Por Rafael Cullen*
La historia mundial registra muy escasos antecedentes de un bombardeo por parte de las fuerzas armadas de un país a su propia población civil que -con la convivencia de sectores políticos y eclesiásticos-, se proponga implantar el terror como método para derrocar a un gobierno constitucional y lograr la toma del poder.
Esto sucedió en nuestro país. El 16 de junio de 1955 la aviación militar argentina tuvo su bautismo de fuego. Según cálculos de un experto en tecnología militar, fueron arrojados 13.800 kilogramos de bombas sobre la ciudad de Buenos Aires.[i] Hasta hoy, reconocidas por el Estado Nacional, existen 308 víctimas fatales y alrededor de 800 heridos y mutilados.
No se atacaron objetivos militares, fueron bombardeados y ametrallados, la Casa Rosada, la Residencia Presidencial, donde sabían los aviadores que no estaba Perón, la CGT, el Departamento Central de Policía y el Ministerio de Obras Públicas ubicado sobre la 9 de Julio, lugar emblemático de las concentraciones peronistas.
Los vuelos rasante ametrallando, el arrojar los tanques de combustible sobre los manifestantes cuando ya los golpistas huían a Montevideo y la utilización de bombas de fragmentación demuestran la decisión de provocar víctimas.
Esta demostración de barbarie no fue un rayo aparecido en un cielo sereno. Tuvo antecedentes donde actuaron actores internos y externos.
El primer intento de derribar al gobierno peronista se produjo el 29 de septiembre de 1951 encabezado por el general Benjamín Menéndez La proclama golpista fue firmada por los principales dirigentes de los partidos Unión Cívica Radical, Demócrata Nacional, Demócrata Progresista y Socialista
En las elecciones presidenciales del 11 de noviembre de ese mismo año, votaron primera vez las mujeres argentinas y Juan Domingo Perón se impuso con el 62.4 por ciento de los votos.
Ignorando el veredicto de las urnas, la escalada golpista continuó con el atentado terrorista del 15 de abril de 1953. En Plaza de Mayo durante un acto convocado por la CGT., mientras hablaba el presidente, estalló una bomba colocada en un andén del subte frente al Cabildo. Mató a cinco personas e hirió a alrededor de cien de las cuales diecinueve quedaron lisiadas para siempre.[ii] Una estación de subterráneo lleva el nombre del principal imputado en el hecho que fuera ministro en el gobierno del doctor Raúl Alfonsín.
Luego del atentado, participantes de la manifestación atacaron e incendiaron las sedes de la Unión Cívica Radical, el Partido socialista y el Jockey Club; aún hoy es lo más recordado de esta fecha
A raíz de la intentona de 1951 se había dictado la ley 14.062 que declaró «el estado de guerra interno». Luego del atentado de 1953 además de los responsables fueron detenidos numerosos políticos opositores. Al poco tiempo el gobierno avanzó en una política conciliadora que se concretó en la Ley de Amnistía 14.296. El primer paso se concretó el 1ª de febrero de 1952 cuando Perón recibió al dirigente del Partido Socialista Enrique Dickman. Así recuperaron su libertad muchos de los civiles y militares encarcelados por ambos hechos. A raíz de esta gestión Dickman fue expulsado del partido del que era fundador.
En abril de 1954 el peronismo demuestra, una vez más que era imbatible en el terreno electoral al duplicar los votos de la principal fuerza opositora, la UCR (4.994.106 contra 2.493.422 63.8% y 32.2%). Estaba claro que respetando su legitimidad institucional no era posible expulsarlo del gobierno.
Utilizando la confrontación de la Iglesia con el peronismo, el frente opositor logra cierto grado de unidad y se concreta el movimiento subversivo. Su jefatura política era un triunvirato formado por Miguel Ángel Zavala Ortiz, Américo Ghioldi y Oscar Vichi. Según el testimonio de Marta Lonardi (hija del primer jefe insurrecto) en su financiamiento tuvieron participación los Bemberg, los Gainza Paz y Raúl Lamuraglia dirigente de la UIA que en 1945 había impulsado la negativa patronal a pagar el aguinaldo.
