El Problema de la Argentina es su extensión
(Domingo Faustino Sarmiento)
Mucho se está hablando en estos días acerca del nuevo campeonato dispuesto por la AFA. Desde febrero de 2015, treinta equipos serán parte del torneo de Primera División. Se escuchan muchas voces en contra del mismo. Las mismas se centran en el fútbol grande, el de Primera. Boca, River y algo más. El árbol les tapó el bosque. No dimensionan la cantidad de clubes profesionales que tiene el país. Hay razones históricas, económicas y de incentivo deportivo-cultural que habilitan una reorganización, que debiera ser, tal vez, aún más profunda.
Un dato para tener en cuenta, sobre todo para los amigos que están convencidos que la patria termina en la Zanja de Alsina. De norte a sur, nuestro país suma 4.252 kilómetros. Para dar un ejemplo, una distancia similar, aún menor, separan Madrid de Moscú. Por otra parte, en algunos puntos, nuestra geografía nacional encuentra más de 1.000 kilómetros de ancho. Casi tres millones de kilómetros cuadrados en los cuales conviven más de dos centenares de clubes profesionales de fútbol.
HISTORIA
El fútbol argentino tiene un pecado original. Propio de la victoria cultural de la ciudad-puerto por sobre la patria. Sucedió hace más de ochenta años. Cuando se organizó el fútbol formal, fue Buenos Aires quién se atribuyó la representación formal del mismo. Ergo, lo que conocemos como “campeonato de primera división”, no es otra cosa que el Fútbol de Buenos Aires con invitados.
El fútbol de tierra adentro, chacarero como se decía entonces, era tan o más competitivo que el porteño. Es más, mientras los clubes de Buenos Aires sumaban desvencijadas maderas en sus tribunas, en el interior del país el cemento ya era una realidad. Independiente Rivadavia de Mendoza fue el primer club en tener un estadio-velódromo de cemento armado. Año 1923. Unión de Santa Fe, Rosario Central, Newell´s Old Boys y Belgrano de Córdoba tenían, a fines de los años veinte del siglo pasado, instalaciones inconseguibles para el común de las instituciones de la gran ciudad.
Instaurado el profesionalismo formal, la AFA no entregó afiliación directa a los clubes del interior, por más que se arrogue en su nombre la organización nacional del fútbol. En 1939 sumó al torneo de primera división a los grandes clubes rosarinos. Nueve años después a los santafesinos. Los clásicos del interior eran casi tan taquilleros como los porteños, pero el mal estaba hecho: el club más popular de la Argentina era el representativo de uno de los barrios más pequeños de la ciudad puerto. El interior nunca tuvo la oportunidad de competir directamente.
Hay un nombre fundamental en ésta historia. Valentín Suárez llegó a la AFA en 1948. Huelga de futbolistas profesionales. Suárez, mano derecha de Eva Perón en su fundación, fue designado interventor.
Inmerso en el complejo mundo del fútbol observó la complejidad del entramado. En 1951 presentó el proyecto ambicioso: afiliar un club que tuviera su sede a más de 700 kilómetros, sumar más de 2.000 socios y que la ciudad tuviera una línea directa de ferrocarril. Olimpo de Bahía Blanca era el número puesto. Pero los bahienses se bajaron. La posta la tomó Sarmiento, de la ciudad de Junín, al cual se le dio afiliación directa desde 1952.
La dictadura que comandó el azul Onganía intervino la AFA en 1966. Suárez nuevamente ocupó el rol de interventor. En sus planes estaba la idea que no pudo desarrollar en su totalidad durante el peronismo: un campeonato nacional. Finalmente se dispuso el mismo para 1967. Pero faltó valentía. No se suprimió el torneo Metropolitano. Entre 1967 y 1985 se jugaron dos torneos por año. La AFA no deseó federalizar en serio. En esos años se jugó primero el Metropolitano, el campeonato de Buenos Aires; y luego, a las apuradas, el Nacional.
Pero un club movió la estantería. Fue Talleres de Córdoba. En los años setenta constituyó un equipo maravilloso que llenaba estadios. Tan grande fue el fenómeno que César Luis Menotti, entrenador del seleccionado nacional, deslumbrado por la capacidad técnica de aquel equipo, comenzó a hurgar en las entrañas de los clubes de tierra adentro.
Rescató media docena de cracks sin competencia formal en el fútbol de Buenos Aires. Anote: Mario Kempes, Osvaldo Ardiles, el Rana Valencia, Rubén Galván, Ricardo Villa (con un paso ínfimo en Quilmes). Sin el viejo Nacional, todos ellos hubieran sido ídolos de consumo local, como un monstruo enorme del fútbol argentino llamado Víctor Legrotaglie, descubierto en Buenos Aires, cuando ya veterano, venía a la ciudad puerto a mostrar su fútbol con la camiseta de Gimnasia de Mendoza.
El fenómeno Talleres motivó un decreto presidencial de 1980. Por decoro no recordaremos quién permitió que el club ingresara al Campeonato Metropolitano de AFA sin tener afiliación directa. El mismo decreto permitió que en los años siguientes fueran Instituto y Racing, ambos de Córdoba, quienes se sumaran al campeonato de Buenos Aires.
En 1985 los dirigentes entendieron necesaria una gran reestructuración. Tenían un ejemplo exitoso a mano. León Najnudel, prócer del basketball argentino, fue el promotor de la Liga Nacional, un campeonato federal y de alta jerarquía, que dio comienzo aquel año.
