañana comenzamos con las tareas planeadas: inflamos el kayak para ver si estaba en condiciones y se pudiera navegar. Como el Lago estaba tranquilo y se podía, se hicieron tandas de prueba de a pares y fueron 4 o 5 probando distintos pesos. A eso de las 13.15 Andrea y yo encaramos para la isla como estaba previsto, con todos los equipos, con el drone y con nuestras cosas personales. El plan original era encontrarnos con la otra columna en la isla. Pero haber subido el kayak nos había llevado mucho tiempo y la bajada era otra complicación. Entonces la alternativa era que bajemos Andrea y yo por Tacuifí con la otra columna. Para que los que volvían por montaña se puedan descargar. Nosotros llevamos peso muerto y les dejamos nuestra comida.

Apenas salimos con el kayak sale también una lancha roja y blanca, nos pasa y sigue de largo. Seguimos remando una hora y media aproximadamente. Cuando llegamos a la isla vemos a esta misma lancha y al lado otro gomón amarrada como al mástil de una bandera Argentina. Identificamos que no era de nuestras banderas. Se asoman 4 personas vestidas de negro desde la isla y nos dimos cuenta que no eran la columna. Decidimos entonces darle la vuelta a la isla para buscarlos. Al llegar a la punta oeste de la isla empezamos a ir hacia la Este -que es desde donde se veía a simple vista la Mansión de Lewis-.

Cuando hacemos esa vuelta vemos como los tipos se suben corriendo a las lanchas y nos empiezan a seguir. Ahí empieza el hostigamiento verbal y físico. El Lago estaba muy tranquilo, no había casi movimiento del agua. Nos acercan la lancha muy cerca, nos hacían olas y nos gritaban “cuidado que el agua está peligrosa, se pueden hundir, se pueden dar vuelta” o “si quieren los podemos escoltar, les damos algo caliente”. Y también “No vayan a la casa de Lewis porque es propiedad privada, no pueden ir”. Era un tono amenazante. Había uno que filmaba pero sólo cuando nos trataban en tono amable. A todo esto aparece una lancha camuflada, como militar. No sabíamos para qué. El hostigamiento de la lancha roja y blanca seguía. Tratábamos de mantener el kayak porque no sólo estábamos nosotros sino equipos y comida que era de la columna. Todo lo fuimos filmando con mi cámara y la de Andrea.

En un momento, al ver tanta hostilidad frenamos y pensamos qué hacer. Empezamos a girar y dar vuelta como para volver hacia el campamento en el oeste. Cuando cambiamos y retomamos la vuelta, ellos pararon. La lancha siguió pasando cerca pero se tranquilizaron. Nos estaban escoltando para que volviéramos y no vayamos para el este, para el lado de Lewis.

Pensamos de nuevo en que se había levantado viento y de a poco se empezaba a hacer más difícil maniobrar. O nos arriesgábamos a volver pero con el viento en contra y más oleaje o tratábamos de llegar a Tacuifí que estaba ya muy cerca. Entonces decidimos volver a retomar el rumbo este. Ahí nos volvieron a hostigar más violentamente. “Cuidado chicos que se pueden dar vuelta”, “Si los tenemos que rescatar va a ser culpa suya”. En un momento lancha roja nos quiere cruzar pero la logramos esquivar.

Cada vez que ellos iban y venían, entre cada interacción, escuchábamos como se comunicaban por celular y por handie. Tenían señal y comunicación, no estaban decidiendo solos. Seguimos remando, queríamos llegar a la costa, ya no por una cuestión política, sino por seguridad.

