
Por Gabriel Fernández *
En su suplemento campestre, el diario La Nación explica el éxito de Cambiemos en zonas del interior bonaerense y santafesino –donde perdió la elección general- y en distritos como Córdoba, Entre Ríos y La Pampa. Podemos abordar este breve gracias a la atención del periodista Marcos Cezer, de mirada filosa.
Traducimos el informe a la terminología real, porque de otro modo deberíamos reproducir términos como transparencia, corrupción, aplastamiento, libertad, con que el matutino mitrero suele ocultar el trasfondo: las zonas rurales donde se impuso el macrismo son aquellas beneficiadas por la reprimarización de la economía.
En detrimento del país, exportadores y productores en general obtuvieron grandes beneficios al manejar sin tope las liquidaciones y sin exigencia impositiva para trasladar recursos en dirección a la zona industrial de la economía. De allí, surgió un “derrame” hacia localidades cercanas en las que se activó parcialmente el comercio y las changas estacionales.
Claro. Este sufragio se suma al conocido: zonas acomodadas de las grandes ciudades, donde el bienestar logrado durante la expansión previa opera a modo de colchón. Asimismo, en esos espacios es importante señalar por un lado la ligazón con esa renta y por otro la capacidad de algunas empresas para convertirse rápidamente en importadoras.
Otra vez aquella disyuntiva preperonista, que lanzó la mitología de la Argentina rica, con vacas y mieses. Efectivamente este gobierno ha dinamizado una parte de la economía, a costa del hundimiento nacional. Es ostensible que los exportadores no miran la nación aunque leen La Nación, sino su propio interés cual estado dentro del Estado.
El comentario vale, colateralmente, para entender algo que intentamos señalar: lo importante es agrupar el voto nacional popular, porque de un burro solo patadas. Quiere decir que el sufragio radical antipopular se sobreimprimió al liberal macrista; seguirá siendo importante y no descenderá demasiado por dañina que resulte la gestión nacional.
Estos guarismos, dato más dato menos, son históricos. El respaldo a proyectos oligárquicos siempre tuvo y por buen tiempo tendrá un piso del 30 al 35 por ciento general. Vive de la renta, la exportación, la importación y elabora “riqueza” antigua, con PBI desindustrializado. Más claro, con Jaurteche: algodón sin camisetas.
De allí que la necesidad de confluencia resulte exigencia de vida para quienes viven del mercado interno y la industria nacional. La elaboración de un discurso adecuado y franco en esa dirección puede rendir: ya no se trata de si alguien es más o menos democrático o reaccionario, sino de identificar intereses con claridad.
La política nacional popular debe jugar su carta.
• Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal.