diciembre 21, 2024

Una segunda oportunidad

Por Leonardo Martin *

Faltaban pocos segundos para el final del último asalto y pese a que ya tenía prácticamente la victoria asegurada en las tarjetas, Victor Ramírez, más conocido como el •”Tyson del Abasto”, se prestaba al golpe a golpe con el británico Ola Afolabi. Los manuales indican que es el momento de correr por el ring, alejarse de las manos del rival y dejar pasar los segundos para evitar un golpe sorpresivo que derrumbe el castillo construido en los restantes once rounds. Sin embargo, Ramírez intercambiaba golpes con el moreno, casi como una reacción instintiva, como una forma de entender y poder llevar adelante su boxeo. En su repertorio no hubo lugar para la especulación. Por suerte el campanazo final y la posterior lectura de las tarjetas de los jueces no hicieron más que confirmar lo evidente: la victoria de Ramirez, la recuperación de un título mundial y el regreso al candelero en el mundo boxístico. Una noche de gloria en un deporte de alegría, de noches épicas, pero también de sinsabores y ostracismo.

Ramírez pasó por las circunstancias y situaciones que muchos de sus colegas viven. Un ascenso meteórico, con conquista del título incluida en la categoría Crucero, y un descenso igual o aún más veloz. De la gloria y ser el depositario de grandes expectativas, de los titulares de diarios elogiosos, a un descenso a los suburbios de la vida, en sus palabras la “mala vida”. Todo ello sin escalas. Apenas en un par de años había pasado a ser una estadística, un recuerdo para los amantes del box pese a tener la edad de plenitud para estar en competencia. No es una fórmula inconmovible, pero lo cierto es que entre los 26 y 30 años la mayoría de los deportistas atraviesan su máximo potencial, con una combinación de plenitud física combinada con experiencia. En esos años Ramírez decidió apartarse del boxeo, se dedicó a la “mala vida”, se alejó de los gimnasios consumiendo en poco tiempo el dinero ganado a fuerza de golpes en la primera etapa de su carrera.

Daniel Scioli, en plena campaña electoral, aprovechó la ocasión para teñir de naranja la noche. Preparó un escenario para jugar de local y lucirse junto a las derechas voleadas y la presión que le metía Ramírez al británico. La pelea fue en el Sporting Club Villa La Ñata, pago chico del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires en donde el naranja fue el color predominante. Estratégicamente ubicado para las cámaras, el aspirante presidencial disfrutó de una buena pelea y sumó algún punto en el cotidiano proselitismo de cara a agosto próximo. Todo lo que se exposición y más aún con un triunfo deportivo cotiza en alza en el mercado electoral.

La trayectoria de Victor Ramírez tiene relación profunda y lejana con Scioli que lo apadrina desde sus tiempos de amateur. A él le debe el apodo que lo hizo conocido “El Tyson del Abasto” que lo sigue desde la época en que se entrenaba en ese barrio en una propiedad del gobernador de la provincia de Buenos Aires. Un parecido físico lejano, a primer golpe de vista, especialmente en un cráneo prominente y en el ancho del cuello, más cierto parecido en la forma de boxear instintiva, atropellada y salvaje marcaron el éxito del apodo. Mike Tyson no ha sido un boxeador técnico ni elegante, pero a casi tres décadas de su esplendor aún perdura su enorme capacidad física y golpe demoledor, inclusive ante rivales que lo superaban claramente en tamaño.

Victor Emilio Ramirez nació el 30 de marzo de 1984 en Ezeiza. La elección de sus nombres eran un homenaje a un prócer del boxeo argentino: Victor Emilio Galíndez, dueño de una de las noches más emotivas e intensas del boxeo nacional con una victoria épica ante Richie Kates el 22 de mayo 1976 en un lejano ring de Sudáfrica. En la elección de los nombres tenía un camino marcado en la vida que finalmente eligió tomar de tantos posibles.