La decisión de la AFA fue – nuevamente – cobarde. Valieron más los miedos. Se creó una nueva categoría llamada Nacional B. Doce clubes metropolitanos y otros tantos del Consejo Federal. Nuevamente se desaprovechó la oportunidad de crear una primera división federal. El fardo lo mandaron al sufrido mundo del ascenso.
Como una espina clavada, cada año la AFA diseñó esperpentos para mitigar la culpa. Uno casi increíble es la Liguilla Pre-Libertadores de 1986. La misma emparejaba a cuatro equipos de primera división ubicados entre el segundo y cuarto lugar ante clubes que ni habían clasificado al Nacional B. En la Bombonera jugaron Boca ante Alianza de Cutral-Co.
Un ejemplo claro de desorganización – y a su vez de gesta deportiva – lo marcó San Martín de Tucumán. El segundo ascenso a primera se realizó mediante un dodecagonal. Dentro de ese mini torneo, la última plaza le correspondía al equipo que había ascendido por el zonal norte a la B Nacional. Esa plaza les correspondió a los Santos de la Ciudadela. Fue eliminando equipos hasta sorprender a todos y llegar a Primera. Año 1988. Del regional a golear, el 20 de noviembre de aquel año, 6 a 1 a Boca puntero en la Bombonera. La tarde de los goles del misionero Antonio Vidal González.
El éxito federal es relativo. Fueron muchas las instituciones que pudieron optar por una primera división, que con los años se fue federalizando: Mandiyú de Corrientes, Chaco For Ever, Gimnasia de Jujuy, Gimnasia y Tiro de Salta, Godoy Cruz de Mendoza, Olimpo de Bahía Blanca, Huracán de Tres Arroyos, Tiro Federal de Rosario, Atlético Tucumán. Pero el pecado original aún no fue resuelto: el 95% de las instituciones de fútbol en nuestro país aún no están afiliadas directamente a la AFA. Así es el poder.
ECONOMIA
El mapa del fútbol argentino ha cambiado al ritmo vigoroso de la economía nacional en la última década. La gran inyección de dinero que significó el FPT mitigó las históricas diferencias entre grandes y chicos. Invirtiendo bien, manejándose con la realidad, los dirigentes de los equipos humildes obtuvieron resultados impensables en otro momento.
Los humildes suben. Los históricos bajan. Clubes convocantes en el pozo de la tercera división: Chacarita Juniors, Atlanta, Nueva Chicago, Los Andes, Platense, Temperley, San Martín de Tucumán, Cipolletti de Rio Negro. Por las urgencias propias, los dirigentes se ven obligados a conformar planteles que conformen a socios e hinchas. La necesidad de regresar urgente a una categoría acorde a su historia. El mercado manda: un equipo grande que desciende dispara los contratos de la divisional que llega. Sea River Plate o Chacarita Juniors el desafortunado. Hoy en día, una tercera o cuarta división paga un dinero que sorprendería a muchos hinchas.
Que el fútbol de Buenos Aires tenga cuatro divisionales profesionales es un despropósito. También que una institución del Consejo Federal recorra más de veinte mil kilómetros en las rutas nacionales, realizando unas erogaciones económicas inmensas sin apoyo directo de AFA, buscando en una carnicería futbolera un lugar en la B Nacional.
Es necesario romper el embudo. Esto no significa que los poderosos asciendan en detrimento de los humildes que trabajan bien. Si no, desahogar a una gran cantidad de instituciones. Algunas al borde del colapso financiero. Otras, emprendedoras, a punto de tirar la toalla por tantas trabas y dificultades.
¿Y SI NOS REORGANIZAMOS?
Directa o indirectamente, unos doscientos clubes compiten profesionalmente en Argentina. Sin contar las ligas del interior.
Hoy el fútbol es una fábrica. Genera empleos, directa o indirectamente. El volumen de dinero es más importante si los equipos están más cerca del fútbol grande. Muchos me preguntan ¿y los meritos deportivos? La respuesta es clara: ¿Qué meritos deportivos tuvieron medio centenar de equipos que optaron por el fútbol grande tan sólo por su ubicación geográfica de privilegio?
Una primera división que dimensione un país inmenso es necesaria. Pero es más importante el dato de la segunda división, que debería contener, por su cercanía al fútbol grande, a la mayor cantidad de equipo.
Mi propuesta aquí es superadora: una segunda división, un gran Nacional B, dividido en seis zonas de 16 equipos según ubicación geográfica: Metropolitana, Mesopotamia, Litoral, Centro, Norte, Cuyo, Patagonia. Cuatro ascensos a primera y cuatro descensos a una tercera división, también regional, en la cual claramente están relegadas las instituciones que aún no pueden optar por un fútbol con aspiraciones de primera división. Este diseño generaría un cimbronazo realmente federal.
Menos histeria, más competencia. Se avivaría el interés de inversores privados y municipalidades. Un factor importante a la industria cultural podría ser la Televisión Digital Abierta. La misma sería la que televise localmente los partidos de cada institución. Más fuentes de trabajo.
Para aquellos que piensen que sería un despropósito, decirles que desconocen el fútbol de tierra adentro. Para aquellos que se asombran por la cantidad de equipos. Decirles que el Nacional 1997/98 emparejó a 32 equipos, en dos campeonatos. Belgrano de Córdoba, liguilla incluida, necesitó de 67 partidos en una temporada para regresar a la Primera División.
El fútbol argentino se merece una gran reestructuración. Si no, tendrá razón Sarmiento.
* Carlos Aira – Radio Gráfica / La Señal Medios / La Señal Fútbol / www.xenen.com.ar