La coyuntura internacional estimulaba los planes subversivos. En junio de 1954 la aviación norteamericana había bombardeado la capital de Guatemala y derrocado al presidente Jacobo Arbenz. En marzo de 1955 visitaron nuestro país Carl Espe, jefe del Servicio de Espionaje de EEUU, el brigadier mayor Robert W. Douglas presidente de la delegación de las Fuerzas Aéreas de EEUU ante el Consejo Interamericano de Defensa y el rompehielos norteamericano ATKA fue agasajado por la Marina Argentina Desde el 6 de abril el New York Times comenzó a publicar notas sobre nuestro país, en una de ellas afirmaba que se acerca el fin del peronismo.
La misma noche del ataque Perón hace un llamado a la calma. Pese a ello, grupos que habían concurrido a la Plaza por el llamado de la CGT incendian algunas iglesias del barrio norte y el centro de la ciudad. Al día siguiente el presidente acusa a los comunistas del ataque a los templos y reitera su voluntad de paz.
Se levantó el Estado de Sitio. Renuncian varios ministros, entre ellos el de Educación cuestionado por la Iglesia Católica debido a la creación de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). El gobierno ofrece la radio a la oposición y la desliga de la acción terrorista En un discurso Perón dice: Los partidos políticos populares no son capaces de aceptar que se tire indiscriminadamente contra el pueblo indefenso. Frente a los legisladores anuncia: he dado por terminada la revolución. En una reunión con la CGT reitera: Después de doce años de lucha, he decidido dar por terminado el período revolucionario.
La totalidad de los partidos opositores rechazó la conciliación ofrecida.
El 29 de junio, la UCR con la firma de Arturo Frondizi que acababa de recuperar su libertad afirmaba: 1) La responsabilidad de los trágicos sucesos de 16 de junio de 1955 es enteramente del gobierno.
El 9 de agosto, Vicente Solano Lima se dirigió por radio a todo el país: Si el Estado debilita el concepto de familia, si destruye el principio de inviolabilidad de la propiedad privada, si ciega su libertad y ataca la religión que profesa, ¿Qué queda del hombre? (…) Para hacer efectiva la pacificación verdadera (…) es necesario algo más que un programa de rectificación.
El doctor Luciano Molinas dirigente del Partido Demócrata Progresista sin ninguna retórica sobre a libertad, critica la nacionalización del Banco Central, de los depósitos bancarios y la existencia del IAPI.
La política conciliadora continuó con las penas impuestas a los responsables de la matanza. Se evitó aplicar la pena capital prevista en el Código de Justicia militar como preveían los detenidos. Uno de los refugiados en Montevideo, el piloto naval Máximo Rivero Kelly dijo: Pensamos que Perón iba a fusilar y el contralmirante Gargiulo se suicidó previendo que le aplicarían la pena máxima.
Los golpistas interpretaron la voluntad de paz del peronismo como debilidad. Así quedó abierto el camino para el derrocamiento del gobierno e iniciar la demolición del Estado de Bienestar, objetivo que se terminó de concretar con el Estado Terrorista implantado en 1976. Lo sintetizó con la sinceridad que permite la impunidad el contralmirante Rial, cuando el 29 de septiembre de 1955 dijo a un grupo de sindicalistas: Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este país el hijo de barrendero muera barrendero. Para que fuese posible era necesario el efecto psicológico, como llamó al terror de las bombas el capitán de fragata Néstor Noriega jefe de la Base Naval de Punta Indio y uno de los autores e la masacre.
Más allá de la ubicación que se tenga frente al conflicto central dela Argentina contemporánea, este breve ejercicio de memoria permite desmentir a la «tribuna de doctrina» fundada por Bartolomé Mitre, cuando afirma que el golpe de Estado que derribó al peronismo fue «una revolución incruenta».
[i] Cicalesi Juan Carlos: en Cichero Daniel «Bombas sobre Buenos Aires» Ediciones B Argentina 2005 p.81
[ii] Fuente: «Bombardeo del 16 de junio de 1955». Investigación histórica del Archivo Nacional de la Memoria año 2010
(*) Historiador. Autor de Clase Obrera, Lucha Armada, Peronismos.