Tras los empates de la Selección Argentina frente a Uruguay y Venezuela, el panorama se presenta preocupante. Viejos fantasmas aparecen en un ciclo que comienza y que está amenazado por la posibilidad de un gran fracaso.
El escenario
Los dos puntos cosechados en la doble fecha son magros. Argentina llega a las dos últimas fechas en el quinto puesto del torneo, en zona de repechaje contra Nueva Zelanda, la selección ganadora de la eliminatoria de Oceanía. El 0 a 0 en el Centenario de Montevideo dejó de ser negocio cuando no se le pudo ganar a una eliminada Venezuela en condición de local. No se interprete esta afirmación como un intento de desmerecer a la Vinotinto.
Si algo quedó confirmado fue la presunción de que esta eliminatoria de la CONMEBOL iba a ser la más pareja que se recordase. Pero al mismo tiempo se supone que Argentina por historia y por pasado reciente (subcampeona del Mundo y de América) debía tener material para imponerse con cierta comodidad ante un equipo que hizo su peor eliminatoria en 20 años. El saldo no es más negativo porque en ningún otro partido se dio un resultado que le permitiera a los rivales de Argentina cortarse en la tabla de posiciones.
Fantasmas
Ahora queda por delante enfrentar a Perú como local y a Ecuador en la altura de Quito. Los primeros llegan en zona de clasificación directa, con una chance que posiblemente no esperaban a fines de 2016, mientras que los segundos después de un arranque inmejorable (cuatro triunfos al hilo) entraron en un declive pronunciado. Los ecuatorianos por el momento no dependen de sí mismos para clasificar.
Pero lo más preocupante no son los antecedentes de Perú en Buenos Aires (la eliminación de Argentina en 1969 en la cancha de Boca, los duros partidos de 1985 y 2009) o de la selección nacional en Quito (donde solo ganó en 2001). Sonará a frase hecha pero el peor enemigo del equipo nacional en este momento es él mismo. El miedo al fracaso que significaría quedar afuera de un Mundial por primera vez en casi medio siglo parece ser una mochila muy pesada para un grupo de jugadores que acumula antecedentes de achicarse ante las grandes presiones. Y en este caso sería algo mucho peor que perder una final mundialista o de Copa América.
El déficit en el juego por otra parte no es nuevo. Hace diez años que, salvo algunos lapsos, Argentina acumula partidos mediocres cuando se supone que tiene potencial para destacarse mucho más. En el caso de Jorge Sampaoli, que acaba de asumir en la dirección técnica, hubo intenciones ofensivas pero no hubo efectividad en el arco rival, y también tuvo momentos de marcado desconcierto táctico. Entre el peso anímico de la situación y el bajo nivel futbolístico el repechaje o incluso la eliminación aparecen como posibilidades nada lejanas.
¿Ganar como sea?
Cabe hacerse la siguiente pregunta, ¿sería realmente tan trágico jugar un repechaje ante Nueva Zelanda para clasificar al Mundial? Opinamos que no. En 1994 la llegada a Estados Unidos fue por la misma vía (repechaje ante Australia), tras una de las mayores humillaciones de la selección argentina, el 0-5 contra Colombia. Sin embargo, en tierra norteamericana la selección fue (hasta el affaire Maradona) uno de los mejores equipos del campeonato. Por el contrario, con la eliminatoria ganada de punta a punta, la selección de Marcelo Bielsa quedó eliminada en primera ronda. Es decir, una buena eliminatoria no necesariamente preanuncia un buen mundial.
La amenaza no es el repechaje o clasificar jugando de una manera mediocre. El problema es el cortoplacismo que impera desde 2006, tras la salida de José Pekerman. Se suceden los entrenadores, pasan los jugadores (o no tanto), el buen juego se hace extrañar, y no se pueden asimilar positivamente las finales perdidas. Y en el caso presente una situación extrema. Se interviene la AFA para beneficiar los negociados de grupos televisivos privados y en esa operación cae un técnico (Gerardo Martino) que estaba logrando enderezar el camino de la eliminatoria, pese a las críticas que podían hacérsele. Asume Edgardo Bauza, se complica, no lo sostienen y cae en Jorge Sampaoli la responsabilidad de lograr la clasificación con un margen de error mínimo.
No queda otra alternativa que ganar o ganar los dos partidos para no depender de otros resultados. Dada la circunstancia hay que quedarse con los seis puntos y listo. Si se logra este primer objetivo, ya habrá tiempo (esperamos) de sumarle una propuesta atractiva al resultado.
Martín Gorojovsky-Abrí la Cancha
MG/GF/RG