
Comienzo a escribir una crónica que me hubiera gustado no tener que hacerla. Escribo con una mezcla de tristeza y amargura por la inobjetable y contundente derrota de “Maravilla”, que dejó un sabor a fin de su carrera para uno de los grandes campeones que ha tenido el boxeo argentino. Martínez casi no peleó, padeció la lucha desde que comenzó hasta que su esquina, inteligentemente, dio por terminado un combate que no tuvo equivalencias.
No hay deporte más cruel que el boxeo cuando llega el momento del retiro, cuando los años comienzan a pesar en los cuerpos de los deportistas. Arriba de un ring las derrotas y los declives se pagan muy caros, básicamente con salud, ingratitud y con los habituales comentarios imbéciles de personas que parecen esperar esos momentos. Las partes finales de las carreras de los boxeadores suelen dejar imágenes tristes, duras, en donde conviven la pena y la sorna del comentario malicioso. Son muy pocos los que logran retirarse a tiempo, con toda la gloria a cuestas. Apenas unos elegidos que entienden cuando es el momento.
Esta noche “Maravilla” no tuvo la mínima posibilidad, la pasó mal desde el mismo inicio de la pelea. Cuando apenas comenzaba y recién nos acomodábamos en nuestras sillas nos sorprendimos con una caída tras un potente gancho al hígado. No podíamos salir de nuestro asombro de ver como caía dos veces más en ese fatídico primer asalto. Martínez estaba conmovido, sin respuesta y con el peor pronóstico desde el inicio del combate. ¿Cómo haría para resistir la pelea con un primer round tan malo, con tan malas perspectivas?
En los asaltos siguientes, Cotto siguió siendo el dominador claro, manejando la pelea sin sobresaltos. Enfrente tenía a un “Maravilla” lento, sin capacidad de daño ni respuestas, con coraje para mantenerse en el ring, pero sin capacidad para torcer la pelea a su favor. En cuanto el argentino buscaba conectar un golpe, aparecía las manos francas de Cotto en el rostro de Martínez. Pura impotencia.
A medida que transcurrían los asaltos solo quedaba el deseo de la mano salvadora, el golpe épico que pudiera torcer el destino del combate. Invocaba al “Roña” Castro en su noche histórica ante John David Jackson o a un Victor Galíndez que ensangrentado ganaba ,en otra noche para el recuerdo, a Richie Kates. No parecía quedar otro camino. Solo la esperanza del golpe de suerte, definitorio.
La sensación que se iba acentuando con el correr de los minutos era la endeblez de Martínez. No podía afirmarse en el ring, le faltaba fortaleza en las piernas, parecía caminar sobre un suelo enjabonado. Cotto conectaba con precisión y velocidad, tanto al rostro como el cuerpo sin recibir castigo alguno como contraprestación. La imagen de la pelea se hacía cada vez más difusa y oscura para “Maravilla”.
Terminado el noveno round, ya estaba claro que no había lugar para un acto heroico, que no había la mínima chance de revertir la pelea. Con inteligencia, la esquina del argentino entendió lo mismo, que extender el combate no haría más que hacer que empeorar la salud de un “Maravilla” desdibujado. Fue nocaut técnico y fin de una noche triste y para el olvido.
No hay deporte donde los momentos de gloria y las caídas sean tan contundentes como en el boxeo. Alberga historias humanas en donde se conjugan la épica, la resurrección, el camino solitario a lo más alto y el descenso al infierno. Quizás esa sea una de las razones por la cual el boxeo sigue teniendo intensidad y popularidad con el correr de los años. Son historias crudas que reflejan como ninguna otra disciplina los picos y las caídas de los seres humanos.
Un rato después de terminada la pelea me puse a repasar con ansiedad que se decía en Twitter, esa red social en donde todo se comenta en tiempo real. Quería ver las repercusiones, que había generado la pelea. Por un lado me encontré con un tuit muy acertado de Alejo Rivera, el relator de la pelea en la TV Pública, en donde logró sintetizar la sensación que había dejado la noche: “Martinez no se quedó sin boxeo. Se quedó sin piernas en el final de su carrera.Y sus piernas, eran su boxeo.” A lo largo del combate quedó en evidencia que su cuerpo ya no es el mismo y que sus piernas tampoco.
Al seguir leyendo me sorprendí gratamente con la cantidad de mensajes de apoyo y agradecimiento a “Maravilla” por su trayectoria. La mayoría de ellos, también, transmiten una sensación de punto final para su vida profesional. Una mezcla de melancolía, gratitud y tristeza. Más allá de que todavía le quede una pelea por contrato con HBO las acciones de Martínez han bajado. ¿Qué pelea atractiva puede tener por delante?, ¿cómo evitar una noche como la que vivió ante Cotto?
Quiero cerrar la nota con un mensaje que refleje con justicia y ponga en el lugar adecuado lo que ha significado “Maravilla” para el boxeo argentino. Por más de una década la disciplina había ingresado en el ostracismo, la falta de brillo y la pérdida de popularidad salvo contadas excepciones. Martínez fue la figura fundamental para la popularidad que la disciplina ha retomado en los últimos años. Primero por su capacidad técnica y sus grandes peleas, segundo porque su carisma y figura marketinera ha dado el impulso más fuerte para que el boxeo vuelva a la vida cotidiana de los argentinos.
Más allá de la derrota y de la pérdida de cinturón, hay que reconocer a Martínez por su calidad y por reposicionar al boxeo en la consideración pública. Se retire o no como campeón ya tiene un lugar grande en la historia del pugilismo argentino.
*Leonardo Martin – Abri la Cancha / Radio Grafica