Por Iván Novotny*
Se conoció por estos días una conmovedora fotografía de un padre y su hija, ambos salvadoreños, que murieron ahogados el pasado domingo al intentar cruzar el Río Bravo para emigrar a Estados Unidos. Se trata de Oscar Martínez, de 25 años, y su hija, Valeria, de dos, que cruzaron por el Estado de Tamaulipas, al Noreste de México, pero fallecieron en el intento. La imagen genera indignación, se ve al padre protegiendo a su pequeña hija que lo abraza. Es sólo uno de los tantos casos: el año pasado 282 personas murieron al cruzar la frontera Norte hacia Estados Unidos.
La problemática de la migración masiva pone de relieve el colapso del sistema neoliberal, que genera exclusión, violencia y desazón en las poblaciones. Este año se estima en 800 mil personas que emigrarán de Centroamérica hacia Estados Unidos, principalmente provenientes desde Honduras, Guatemala y El Salvador en busca de mejorar las condiciones de vida de sus familias: poder comprar una casa, conseguir un trabajo, enviar dinero a sus hogares, son las principales aspiraciones por las que huyen de sus lugares.
Se genera un círculo vicioso en esta profunda problemática humanitaria: por un lado los gobiernos aliados a Estados Unidos impulsan políticas inhumanas que generan desempleo, pobreza y extracción de recursos naturales para beneficios del país norteamericano. Luego, las víctimas de esas políticas buscan emigrar hacia Estados Unidos porque en sus países de origen no tienen posibilidades de desarrollo. Pero se ven imposibilitados de lograr ese objetivo, por las medidas violentas hacia los migrantes por parte del gobierno de Trump, con el proyecto del muro fronterizo con México como máxima expresión xenófoba, pasando por el maltrato, la vejación, la separación de familias, entre tantas otras. Es una clara trampa para esas poblaciones desposeídas.
En la problemática dada por los desbordes migratorios no sólo hay componentes políticos y económicos, sino también sociales y culturales. Muchos de esos cientos de miles que aspiran a llegar a Estados Unidos van en busca del “sueño americano”, para lograr un modelo vida como el que se encargan de difundir por los medios masivos de comunicación desde el poder imperial.
Hay entonces una colonización cultural muy fuerte en las poblaciones de Latinoamérica, que deberá contrarrestarse con una transformación cultural, mental, de valores. Para que esas poblaciones puedan elegir y construir modelos políticos y sociales que defiendan sus intereses y no los de Estados Unidos, para que logren crecimiento y desarrollo nacionales en sus países, y no sean forzados a emigrar lastimosamente en condiciones inhumanas.
(*) Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA) – periodista