diciembre 24, 2024

Jujuy | Crónicas Tupaqueras

Jujuy | Crónicas Tupaqueras

Por Mario Sadras *

En un playón de Villa Belgrano, barrio humilde de San Salvador de Jujuy, María Molina brillaba tanto por el recuerdo de días felices como por el sol recién celebrado en el Inti Raymi.

María, Pachila, y otras mujeres de la Tupac respondían con orgullo cuando se les consultaba por las marcas en sus rostros y explicaban: la cal transportada en el hombro se enciende en contacto con la transpiración.

Más de cien mil viviendas de familias, incontables piletas de veranos y de inviernos, metalúrgicas y textiles de obreros; consultorios de médicos, centros de cultura, teatros de actores, copitas de leche, fábricas de caños, escuelas de niños, capillas de dioses y de hombrxs…dejan marcas en la geografía y en todos los distritos del cuerpo de quienes la construyen.

María Molina brilla cuando recorre el despliegue de semejante obra y se oscurece cuando evoca la hipocresía del explotador.
Se rebela cuando el cinismo concibe la historia como un ciclo en el que siempre el solsticio favorece a los mismos. El pueblo celebrante de los ciclos del Sol ya no les cree. No les cree porque pasó la Tupac. Porque los condujo Milagro. De esto le habla el poder al pueblo. Justo al pueblo celebrante de los ciclos del Sol. Pero el pueblo ya no le cree. No le cree porque pasó la Tupac. Porque los condujo Milagro. Y se encontraron mano a mano. Reparando con trabajo y dignidad su propia conciencia.

Ellos lo saben: Morales obedece a Blaquier y representa al poder económico que emana de Buenos Aires. No representa ningún ciclo. Es violencia y usurpación. El gobernador Morales enferma y mata al cuerpo social. Lo descompone: “Cuando entró el gobierno de Morales empezó nuestra pesadilla. Destruyeron todos nuestros barrios…consiguieron instalar el miedo. Instalar la persecución hacia la organización. A mí me detuvieron siete meses por una causa inventada…” Una testigo que involucró a Mará Molina se desdijo. La testigo no tiene causa por falso testimonio. La causa de María continúa.

Suena mi celular. Es Raúl Noro, preocupado, ya que me esperaba hace rato. – Perdón, me demoré en “El Galpón” y en “la Villa” hablando con María, el Potri y Casimiro. – Ah! ¿Viste qué obra?- Me interpela. – Sí. Aunque algo deteriorada… – No, a la gente, me refiero.

Ya no tenía duda sobre qué debía hablar. Ya saliendo del barrio Pachila me dice: “¿Viste esa pibita que hablaba conmigo? Una muy muy flaquita…Volvió a pipear. Desde que la Tupac recibió de trompa la desgracia de Morales, esa flaquita que trabajaba en la Tupac quedó en la nada misma…”. …entonces, otros habitantes de la nada la invitaron al ritual de la muerte que por lo menos es algo.

En esos momentos, durante esas charlas, se apagaban las sonrisas que sabían regalar orgullosas a la cámara de la fotógrafa, quien registraba también, el marco hecho con manos y brazos de los tupaqueros ayudaba a colocar en cuadro toda la obra y muchos años de trabajo.

De ahí, a la sede central donde nos encontramos con El Pelado y Paloma, dos de los abogados de Milagro. Me condujeron por los laberintos construidos jurídicamente. Iluminaron la ingeniería colonial que es instrumento para la represión y para la destrucción. Muchos adjetivos para hablar de procesos judiciales.

De ellos volví a escuchar el concepto de “Jornada Tupaquera” que recomendaba llevar “2 ó 3 muditas en la mochila. La jornada tupaquera comienza con el nuevo día y puede continuar otro día y otro y otro…

Un llamado me advierte en ese momento: “La Cámara Federal de Casación Penal resolvió rechazar los recursos de la Defensa e hizo lugar a los de la querella de Morales”. La oligarquía habla a través de sus jueces: más rejas para Milagro. Los cuerpos de los tupaqueros y los nuestros se doblaron de dolor quedando bajo el derrumbe de una ilusión: que Milagro fuera liberada. Esperanza concebida tras la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pocos días antes.

