
Por Fernando Protto *
Para los pueblos, la historia es una caja de herramientas de la cual se sirven cuando el momento histórico lo amerita. Esta caja de herramientas se compone de todas las acciones necesarias para hacer una revolución, sostener un gobierno, resistir o pensar en un futuro. Sin caer en la lógica que los pueblos no se equivocan, cosa que uno puede verificar muy bien, los pueblos construyen su historia en base a relatos e historias que ayudan a que se mantengan en el tiempo aquello que en algún tiempo pasado fue mejor. Entonces todos retrasmitimos, no solo lo que el colectivo social nos deja, sino también, lo que construye una historia colectiva popular.
Es así que los sectores populares fueron construyendo su historia en base a lucha y mientras la historia oficial solo cuenta cómo fue la vida de los grandes hombres, la historia oficial los ubica en el contexto de la historia popular. De ahí que en cada lugar del país, todos sabían de los negros esclavos en las guerras de independencia, de las montoneras, de los caudillos, de los inmigrantes explotados, de las luchas sociales, del trabajo del mensú, de la historia del familiar en los ingenios y así muchas más, y cada lucha fue un aprendizaje y cada aprendizaje una acción y cada acción una historia. Esa historia que decía que iba a venir un momento de lucha y triunfo o de lucha y reorganización, por eso, cuando llego el peronismo al poder, no fue un hecho al azar, no fue solo el carisma de un líder (al decir de los sociólogos), ni el surgir de obreros nuevos sin formación política, fueron los antecedentes de la historia popular, de tantos años de lucha y sufrimiento, entonces, cada futuro peronista representaba una historia colectiva popular muchos más amplia y que tenía que sostener y perpetuar. Mis viejos y mis tíos eran parte de ese colectivo social, nunca entendí como sabían de muchos datos históricos que ni siquiera la historia oficial les había enseñado y hoy me doy cuenta, que la historia suya era la historia oral de todo un pueblo, que ellos mismos fueron leyendo de grandes y que sin notarlo lo retrasmitían.
Todos sabemos que la historia es mitad verdad y mitad lo que nosotros interpretamos, en el caso de la historia popular, es un tercio verdad, un tercio interpretación y el último tercio incorporación. Mi familia y así muchas familias de origen popular, fueron transmitiendo su historia en los momentos de resistencia primero y en la década de los 90 después, dejando una enseñanza sobre la historia y aquel momento feliz que fue el primer peronismo. Cada anécdota repetida y cada historia leída fueron retrasmitidas, así la caja de herramientas no quedaba vacía. Muchos optaron por no escucharla, otros por querer cambiarla y otros por sostenerla, pero esa caja de herramientas sigue ahí, esperando a que la usemos.
Rodolfo Walsh decía: «Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires.
Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.» No quisiera ser quien corrija a Walsh, pero ese hombre tan inteligente que fue, no supo leer que los pueblos, que sus clases subalternas, que los trabajadores y desposeídos no era que no tenían historia o doctrina y después la olvidaban, sino que deja en algún lugar guardado, aquello que permitía ser usado después. Por eso, prefiero esta frase de Cooke, que decía: «Cuando culmine el proceso revolucionario argentino, se iluminará el aporte de cada episodio y ningún esfuerzo será en vano, ningún sacrificio estéril, y el éxito final redimirá todas las frustraciones». Porque ese proceso que llamamos historia, es una largo proceso hacia la liberación. Por esto, es por qué soy peronista…
(*) Columnista de Historia en Desde el Barrio