
Por Eliana Cabezas*
Pocas personas viven con intensidad cada momento que les toca atravesar y dejan una huella imposible de borrar. Otras menos, las que se permiten enfrentar al monstruoso sistema cis heteropatriarcal. Un sistema que oculta lo cultural con el velo de lo natural y violenta con los estereotipos sociales que siembra. Violenta porque oprime, excluye y genera desigualdades en los distintos estratos sociales. Aquello que no se adapta a las normas establecidas, es discriminado e invisibilizado. El derecho de admisión, a la orden del día. No hay lugar para otras identidades. Por eso, en un mundo repleto de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposa. Ese que tuvieron Pia Baudracco, Effy Beth, Diana Sacayán, Lohana Berkins y otrxs tantxs luchadorxs más.
El sistema cis heteropatriarcal impone sus reglas. Crea concepciones que penetran fuertemente a la sociedad. Asigna formas de vida de acuerdo a lo biológico y a lo establecido por la ciencia médica. Construye identidades de género en términos binarios: masculino o femenino. Siempre con los genitales como punto de partida, para luego anclar determinados sentidos, roles y tareas, que alimentan lo económico. La categorización prima. Se es hombre o mujer en base a ciertos requisitos. Pero ¿Qué ocurre cuando alguno no se cumple? Se excluye. Y fuertemente, porque atraviesa diferentes ámbitos. De lo familiar a lo laboral, pasando antes por lo educativo. Ese es el precio por atentar contra la “normalidad”: poner en riesgo al otrx.
La esperanza de vida de las personas trans es de 35 años, según lo marca un estudio realizado por la Fundación Huésped y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina. Esto se debe principalmente a la falta de acceso a la educación, salud y trabajo. Pues el sistema termina expulsando a aquellxs que no encajan con las definiciones. La mirada no sólo condiciona, sino que también daña. Y, aunque se ganaron gran cantidad de derechos durante los doce años de gobierno kirchnerista, todavía hay un cisexismo reinante ¿Por qué? Porque lxs trans siguen siendo señalados con el dedo. La racionalidad abunda, el sentir es una deuda pendiente. Ahora ¿Es necesario encasillar? ¿no somos acaso todxs personas? ¿Qué pasaría si dejáramos las categorías de lado?
Lxs trans conviven con el desprecio. Padecen la mochila que les cargó gran parte de la academia a través del “conocimiento”. Sufren el sentido común que imparte lo cultural. Entonces muchxs se someten a tratamientos hormonales y cirugías para cumplir con las condiciones exigidas. El cuerpo, castigado. Sin contar la discriminación que habita en el mundo de lo laboral. El trabajo, el privilegio de algunxs. La educación también. Si. No todxs tienen la valentía de afrontar lo que la batalla conlleva. Las heridas, a veces, suelen ser bastantes profundas. Es por ello que no deben quedar en el olvido los nombres de lxs que le pusieron el cuerpo a las balas y construyeron en colectivo. Más aún si tuvieron al amor como motor de cambio. Ese mismo amor al que hizo referencia Lohana Berkins en su última carta: al que lxs impulsó a querer transformar el mundo.
*Área periodística de Radio Gráfica – Abramos La Boca