Raúl nos recibió ya de regreso de la sede central y de la charla con los abogados. Nos abrazó, nos brindó su calidez pero se excusó de hacer una nota para la radio. No se lo permitía el dolor y la bronca. La caída del sol y el aire frío nos sorprendía saliendo de la casa de Milagro y Raúl.

La noche temprana nos encontró en el barrio Alto de Comedero; en sus alturas rituales. Desde allí la silueta de cientos de casas y de pibes que aún andaban en bici bordeando un complejo acuático por primera vez sin agua en más de una década. Para esos pibes, toda una vida.

San Pedro, Parapetí, El Carmen, Perico, Monterrico y Chalican. La yunga es la región que contiene a estos distritos, poblados ypobladores. Es una selva de altura que brota al este de la provincia. Cañaverales, frutales, tabacaleras en un verde contraste con la aridez del norte y un Río Grande que baja desde la Quebrada de Humahuaca y, confluyendo con el Río Chico -el Xibi Xibi- en El Salvador, se funde en único cauce y se rebautiza San Francisco; nombre que remite necesariamente la mirada hacia esos hermanos empobrecidos por la miseria de los que más tienen. Por la mañana del segundo día fuimos a visitar la obra tupaquera en esa región.

Parapetí es una isla rodeada de cañaverales a unos 2 Km al Este de la Cabeza del Departamento de San Pedro y a 1 Km al Sur de La Esperanza , el ingenio que construyó este tipo de barrios en varios lotes. Ranchos de madera pequeños, sin cloacas, con baños comunitarios.

Hasta que llegó la Tupac, que organizó. Hombres y mujeres de Parapetí construyeron viviendas dignas, escuela, pileta, centro odontológico. Allí nos recibieron Zulema, Nora, Beto y nos permitieron ser parte de su encuentro en el que intercambiaban angustias, desconcierto pero, sobre todo, el dolor de ser atacados por su obra y abandonados, en muchos casos, por hombres que asumieron compromisos al aceptar cargos en nombre de los tupaqueros.

En san Pedro, nos cuenta Nora que, además, tenían una metalúrgica, una panadería, una carpintería y un comedor y que Morales sí cumplió lo que prometió: “Meter presa a Milagro y luego terminar de a poco con la Tupac…En San Pedro se destruyó la obra. Actualmente hay custodia policial. Llegamos a ser 600 familias contenidas por Milagro. Hoy sólo consiguen trabajo algunos jóvenes de menos de 30 quizá en algún surtidor de nafta”.

Zulema es bajita, morena, emocionada nos hace ver y vemos. Recorremos las viviendas de madera que aún quedan en pie en Parapetí. Pero ahora, que pasó Milagro y la voluntad popular hay cientos de viviendas dignas – como las califica Zulema- : “con dos dormitorios, comedor y baño para cada uno” y estalla con voz quebrada: “Hoy por hoy, ella está presa por haber dado trabajo a la gente más humilde. A la gente que más lo necesita”. Todo esto sucedía mientras Zulema y sus compañeras seguían brindando su copa de leche y bollos cocinados en el horno de barro entre abrazos, miradas y manos abiertas.

Más tarde, a unas cuadras, la casa de Beto. La sombra, un plato de comida un vaso de vino y acordeón. El redondo Beto sonrie, inundó los cañaverales y nos desbordó, como él se desborda cuando habla de “su flaquita”.

Ya en Perico Gerardo nos habla de las atenciones médicas clínicas y especializadas de las cuales ya no queda nada; pero cuenta que pudo concretar un convenio con el municipio cuyo intendente es del campo nacional y popular. La Tupac impone una variable de hierro: la gratuidad. Y eso va para todo: para los talleres de música, de ajedrez, el acceso al predio. El municipio aporta para sostener las instalaciones aunque no las prestaciones.

Y como consecuencia adicional, la policía no hace la vista gorda o libera zonas como en San Pedro, Parapetí y Monterrico frente a los saqueos, robos y destrozos en las sedes tupaqueras. “Igual me vine a vivir acá”, asegura Gerardo. Sabiendo que los 50 niños a quien hoy dan de comer tres veces por semana y el sostenimiento de la estructura son la base para llegar de nuevo a los 200 niños que comían antes todos los días. Antes. Antes es cuando Milagro estaba libre.

