El humor ácido parece que funciona bien en México. Una tira del humorista gráfico Rius, publicada por el periódico La Jornada el 10 de noviembre, lleva la cuestión de la violencia al extremo. Allí aparece un tipo con una pala que le pregunta a otro: “¿Seguimos removiendo a México?” mientras se ven un montón de agujeros en la tierra con huesos humanos. Es famoso también ese chiste-refrán-lamento que repiten los viejos, que dice: “Pobre México, tan lejos de dios y tan cerca de los Estados Unidos”.
La nación azteca vive jornadas de puro dolor. Dolor y rabia que comienzan a manifestarse en protestas callejeras, zócalos rebosantes de gente con pancartas, antorchas y mucha bronca. El sentimiento, confirmado por periodistas con años de relatar muertes, tiroteos y corruptelas, es el del hartazgo. Pero nadie, ninguno de ellos, se anima a pronosticar nada.
México vivió días de movilización y activismo los meses previos a las elecciones que dieron por ganador a Enrique Peña Nieto (Partido Revolucionario Institucional en alianza con el Partido Verde Ecologista), quien accedió a la presidencia en diciembre de 2012. Por aquellos meses de campaña emergió el Movimiento YoSoy132, un colectivo ciudadano conformado principalmente por estudiantes, que repudiaba la candidatura presidencial de Peña Nieto por considerarla una imposición mediática. La actividad estaba dirigida a criticar el rol de los medios mexicanos, concentradísimos y afectos a los más variados intereses político-económicos. La suposición, ya una certeza, era que Peña Nieto habría de ganar las elecciones por la presión mediática. Los activistas lo atacaban por representar un modelo de idiotización de la población vía entretenimiento basura.
El pueblo mexicano llevaba 6 años de una guerra contra el narco impuesta por los Estados Unidos, según relató el periodista César Navarro para Radio Gráfica. Eran momentos de conmoción ante la desenfrenada serie de asesinatos, crímenes mafiosos y desapariciones forzadas que se documentaban de a miles. Cabezas cercenadas, cuerpos mutilados o colgando de puentes, jóvenes secuestrados y migrantes cosidos a balazos. Todo eso, todo el tiempo y en todo el país. Como si se tratara de esas viejas telenovelas mexicanas, siempre había espacio para una tragedia más.
Tirar del hilo de la historia mexicana reciente lleva a toparnos con la firma de un tratado de libre comercio con los Estados Unidos y Canadá en el año 1994, que terminó de configurar el México entregado, vendido, ultrajado y hambreado que conocemos hoy. Este tratado supuso, por un lado, la entrada del gran capital financiero y la concentración de las riquezas, pero también la expansión sin límites del negocio narco, que se multiplicó al calor de la pauperización del campo y sus habitantes. Como afirmó Navarro, México “cambió la producción de alimentos por la producción de droga”. Así, a medida que se evaporaba el futuro de las nuevas generaciones de campesinos, se ganaba mano de obra barata para el narco.
Estos primeros días de noviembre se hicieron constantes las enormes marchas para exigir la aparición de los 43 estudiantes. Parece que este hecho brutal hizo despertar el germen ciudadano y comenzaron a multiplicarse las protestas. “Estamos hasta la madre”, bramó el padre de uno de los jóvenes desaparecidos de la Escuela Normal Rural Raul Isidro Burgos antes de iniciar una marcha por todo el país. Las enormes movilizaciones empezaron a convivir con los incendios que arrasan edificios gubernamentales, bloqueos a centros comerciales, toma de casetas de peaje en autopistas y una cantidad de acciones de vandalismo-demostración de hartazgo que se suceden en distintos puntos de México.
¿Esto significa, por fin, la reacción del pueblo mexicano para expulsar la mugre que corrompe una nación desde sus propias instituciones democráticas? Difícil predecir el acontecer de los hechos, pero los periodistas mexicanos, que también han sido víctimas de la campaña de amedrantamiento por vía del secuestro y el asesinato, lo piden a gritos.
El descrédito por cualquier cosa que tenga olor a autoridad gubernamental y el sentimiento de impotencia generalizado ante un gobierno, un Poder Judicial y unas fuerzas de seguridad que son parte del negocio narco es tal, que ya nada permite preveer cuál será el México de los próximos meses.
* Por Mariano Iñiguez – Feos, Sucios y Malas / Radio Gráfica