Por Cesar Trejo *
Robert Rowland, eurodiputado británico, pidió a través de las redes sociales que los buques extranjeros que pescan en aguas arrebatadas por el colonialismo británico reciban “el mismo trato que el Belgrano”. Lo hizo al celebrar la incorporación de su compañera eurodiputada del Brexit Party, June Mummery, al Comité de Pesca del Parlamento Europeo.
Las respuestas a las declaraciones sincericidas de Rowland no se hicieron esperar. El Eurodiputado Chris Davies, también británico y elegido para presidir el Comité de Pesca Europeo, declaró que le daban náuseas el llamamiento a asesinar personas, pescadores de otras naciones “en nuestras aguas”. Mientras que el embajador británico en Buenos Aires, Mark Kent – siempre sonriente, siempre simpático-, declaró que, “pese a las diferencias que hay en algunos puntos, hay que mantener el respeto. Tenemos una agenda moderna de beneficio mutuo y una agenda humanitaria. Y seguimos en ese camino. Respetamos los caídos».
También, naturalmente, hubo declaraciones de la diplomacia argentina, pero de ellas nos ocuparemos al final de esta nota.
Lo que surge a primera vista, es que la cuestión de la ocupación colonial británica en Malvinas ha ingresado en la grieta abierta en el Reino Unido por el Brexit. Pero no, si analizamos atentamente el pensamiento y el accionar británico en el Atlántico Sur.
En “La Crisis Mundial” (2018, Ediciones Fabro) los analistas Wim Dierckxsens y Walter Formento, definen al Brexit como una confrontación entre la Corona Británica y el globalismo financiero de la City de Londres, en primer término, y con el continentalismo Europeo que controla la Unión Europea con eje en Alemania-Francia-Italia, en segundo término.
La salida del Reino Unido de Gran Bretaña de la Unión Europea, pretendería la construcción de un nuevo rol para el alicaído imperio británico, reforzando su liderazgo a través de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), su alianza estratégica con los EE.UU. y, eventualmente, un estrechamiento con el emergente liderazgo de China y su nueva canasta de monedas donde el yuan ocuparía preeminencia ante el debilitamiento del dólar.
Para lo que nos interesa en estas latitudes, el Brexit no significaría ninguna ventaja geopolítica para nuestro objetivo de recuperar el ejercicio de soberanía en el Atlántico Sur. Por el contrario, la persistencia colonial británica se reforzará aún más, considerando al Atlántico Sur como una región vital para los intereses de la Corona británica.
En consecuencia, lejos de interpretar estos chisporroteos verbales como una muestra de una “grieta” británica, debemos analizarlos como parte de una estrategia dual, característica de la tradición política colonial inglesa.
Se trata de la coexistencia de dos formas simultáneas y complementarias de dominio, perfectamente verificables en el Atlántico Sur. Por un lado, la presencia de una base militar de la OTAN bajo administración británica, con cuatro componentes –naval, aéreo, misilístico y estaciones de radar fijas-, permanentemente actualizados y reforzados. Una fuerza militar que amenaza prioritariamente a la Argentina, pero también a toda la Región. Una amenaza a la Paz en el Atlántico Suroccidental, y a cada uno de sus países.
Por el otro lado, el ejercicio de lo que el pensador norteamericano Joseph Nye bautizó como “Softh Power”, del que los ingleses son maestros desde su lanzamiento como potencia imperial.
En efecto, el poder blando británico cuenta en nuestro país con una larga tradición, en especial sobre las clases dirigentes y mediopelenses, siempre deseosas de parecerse a la nobleza británica.
A la anglofilia cultural imperante en los propios círculos vernáculos, se le agrega una sistemática actividad de seducción de profesionales de distintas disciplinas académicas e integrantes de todo el arco político argentino, con invitaciones a visitar la metrópoli inglesa a través de becas y participación en programas de intercambio, donde los huéspedes quedan deslumbrados, dispuestos a servir al poder del anfitrión. De todos los candidatos que participan en las próximas elecciones nacionales en nuestro país, son pocos los que no hayan participado de estas convocatorias, o que no asistan a las reuniones a la embajada norteamericana o británica, o que no reciban donaciones o subsidios de ese origen.
Esto explica que la Causa de Malvinas o la escandalosa depredación de nuestros recursos minerales, energéticos, pesqueros o financieros, no encuentren lugar en las agendas políticas de los candidatos, mientras crecientes sectores de nuestra comunidad caen en la pobreza e indigencia.
