Por Nicolás Moggia (*)
14 de junio de 1982. Las balaceras cesaron. Los cañones de artillería silenciados. Los aviones Super Étendard y sus misiles Éxocet dejaron sus temidas incursiones en tierra y mar. La Armada Argentina se vio sobrepasada por los modernos barcos de la O.T.A.N. Las Fuerzas Armadas argentinas, en su conjunto, derrotadas por el enemigo invasor. El sueño nacional de retomar el control de las Islas del Atlántico Sur había terminado. Solo quedaba negociar una retirada digna de nuestros soldados hacia el continente.
Sin embargo, la realidad fue otra. Nuestros héroes fueron obligados a volver por la puerta de atrás: escondidos, silenciados y con un hedor a vergüenza impregnado en el ambiente. Los medios de comunicación tuvieron terminantemente prohibido entrevistar siquiera los protagonistas del conflicto armado por orden de La Junta Militar, excepto a aquellos veteranos quienes hablasen del frío, hambre y las penurias que “los chicos de la guerra” sufrieron en Malvinas: simplemente su intención fue retomar las relaciones diplomáticas y comerciales con El Pirata lo más rápido posible, con la misma actitud de un perro que muerde la mano de su dueño.
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EL PROCESO DE DESMALVINIZACIÓN Y SUS EFECTOS INMEDIATOS
Aún con olor a pólvora en el archipiélago y con el desconocimiento de nuestros héroes por parte de La Junta – y una sociedad que miraba para otro lado – se daba inicio a lo que hoy conocemos como proceso de desmalvinización, término acuñado por el politólogo francés Alain Rouquié.
Siguió el silenciamiento, con la marginación social del veterano. Ninguna empresa, grande o pequeña, quiso darle trabajo –el sustento mínimo de cualquier ser humano– a los combatientes. De nuevo, fueron obligados a repartir estampitas o directamente, pedir monedas en cualquier medio de transporte- ¿Quién no los vio?– Es decir, que mendigue. Y quién mendiga pierde dignidad.
DESMALVINIZACIÓN COMO POLÍTICA DE ESTADO, RETORNO DE LA DEMOCRACIA Y LA HUMILLACIÓN ARGENTINA: EL TRATADO DE MADRID.
Cómo señalé líneas arriba, la política de Estado finalizada la guerra, fue retomar las relaciones tanto diplomáticas como comerciales con la O.T.A.N y El Pirata. Electo, ya en democracia, Raúl Alfonsín –paladín ético de los sectores progresistas –, la desmalvinización siguió su curso: desde los políticos, medios de comunicación, académicos, hasta en el ámbito cultural en todas sus ramas –sólo hace falta mirar, por ejemplo, “Los chicos de la guerra” estrenada en 1984-.
Ahora bien, ¿A qué me refiero con “desmalvinización”? Debemos entenderla como el arma principal de guerra psicológica contra nuestro país que El Pirata utilizó – y utiliza– para desarmarlo anímica y materialmente. Anímicamente, el objetivo es despojar de todo patriotismo y orgullo que significó la gesta Malvinas, principalmente para que el enemigo ya no sea El Pirata y sus aliados, sino, los militares argentinos, y sus futuras generaciones, carentes de espíritu antiimperialista. Y sobre todo, que la población recuerde la patriada como algo doloroso, sin sentido. Derrotada anímicamente, el siguiente objetivo fue en lo material: privatizaciones, extranjerización de la economía, colonización cultural, etc. Sin medios de producción propios, sin Fuerzas Armadas y sin un espíritu de ser nacional, dominar a la Argentina es una tarea doblemente fácil.
