
El sociologo Pablo Lopez Fiorito analizó en Abramos la Boca la política americana a la luz de los triunfos en los últimos tres años de candidatos derechistas tales como Donald Trump, Mauricio Macri y Jair Bolsonaro.
López Fiorito consideró que es necesario «problematizar lo que parece ser una ola de derecha que se viene en el mundo. Es muy fácil definir a cualquier gobierno de derecha o neoliberal como fascistas en el sentido de su autoritarismo, militarismo o de su persecusión a las minorías. El fascismo no era ni es solo eso. Se pone a todos estos gobiernos en la misma bolsa y no son lo mismo Bolsonaro o Macri que Trump. Y más allá del del lenguaje beligerante, antiinmigrante, antiminorías y contrario a los derechos en general no son fascistas«.
El entrevistado subrayó luego que «mientras que Trump defiende el trabajo de los norteamericanos reindustrializando su país y haciendo que su primera mayoría de apoyo, los blancos pobres, tengan trabajo, Bolsonaro y Macri dicen que el Estado no puede garantizar la defensa del trabajo, que solo puede estimular el emprendedurismo y abrir las barreras aduaneras para que entre cualquier producto industrial extranjero como manera de mejorar nuestras economías. Ahí hay una diferencia abismal que debe resaltarse. Se estructuran de manera diferente el modelo económico productivo de esos países».
Finalmente López Fiorito señaló que «el apoyo a Bolsonaro y a Macri tiene que ver más con cuestiones cortoplacistas de la democracia. Hay probelmas inmediatos de la sociedad civil, como la inseguridad, producidos por las desigualdades estructurales de nuestros sistemas económicos que incluso los gobiernos anteriores no pudieron acabar. Frente a la sociedad agresiva lo inmediato es la defensa de la individualidad. La raíz es la desigualdad económica, la distancia entre ricos y pobres que se mantuvo. La respuesta inmediata entonces es que el problema es la inflación y el mal llamado cepo cambiario, en vez de la falta de productividad, de inversión y la fuga de capitales que estancan la economía. Votamos lo inmediato y en el proceso electoral no hay una garantía de que las promesas más estratégicas de felicidad y empleo se cumplan».
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