Estando ya a 300 metros de la orilla, se acomodaron al lado nuestro. Uno de los cuatro me miró a mi, agarró uno de nuestros bolsos, “que hay acá” dijo y lo manoteó, se lo llevó. Agarró otro bolso, forcejeamos también se lo llevó. Un tercero agarró el kayak de una de las solapas de lona, hace fuerza y nos da vuelta. Nos tiró al agua a nosotros y a todas las cosas, los equipos, ropa, todo. Andrea y yo teníamos los salvavidas puestos. Los primeros 10 segundos fue un frío extremo, después ya no sentí nada, me podía mover. Lo primero que hice fue agarrar el remo y acercar a Andrea. No sabíamos qué hacer, estábamos en el agua y las lanchas seguían dando vueltas. Escuchamos como por handie decían “necesitamos rescate, se cayeron”. Los mismos tipos de la lancha blanca y roja se acercaron y nos levantaron. Apenas me metieron en la lancha les dije “no me toquen”. Agarré un remo, lo aferré con las dos manos y me acerqué a Andrea para que no estemos uno en cada punta. Uno de los cuatro me miró y me dijo: “no vayas a hacer nada con ese remo”. “Yo no hago nada si vos no me haces nada” le dije. Ahí empezaron a dar vueltas porque no saben qué hacer.

Uno de los cuatro todo el tiempo puesto y me miraba fijo de manera amenazante. Me miró fijo durante todo el trayecto de regreso. El que manejaba tenía un handie y un teléfono recibía y órdenes todo el tiempo. El que nos dio vuelta se mantuvo en la punta y no dijo nada. Se hizo el distrído y miraba para otro lado. Otro que estaba con gorra era el que nos filmaba.

Pasaron 10 minutos dando vueltas. Su idea era sacarnos por Tacuifí. En un momento le dije: “tanto querían que nos volviéramos por montaña, llévennos de vuelta a la montaña, al campamento oeste”. Estábamos en un territorio desconocido con gente desconocida, sin ninguna seguridad. Incluso en un momento llegué a pensar que nos podían tirar de nuevo al agua o dejarnos en la Isla.

La lancha camuflada apareció de vuelta y empezaron a levantar los bolsos y las cosas que nos habían tirado al agua, todo estaba flotando. Se acercó a la lancha donde estábamos, y uno de los tipos le dijo al que estaba juntando “no, dejá y volvé a tirar todo”. Después de tirar los bolsos, la lancha se nos puso a la par y el que estaba filmando se pasó a otra lancha, se alejan y los perdemos de vista. Tendrían entre 30 y 40 años. El que nos da vuelta sería de 50 o 60.

Después de todo esto habrán pasado unos 20 minutos y agarran rumbo oeste, nos llevaron a la cabecera de montaña. Todo este trayecto de vuelta, el tipo de cuello fucsia nunca me dejó de mirarme en modo amenazante y en posición de pelearse. A todo esto nosotros mojados con mucho frío. Más frío en la lancha que dentro del agua por el viento que corría.

Habíamos salido con la incertidumbre de no saber qué pasaba en Tacuifí. Esto habrá sido entre las 3 y las 5 de la tarde. Fue una hora y media de remada más media hora más de amenazas, más lo que pasó. Hasta último momento todas nuestras cosas estaban flotando, nada se hundió. Incluso entre ellos decían que el mismo oleaje iba a llevar las cosas a la costa, que lo dejemos a la deriva.

En la cabecera Oeste nos recibieron dos policías de Río Negro, dos policías de montaña que nos bajaron. El tipo del handie todo el tiempo decía “se cayeron”. Fue un atentado, atentaron contra nuestra vida.

En la cabaña de seguridad donde estaban la policía de Río Negro dije que necesitaba hacer la denuncia contra la persona que nos había tirado al agua. Nos dicen “no sé”, como si no fuera su jurisdicción. A 20 metros estaba el campamento nuestro. Busqué al Vikingo, el encargado de la columna para contarle todo. Comentamos la situación, se analizó. Todo esto sin saber noticias de la columna de Tacuifí. La única información que teníamos es que “estaban todos presos”, eso nos habían dicho los policías. Empezamos a hablar entre nosotros y planteamos la posibilidad de que nos evacuen a Andrea y a mí porque estábamos mojados y habíamos quedado sin ningún equipo.

El problema principal según la policía era que no tenían lancha ni comunicación.