Susana vive en la localidad de El Carmen y trabaja en la Tupac desde el 2002 y, como mencioné, los casos de El Carmen y de Perico, son análogos en tanto los gobiernos municipales no son hostiles a la obra y la gente tupaquera. No es poco que no haya persecución del Estado y que además, este Estado desaliente la hostilidad de los vecinos impulsado por el odio que emanan medios nacionales y locales. El canal 2 de Jujuy por la mañana retransmite radio Mitre mientras las imágenes muestran paisajes jujeños.

“La Hormiguita” es el nombre del comedor tupaquero que aún está en pie, en Monterrico, al noroeste del Departamento de El Carmen y a unos 30 km de San Salvador de Jujuy. La soledad en la que nos recibe Juan, ya cayendo la tarde, hace sentir que Monterrico está muy lejos de la mirada de quienes debieran mirar más lejos, más hondo.

Su relato al comienzo es frío como sus manos que recién lavaron ollas en las que preparó el arroz con leche para los chicos que ahora sin ninguna razón que se pueda entender o justificar, en lugar de ser todos los días, se reduce a tres veces por semana. “La verdad que cuesta mucho sostener esto. Porque desde que metieron presa a Miagro no tenemos ayuda de nadie. Del gobierno ni de nada. Pero igual seguimos adelante trabajando para los chicos”. No es lamento lo que brota desde Juan. Es tristeza y bronca contenida que se hace lucha.

“Acá tenemos pileta, guardería, consultorio, comedor…duele mucho lo que estamos viviendo ahora porque tenemos compañeros de lucha que están presos y nos duele más, ver a nuestra jefa Milagro que está encerrada…Estas son las obras de Milagro. Se puede ver, tocar, acariciar…hay gente que viene instigada a romper los vidrios, a querer meterse”. Al final de la charla, Juan se pone de pie cargando dos tachos de arroz con leche aún tibio y avanza bajo las estrellas a buscar a quienes no pudieron llegar, a quienes están perdidos o escondidos en una noche que, por ahora y sólo por ahora parece no tener fin.
Qué rejas, qué alambrados, qué guardias pretenden encerrar a la yunga, al valle, a la quebrada, a la puna. Qué mordazas pueden silenciar al viento, a las voces que tiemblan desde adentro.

Qué claustros pueden ignorar las palabras del pueblo. El día y el horario de visita a Milagro en el Penal del Alto Comedero estaba fijado para el sábado 24 a las 15.30 hs. Pensaba antes de tomar el vuelo a Jujuy que conocer a Milagro ya estaba fechado y fichado por el orden riguroso del penal.

Ya entrando al Penal era perceptible en detalles y, desde el vamos, la diferencia entre las visitas a los presos comunes y a los presos políticos. A los visitantes de los internos “comunes”, una vez identificados en una de las postas, se limitaban a indicarles la siguiente a la que se dirigían solos. A quienes visitábamos a Milagro o a otra presa política, nos indicaban esperar hasta que un oficial de alto rango venía a orientarnos y, de paso, interrogarnos amablemente. Pasados los trámites de rigor y las requisas llegamos a un espacio abierto donde se encontraban los grupos de internos junto a sus seres qqueridos. De lejos reconocí a Milagro. En ronda. Como siempre la imaginé, entre su gente, como siempre la imaginé.

Milagro nos recibe. Ojos inquietos. Pequeña, delgada, fuerte, viva, sosteniendo todo el tiempo un cuaderno y una birome. Charla, mate, bollos…pasados los minutos empiezo a reconocer a cada uno de los integrantes de la ronda. Ahí estaba María, Beto, Nora, Pachila y sus hijos dando vueltas, jugando.

Ahí todos ellos, como los había conocido los días anteriores en acción. En su puesto de lucha por la dignidad y contra el hambre. Sentí también la presencia de Juan y Rita y de todos los hombres y mujeres tupaqueros. No conocí a Milagro el día fijado por el penal. Lo supe en ese momento. La conocí en la obra de Parapetí, en San Pedro y Alto Comedero. En los ojos de Juan, en la lucidez de Nora, en la pasión de Pachila, ahí también estaba Milagro. Y en la desesperación del Indio y en los gestos de Rita.

Ya conocía a Milagro. Ahora necesitaba abrazarla.

(*) Desde el Barrio / Radio Gráfica

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