febrero 02, 2025

Peligrosos chantajes discursivos

Peligrosos chantajes discursivos

Por Agustín Montenegro (*)

El debate por la ley de despenalización del aborto desplegó, entre otras cosas, lo que ya muchos percibían: un campo discursivo en disputa. Claudia Piñeiro, en su ya difundido y comentado discurso, hizo notar uno de sus puntos más significativos. La palabra en disputa no es otra que la palabra «vida». Y ahí ella ya denunciaba un robo: si los antiabortistas están a favor de la vida, entonces los que están a favor del aborto están en contra. El robo equivale acá a una colonización en la cual aquel que coloniza la palabra y le imprime su sesgo, su significado y su historia permite, hacendoso, que el otro, equivocado, exista en esa palabra y se relacione con ella, la utilice, pero siempre en los términos del colonizador. ¿Qué otra cosa es una colonia si no un territorio ocupado y, por lo tanto, en plena disputa (legítima o no) en la cual existe momentáneamente un grupo dominante que impone condiciones al dominado? El retruque de Piñeiro es, por supuesto, que en el caso de jugar con esas reglas, son las vidas de las miles de mujeres que pierden su vida en abortos clandestinos las que deben tenerse en cuenta. Ante la intención colonizadora, una resistencia que no niega que el otro, dominador, utilice la palabra «vida». Solo pide, casi como un llamado a una racionalidad ausente, que no se aprovechen de la exclusión polarizante que fácilmente puede expresarse en el lenguaje, y que tiene en nuestra historia política ejemplos notorios.

La disputa se da también fuera del Congreso, y tiene que ver con el hecho de que es a través del lenguaje que representamos al otro. La adjetivación, la referencia o una simple oración poseen poderosas y definitivas implicancias sociales que los feminismos han comprendido mucho mejor que cualquier otro sujeto o grupo que utilice la palabra pública. Hay ejemplos de diversas intensidades. En una mesa dominguera con Mirtha Legrand, Beto Casella expresó su sentida preocupación por los actos de feministas como Malena Pichot que, tras un malentendido malintencionado, fue atacada por los medios. Casella decía entonces que el feminismo «se esgrime desde un lugar de amor, de tolerancia…». Para Casella el feminismo se configura como un recital de Joan Baez en Woodstock. Pero lo complejo no está en su curioso concepto sobre el feminismo, sino en que considera que está en el lugar indicado para decir qué es el feminismo. Esta vez la colonización se da en territorio completamente ajeno. No sería extraño que las tierras más fértiles del feminismo caselliano sean para las mujeres dóciles y tolerantes, que sepan colaborar con el régimen impuesto.

Hay un caso a mi entender muchísimo más grave (para nuestros propósitos) que el de Casella, el cual, en última instancia, queda reservado a la magra propuesta de los medios hegémonicos o a la infinita rosca twittera. Volvemos al Congreso, a la jornada del 31 de mayo. Ahí, el querido cura villero Pepe Di Paola, de acciones concretas reconocidas día a día en el campo popular, declaró: «FMI es aborto, y aborto es FMI». A su vez, destacó a las mujeres secuestradas en la ESMA, por «resistirse a abortar y defender la vida aun en las terribles condiciones en las que les tocó vivir». Según su lógica, es la clase burguesa la que propone el aborto, con apoyo de un «pseudoprogresismo», reivindicándolo bajo la excusa de dar un beneficio a los pobres. Así, también declaró que aquellos diputados que quieran legalizar el aborto desean lo mismo que sucede en «las islas Malvinas usurpadas por el Imperio Británico, donde se estableció una base de la OTAN y donde el aborto es libre, seguro y gratuito». Finalmente, cerró su discurso: «Siguiendo este camino podemos ser más feministas cuando reivindicamos los derechos de la mujer y cuidamos la vida».

Existen dos problemas graves en sus palabras. El primero tiene que ver nuevamente con el concepto de feminismo, que Di Paola también pretende definir y delimitar. Estar a favor del aborto, entonces, no es ser feminista. Parecería ser que aún con toda su práctica comunicacional, política, discursiva o académica, los hombres no han entendido que no tienen ningún tipo de rol en declarar qué es o no es el feminismo, y mucho menos qué debería ser. Sería como explicarle qué es ser negro a Touissant-Louverture.

El segundo problema es el que motiva esta nota. Se trata del peligroso chantaje discursivo que implica confrontar términos que no deben ser confrontados, y mucho menos en un contexto en el cual se juega nada más y nada menos que el pueblo. Juan Grabois, en otra ocasión, supo desplegar la prudencia (una de las virtudes cardinales del catolicismo) al decir que personalmente no estaba de acuerdo con el aborto, que en la militancia activa había inclinación mayoritaria por estar a favor, y que las bases estaban divididas. Justo, poco pragmático en lo inevitablemente personal, pero pragmáticamente prudente al fin. ¿Qué fue lo más importante de ese mensaje? «La tarea principal de un militante popular es construir unidad», y no responder a la estrategia del «divide y reinarás». El padre Pepe parece haber elegido otro camino y, jugando a la polarización, declaró que todo aquel que esté a favor del aborto está a favor de aceptar el crédito y las violentas políticas del Fondo Monetario Internacional. Si de dividir se trata, Pepe Di Paola fue a más, y puso a todos los que estamos a favor del aborto legal, seguro y gratuito en una debacle. Y así como nosotros nos preguntamos si será que no nos habremos dado cuenta y deseamos que el FMI venga a flexibilizar nuestras leyes laborales de la mano del partido gobernante, o que acelere el proceso de desfinanciación de nuestra educación pública siempre y cuando nos dé la ley del aborto, antiabortistas notorios como Cecilia Pando habrán sentido una profunda pena al no haber asistido a la multitudinaria movilización que marchó contra el FMI. ¿O habrá reflexionado, en la misma tónica, acerca de la bienaventuranza de las mujeres secuestradas en la ESMA que dieron a luz a sus hijos? El propio presidente dijo estar en contra del aborto, y casi se enorgullece de habernos entregado nuevamente a las exigencias del Fondo. Hasta el propio Macri, aliado de Lewis, parecería ser más malvinero que Jorge Taiana si nos guiaramos por este curioso organigrama. La realidad es que, con aborto o sin aborto, el FMI viene igual. Y no viene precisamente a hacer abortos legales, seguros y gratuitos.

Siendo un referente villero pero también un referente eclesiástico, no debería sorprender tanto su postura frente al aborto sino la operación retórica despiadada para excluir e incluir de las luchas populares a los y las que revindican el derecho al aborto, para evitar, entre otras cosas, que siga siendo un privilegio para pocos. Poco me importa que los pintorescos y más o menos desequilibrados personajes en contra del aborto descalifiquen a pensadoras, escritoras y compañeras. Mucho, por el contrario, la palabra de aquellos que tienen la responsabilidad pública (porque así la han asumido) de generar unidad en el campo popular, y deciden abjurar de la política para acusarnos a muchxs de asesinos o, peor, entreguistas.


(*) Escritor, conductor de Las Lecturas por Radio Gráfica.

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