El debut profesional fue el 8 de abril del 2006 en el Luna Park ante Miguel Angel Pacheco triunfando con facilidad en el primer asalto. A partir de allí comenzó un recorrido a lo largo del país en el que fue ganando posiciones en el ámbito local ganando en casi todas las oportunidades por nocaut, incluso conquistando un título sudamericano.

En su 16º pelea le llegó la chance mundialista en una plaza fuerte para los boxeadores de mayor kilaje: Alemania. Fue el 17 de enero de 2009, donde viajó a Dusseldorf para enfrentarse con el ruso Alexander Alexeev por un título interino en peso crucero de la OMB. Allí prevaleció su potencia y capacidad física para quedarse con una pelea para la cual no era el favorito con un KO técnico en el noveno asalto.

Tras una defensa exitosa en el Luna Park, pero con fallo dividido, llegaría la pendiente en la carrera del “Tyson del Abasto”. Según sus palabras “mal entrenado”, con “problemas familiares” y fuera del foco que requiere una carrera en la alta competencia, pierde la posibilidad de quedarse con el cetro de campeón crucero al perder por puntos ante el serbio nacionalizado alemán Marco Huck. Luego de esa noche un manto negro cubrió la carrera de Ramírez, abandonando el boxeo por cuatro años.

Todavía joven, con edad para una segunda oportunidad, se decidió a volver. La psicología de algunas personas funciona de esa manera, necesitan explorar caminos insondables de la vida, para volver revitalizados. Ese parece haber sido el camino tomado por Ramírez que restableció contacto con su entrenador histórico el “Bocha” Martinetti para comenzar a preparar el regreso con la puesta a punto física y boxística. La vuelta fue el 21 de diciembre de 2013 en Villa La Ñata ante el sudafricano Thaliso Mogabe con nocaut en el primer asalto. A partir de allí vendrían una sucesión de peleas hasta la chance mundialista de días atrás.

Ola Afolabi es un crucero de renombre en una alicaída categoría crucero. De origen nigeriano -británico, pero radicado en Los Angeles, era favorito para esta contienda. El “Tyson del Abasto” debía enfrentar a un rival con mayor envergadura física y amplitud de recursos técnicos. Ramírez dista de ser un estilista, pero conjuga armas poderosas: potencia, velocidad y corazón. En ese duelo de estilos se impuso el argentino.

El plan de pelea fue ahogar al británico, llevárselo puesto. Con una preparación física notable llevó el enfrentamiento para su terreno arrojando golpes constantemente, mayormente sin claridad, pero con una tozudez difícil de resistir para el rival. Fue ganando rounds con claridad especialmente en el primer tramo de la contienda. Afolabi se fue acomodando con el correr de la pelea mostrando algunos de sus recursos en los rounds siguientes pero nunca con la claridad suficiente para revertir una noche esquiva en las tarjetas. Encima se le descontaron dos puntos tras una sucesión de golpes bajos.

Las tarjetas fueron inapelables, con un triunfo unánime a favor del argentino, despejando cualquier duda de fallo localista en los jueces. Una victoria construida de principio a fin y que marca el regreso a la escena internacional de Victor Ramírez. Ahora deberá esperar al cubano Yoan Hernández, campeón regular de la categoría para llegar a lo más alto.

Como boxeador, el “Tyson del Abasto” no es el más talentoso y su técnica es más bien pobre. Su fortaleza física y personalidad lo convierten en un rival duro, al que hay que aguantar. Tiene por delante un doble desafío: corregir y perfeccionar su boxeo, no depender tanto de su físico, mejorar el repertorio de golpes y uno que quizás es tan duro como el otro: dejar los fantasmas de la “mala vida” atrás. Mientas tanto es tiempo de disfrutar de un nuevo campeón mundial argentino en un presente donde son escasos los títulos de esa índole.

* Abri la Cancha / La Señal Medios / La Señal Box / Radio Gráfica

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