Eran como las 6 de la tarde. En la negociación nos dijeron que había que evacuar a todos, como para decir que eran los héroes. Nos negamos ya que en emergencia estábamos sólo Andrea y yo. Después de varias horas se planteó que a las 10 de la noche había un relevo y nosotros podíamos irnos en esa lancha. Ahí se sumó Guillermo Caviasca para asegurar que en el camino iba a estar todo bien, para asegurar nuestro físico y nuestra historia.

En el medio de esas horas de espera los mismos tipos que nos tiraron, o por lo menos dos de ellos iban y venían. Eran parte de ellos, como si fueran de la fuerza. Lo único bueno es que pudimos planificar qué hacer con el material que se había podido rescatar. Se había grabado desde la madrugada del sábado en la llegada al Lago Escondido. 3 de los 4 que nos tiraron a al agua están identificados en fotos y videos. Ahí empezamos a ver qué hacer, para ordenar la historia. La idea era llegar lo antes posible a la comunidad y difundir. Si ellos quieren contar su versión es otra cosa. Esto fue así.

Pasaron las 23 y no llegaba la lancha. Llegó como a las 00. Con Andrea seguíamos con frío y muy preocupados. Cuando llegó agarramos todo, y nos volvimos con ropa seca prestada. Empezamos a organizarnos para subirnos y cuando vimos todo nos dimos cuenta que era la misma lancha y las mismas personas que nos habían tirado al agua. Todo esto con el relevo de la policía en el medio. Hacían el cambio de guardia pero las personas de la lancha eran los mismos. El que filmaba alumbraba desde la punta de la lancha y cuando podía nos filmaba.

Los de la policía no preguntaron y tampoco le contamos nada. No puedo decir nada bien o mal porque no sé con seguridad si estaban de acuerdo con ellos o no. Andrea se puso a llorar por la presión que sentía de tener que viajar de nuevo con los mismos tipos en la misma lancha. Ni los policías ni los tipos estos en ningún momento nos hablaron.

Yo estaba en el medio y constantemente miraba al de la proa que alumbraba y al que manejaba. En un momento vi que agarró el celular y me sacó una foto. Yo siempre le hice el mismo gesto, el pulgar arriba para que me identifique, que sepa que era la misma persona.

Los 40 minutos que duró el viaje el tipo sacaba el celular y nos sacaba fotos, alumbraba el camino y recibía algún mensaje. Llegamos al muelle de Lewis, a la cabecera de Tacuifí. Bajaron los policías, se saludaron con los que nos iban a recibir. Hablaban normalmente. Nos bajaron a nosotros y el primero que se bajó se puso en la punta del muelle y nos empezó a filmar.

Le decimos a Guillermo Caviasca, que le preguntó de qué fuerza era. “De la que vos quieras” así nomás. Lo dijo sin problemas. Era algo muy evidente.

En eso Guillermo le pregunta algo más para obtener datos e identificación pero se negó. Se llama Brian, lo tenemos fotografiado y filmado. Los policías que nos acompañaban nos dijeron “por favor sin confrontación que esto es lo que habíamos pactado” (Antes de subir a la lancha nos habían dicho que no podíamos filmar absolutamente nada). Agarraron los bolsos, nuestras cosas, y subimos todo a una 4×4. Nosotros atrás y dos policías de montaña adelante. A partir de ahí ya estábamos asegurados, en teoría había pasado el peligro. Andrea hasta que no llegamos al Hostal nunca pudo calmarse. Todo este viaje en camioneta lo grabó este tipo Brian en su celular. Salimos en la 4×4 y fuimos por los caminos privados de Lewis. Que no eran asfaltados pero se los notaba muy bien mantenidos y señalizados. Ya era la una de la mañana aproximadamente.

La idea inicial era ir a hacer la denuncia pero Guillermo se comunicó con nuestro abogado y definimos que era mejor esperar y analizarlo entre todos. La 4×4 nos dejó en una YPF. Ahí nos esperaba un patrullero. Pasamos todas nuestras cosas ahí. Manejaba un policía y otro de los policías de montaña que nos había escoltado. Nos subimos los 5 al patrullero atrás, y nos trajeron al hostal.»

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