
El militante es esa persona que en democracia, se la identifica con el compromiso en convicción volcado al servicio de una causa, siempre política.
En el almanaque de la historia nacional, la de acá, los militantes políticos son reconocidos y resumidos en lo que sucedió el 17 de noviembre de 1972. Ni la lluvia, ni el ejército, ni la policía pudieron evitar su consagración.
Fue en la última etapa de vida de Juan Domingo Perón, quien regresó al país tras 17 años de exilio para retomar la tarea iniciada y trunca de dos décadas atrás, más curar heridas y conciliar políticas, en una época regada de violencia comenzada con los bombardeos del 16 de junio de 1955 y los fusilamientos del 9 de junio de 1956 en José León Suárez.
El avión que trajo a Perón de vuelta se llamaba Giuseppe Verdi, un charter de Alitalia que partió desde Roma, Italia.
Molesto por reacciones internas en las Fuerzas Armadas ante la inminente entrega del cadáver de Eva Perón, el entonces dictador, Alejandro Lanusse había lanzado el 7 de julio de ese mismo año 72 que a Perón «no le da el cuero» para retornar a su Patria.
Se esfumaba su idea de llegar a la presidencia de la Nación a través de las urnas, signado por otra incipiente Masacre de la Marina del 22 de agosto de ese año, en Trelew, asesinando a jóvenes miembros de distintas organizaciones políticas peronistas y de izquierda.
Se acercaban las elecciones del 11 de marzo de 1973 y el líder retomaba el camino en la candidatura de su leal delegado Héctor Cámpora.
Lanusse, consciente del poder de masas de Perón, había logrado una absurda proscripción al no cumplir la imposición de estar antes en el país, producto del exilio al que el ex presidente fue confinado.
Pero Perón volvió. Ocupó una enorme residencia en la calle Gaspar Campos, del partido bonaerense Vicente López, y contó con el apoyo de casi todo el arco político vigente, en especial de un enemigo político de otros tiempos, y ahora amigo, el radical Ricardo Balbín.
Atrás quedaba el fracaso en la intentona de regresar a su Patria, en 1964, cuando el canciller del entonces presidente Arturo Illia, el furioso anti peronista Andrés Zabala Ortiz, lograba persuadir a las autoridades del Brasil que no permitan la continuación del viaje del líder obrero.
Cuando Perón regresó en ese 17 de noviembre de 1972, fue otra vez un adelantado al interpretar -tal lo había realizado más de treinta años atrás con la masa obrera desorganizada-, que el “nuevo” sujeto eran los jóvenes, aquellos hijos de esos primeros peronistas que lo habían elegido en 1946, luego censurados, fusilados y perseguidos, forjados al calor de las bombas del 55 en el intento de Isaac Rojas de asesinarlo.
Una juventud que tomaría la política en medio del peronismo prohibido, dictaduras cívico/militares, gobiernos débiles, la muerte de Ernesto “Che” Guevara, la masacre en Argelia, la guerra yanqui en Vietnam el Cordobazo, los tupamaros uruguayos y las luchas del sacerdote colombiano Camilo Torres.
Desde hace tiempo muchos jóvenes continúan en ese camino y más vendrán cuanto más se conozca que la lucha, la militancia, comenzó hace mucho tiempo: un 17 de noviembre de 1972.
(*) por Emiliano Vidal – Abogado y periodista. Conductor De acá para allá / Radio Gráfica