junio 05, 2025

Mujeres | Voz y organización

Mujeres | Voz y organización

Por Eliana Cabezas*

El XXXI Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario contó con más de 70 mil participantes, pero el foco estuvo puesto en “los actos de vandalismo” en un intento absurdo de justificar la represión. La masividad en los talleres y los dos días de debate se invisibilizaron. Luego, el femicidio de Lucía Pérez y el dolor traspuesto en el paro de mujeres con una posterior movilización a Plaza de Mayo, que tuvo mayor convocatoria que la Marcha Federal. La transversalidad de la problemática manifiesta en la heterogeneidad presente. Un hecho político que, por la magnitud que adquirió, mereció el relato del varón en gran parte de los medios de comunicación. Peor aún, fue la atención que cobró la foto de un hombre en cuero – qué paradoja – con un cartel que expresaba: “Estoy rodeado por el sexo opuesto… y me siento protegido, no intimidado. Quiero lo mismo para ellas”. Pareciera ser que les cuesta no ser el centro de la escena. Algunos se colocan la careta y violentan con la doble discursividad. Otros, simplemente, no conocen la manera. Pero corre por cuenta de ellos que repensar cómo los atraviesa el sistema. La organización feminista seguirá avanzando y sin pedir permiso a nadie.

El doble discurso y sus violencias

“Las feministas atacan al hombre”, “sí la lucha la tenemos que impulsar juntos ¿por qué los hombres no podemos participar de los espacios de mujeres?”, “el problema está en que se terminan sectorizando”. La mujer empoderada es una piedra en el zapato. Molesta. Despierta miedos en aquellos que ven tambalear su estado de confort. Genera inseguridades en el Gollum, que lo único que quiere es conservar el poder y refugia su intencionalidad en un “me siento excluido”. El ego dañado por el lugar negado dentro de la organización, pero, además, la desconfianza en la capacidad de conducción de las mujeres. La resistencia plasmada fuertemente en la acción: te embarro la cancha con la excusa de que hay “urgencias por resolver”. Y mientras el doble discurso de torna un denominador común y los hombres le exigen a las feministas formaciones, las mujeres mueren por abortos clandestinos, sufren la pobreza y el ajuste, enfrentan a los jueces misóginos cuando denuncian un caso de violencia de género, son ninguneadas y privadas de los cargos jerárquicos, invisibilizadas por la historia, acosadas, violadas y asesinadas.

Si en verdad son tantas las inquietudes que tienen los varones ¿por qué no generan sus propios espacios? ¿por qué quieren ir a copar otros? ¿por qué piden capacitaciones en vez de autores o autoras para leer? Es lo cómodo y la reproducción de ciertas lógicas arraigadas a nivel social. La madre en el personaje de maestra ciruela, enseñándole al hijo qué camino debería tomar para ser mejor persona. Un rol asignado socialmente que dificulta el acceso de la mujer en la política. El entusiasmo de muchos, a veces, se torna una zanahoria que desvía la construcción de un feminismo popular.

Las instancias mixtas de debate son fundamentales, pero también un arma de doble filo. Pues sí el interés toma la forma de una demanda y los hombres no se plantean la necesidad de generar un ámbito para cuestionar sus privilegios, todo se convierte en una gran escena teatral. Nadie les niega un lugar en el campo de batalla. El requisito es que haya un entrenamiento previo, que consiste en discutir cómo los interpela el Patriarcado sin caer en el paternalismo. La mujer no necesita que hablen por ella ni ser legitimada por un macho, tiene voz propia.

(*) Área periodística de Radio Gráfica

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