El lector se preguntará: ¿Cómo se conectan éstas reflexiones? La respuesta es la firma de los Tratados Anglo-Argentinos y El Tratado de Madrid: el “Versalles” argentino. Firmados por el entonces presidente Carlos Saúl Menem y su ministro de Relaciones Exteriores Domingo Felipe Cavallo –dos cipayos– en 1990. El Estado argentino formalmente aceptó la entrega de la soberanía iniciada en 1983. Dos tratados que aseguran hasta la fecha la dependencia de nuestro país hacia la geopolítica de El Pirata en el Atlántico Sur. El 15 de febrero de 1990 se firmó en Madrid el primero de estos tratados, denominado “Declaración conjunta de las delegaciones de la Argentina y el Reino Unido” que se complementó con el “Tratado Anglo-Argentino de Promoción y Protección de Inversiones”, suscripto el 11 de diciembre de 1990 –sancionado por el Congreso el 4 de noviembre de 1992 (Ley N° 24.184)-. Por ejemplo, el artículo 5 de El Tratado Anglo-Argentino de Promoción y Protección de Inversiones, dicta:
“(1) Las inversiones de inversores de una Parte Contratante no podrán, en el territorio de la otra Parte Contratante, ser nacionalizadas, expropiadas o sometidas a medidas que tengan un efecto equivalente a una nacionalización o expropiación (en adelante denominadas «expropiación») salvo por razones de utilidad pública relacionada con necesidades internas de esa Parte Contratante, sobre una base no discriminatoria y a cambio de una compensación pronta, adecuada y efectiva. El monto de dicha compensación corresponderá al valor real que la inversión expropiada tenía en el mercado inmediatamente antes de la expropiación o antes de que la expropiación inminente se hiciera pública, cualquiera de estas circunstancias fuera anterior; comprenderá intereses de acuerdo con la tasa comercial normal hasta la fecha de su pago; la compensación se efectuará sin demora, será efectivamente realizable y libremente transferible. El inversor afectado tendrá derecho, de acuerdo con las leyes de la Parte Contratante que efectúe la expropiación, a una pronta revisión de su caso, por parte de una autoridad judicial u otra autoridad independiente de dicha Parte Contratante, y de la evaluación de su inversión conforme a los principios establecidos en este párrafo.”
En simples palabras: si el Estado argentino decide que una industria de capitales británicos es esencial para el desarrollo del país, debe ser indemnizado bajo los términos del Pirata.
El Tratado de Madrid consta de 18 artículos y cuatro anexos entre los cuales podemos destacar los artículos 4 y 5:
“4.– La Delegación británica anunció la decisión de su Gobierno de dejar sin efecto la Zona de Protección establecida alrededor de las Islas Malvinas (Falkland Islands).
5.– Ambos Gobiernos aprobaron con satisfacción el Informe Final del “Grupo de Trabajo Argentino-Británico sobre medidas para crear confianza y evitar incidentes en la esfera militar” y decidieron, bajo la fórmula sobre soberanía a que se refiere el punto 2 de esta Declaración:
- A) Establecer un “Sistema Transitorio de Información y Consulta Recíprocas” sobre los movimientos de las unidades de sus Fuerzas Armadas en áreas del Atlántico Sudoccidental. Los objetivos del sistema son fortalecer la confianza entre la Argentina y el Reino Unido y contribuir a lograr sin demoras innecesarias una situación más normal en la región. (El texto de este acuerdo figura como Anexo I de esta Declaración Conjunta).
- B) Establecer un “Sistema de Comunicación Directa” entre las Islas Malvinas (Falkland Islands) y el territorio continental con el objetivo de reducir la posibilidad de incidentes, limitar sus consecuencias si ocurrieran actividades Anexo Z). y aumentar el conocimiento reciproco de las militares en el Atlántico Sudoccidental. (Ver Anexo I)
- C) Acordar un conjunto de reglas de comportamiento reciproco para las unidades de sus respectivas fuerzas navales y aéreas que operen en proximidad. (Ver Anexo II).
- D) Acordar un conjunto de procedimientos para casos de emergencia, destinado a facilitar las tareas de búsqueda y salvamento marítimo y aéreo en el Atlántico Sudoccidental. (Ver Anexo III).
- E) Establecer un sistema de intercambio de información sobre seguridad y control de la navegación marítima y aérea. (Ver Anexo IV).
- F) Continuar el tratamiento bilateral de estos temas y rever las medidas acordadas dentro del año de su entrada en vigor.”
Saque usted, sus propias conclusiones.
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LA BATALLA CULTURAL
Quien escribe, de alguna forma pretende dar visibilidad a éstas políticas imperialistas que atentan contra la soberanía argentina y el sentido común impuesto desde el Norte. Nuestra tarea como hombres y mujeres del campo nacional y popular, es romper con éste sentido común y para esto es fundamental incluirlo en la denominada “Batalla Cultural”: devolver el orgullo a los 649 héroes que dejaron la vida en las Islas Malvinas, y a los otros tantos que volvieron escondidos, inducidos a una vida marginal, cayendo en las adicciones, la depresión y finalmente, el suicidio; formar una Nación fuerte y orgullosa, logrando la independencia económica y política. Y para tal fin –guste o no– son necesarias unas Fuerzas Armadas renovadas, con un fuerte sentimiento patriótico y de fraternidad con los civiles, para su defensa.
(*) Área Técnica de Radio Gráfica. Miembro del Colectivo de Dirección de Radio Gráfica