El poder blando británico, desde la postguerra, ha ejercido influencia decisiva en la percepción de las causas de la guerra, de su desarrollo y de sus consecuencias. Lo hizo de manera indirecta, a través de las denominadas “élites de producción simbólica”, es decir, intelectuales, académicos, periodistas, políticos profesionales y hasta algún grupo de ex combatientes. El mecanismo ideológico predilecto para ese propósito ha sido y sigue siendo, el progresismo. Los ejecutores principales de la llamada “desmalvinización” fueron y son agentes de izquierda y militantes de los derechos humanos, en su versión reduccionista. Es que el colonialismo no tiene pruritos ideológicos a la hora de defender sus intereses concretos: tiene su izquierda, su centro y su derecha.
Mientras mantiene un férreo control militar sobre el Atlántico Sur, despliega una estrategia de “ablandamiento” de las conciencias. A eso se refiere el Embajador Mark Kent cuando se refiere a “una agenda humanitaria”. Se trata de disfrazar el poder duro, la ocupación militar y el saqueo de nuestros recursos, con el marketing humanitario, un rostro humano y dialoguista. Las declaraciones del Eurodiputado Rowland desnudan el poder duro, la verdadera naturaleza de la ocupación británica en el Atlántico Sur.
La Cancillería argentina también respondió a las brutales declaraciones del Eurodiputado que aconsejó tratar a los buques pesqueros que no paguen tributo a Su Majestad en los mares bajo su dominio, como lo hizo el HMS “Conqueror” con el Crucero “Gral. Belgrano” el 2 de mayo de 1982. Aún no sabemos si esa fue la suerte que corrió hace un año y medio el Submarino A.R.A. “San Juan”.
El comunicado de nuestra diplomacia, afirmó: “El Gobierno argentino condena enérgicamente las lamentables declaraciones del eurodiputado británico Robert Rowland, realizadas a través de redes sociales el día 10 de julio, que deshonran la memoria de las 323 víctimas que perecieron en el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano en 1982, ofenden a sus familiares y demuestran un marcado desprecio por la vida humana”.
Bien dicho. Sin embargo, para que esta indignación fuera creíble, el Gobierno Nacional debería desandar el camino de impunidad hacia los crímenes de guerra británicos, contenido en la cláusula tercera de la Declaración Conjunta bilateral del 19 de octubre de 1989, que estableció:
“Ambos gobiernos se comprometieron a no efectuar reclamaciones contra el otro, ni contra los ciudadanos del otro, en relación con las pérdidas o daños ocasionados por las hostilidades y por cualquier otra acción en y alrededor de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur con anterioridad a 1989”.
Sin dudas que la declaración del Eurodiputado Robert Rowland deshonró la memoria de los 323 Héroes del Crucero “Gral. Belgrano”, víctimas de un crimen de guerra, que ofendió a sus familiares y mostró desprecio por la vida humana; pero más los deshonran los hipócritas que lloran lágrimas de cocodrilo, mientras permiten con sus actos impedir la búsqueda de Justicia, reclamo que viene sosteniendo desde el mismo final del conflicto sus familiares, para restituir la dignidad de las vidas truncadas de sus seres queridos.
Esta aparentemente compungida Cancillería es la misma que el 13 de Junio de 2016 dictaminó, a través de su Dirección General de Consejería Legal y su Dirección General de Malvinas y Atlántico Sur, la inconveniencia de denunciar la cláusula tercera de la Declaración Conjunta bilateral del 19 de octubre de 1989, primera de las que conforman los conocidos como “Acuerdos de Madrid y de Londres”, renunciando explícitamente a representar la búsqueda de Justicia de las familias que perdieron un ser querido en el criminal hundimiento del Crucero A.R.A. “Gral. Belgrano” y otras violaciones cometidas por las tropas británicas durante el conflicto armado de 1982.
Los ingleses, como potencia colonial, hacen su trabajo. Más que indignarnos, debemos prepararnos para impedir que nos sometan a sus nuevos mecanismos de esclavitud.
Lo que sí indigna, nos hace hervir la sangre y nos asquea, son aquellos que sirven al enemigo, y disfrazan su traición con muecas falsas.
¡VERDAD Y JUSTICIA PARA LOS HÉROES DEL CRUCERO GRAL. BELGRANO! ¡GLORIA Y HONOR PARA LOS HÉROES DE MALVINAS!
* Veterano de la guerra de Malvinas, integrante del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanus.