Por Gabriel Fernández *
Estas líneas enfrentan todo lo conocido en materia de interpretación comunicacional. La versión habitual, en universitarios e investigadores, en periodistas y dirigentes políticos, es que los grandes medios internacionales difunden la voz del poder real planetario. Se estima, casi como convención, que los que gobiernan el orbe hablan a su través y así ratifican el orden establecido.
En base a lo analizado en materia política nacional e internacional, podemos estimar con escaso margen de error, que la historia no la cuentan quienes encabezan los períodos de transformación; la narran quienes están quedando relegados en el poder real. Varios períodos ejemplifican lo afirmado, y este presente es el dato definitivo.
De dónde sale todo esto. A raíz de la información suministrada por Faustino Velasco, se reabrió el debate acerca de los grandes medios de comunicación en el orden planetario. Como apuntó Julio Fernández Baraibar, el capital financiero gobierna esas corporaciones. Repasamos el origen de ese camino y percibimos los años 90, durante el control mundial de ese interés, como la matriz de este presente.
El tema se deslizó en recientes producciones de la Gráfica, donde junto a Leonardo Cofré, Gonzalo Carbajal, Néstor Gorojovsky, Rodolfo Colangelo, Stella Calloni entre otros, analizamos la cuestión. En los cruces escritos y verbales notamos una tensión que bien podría saltar a la vista, pero dado el acostumbramiento permanecía oculta: si los medios concentrados necesitan efectuar un gran esfuerzo para falsificar la realidad, significa que esa realidad se contrapone a sus deseos.
Aunque hemos hablado y escrito bastante sobre la cuestión, quizás valga la pena dar una vuelta de tuerca. Con cierta cautela, podemos afirmar que el lineamiento editorial de la CNN y The New York Times –los demás, externos, copian o abrevan en cepas locales-, así como de una enorme porción de Hollywood, proviene de “Lo que el viento se llevó”.
Aquél libro (1936) de Margaret Mitchell, una periodista de Atlanta, y su versión cinematográfica (1939) dirigida por Victor Fleming, reunía todos los ingredientes para mostrar una historia atractiva. Pero sobre todo, mentía: más allá de algunos datos certeros, presentaba a los vencedores –industrialistas- de modo negativo, y a los perdedores –esclavistas- como dignos y románticos caballeros sureños.
El esquema rentístico, doblegado durante décadas por la rauda y creciente producción manufacturera norteamericana, comprendió la trascendencia de la oportunidad y potenció libro y film hasta el infinito, al punto de lograr que la crítica la situara junto a “Citizen Kane” –una obra mucho más veraz y con genuinas contradicciones- como lo mejor de la cultura de ese país.
Mientras tanto, el cine y los medios fueron escenario de una gran pulseada. La magnífica “Qué bello es vivir” dio un debate de calidad sobre el rol que las finanzas deben tener en una sociedad. Pero con el correr de las décadas, hacendados, petroleros, armamentistas, mafiosos y banqueros fueron imponiendo su narración. Entre los 50 y los 60 el macartismo terminó por dinamitar la vida política y ya en los 70, el dólar se impuso como moneda mundial a punta de pistola.
En el medio, muchos datos para desarrollar. La coalición de las grandes empresas industriales para coparticipar de los beneficios en la fabricación de armas y en la especulación financiera. Su accionar en línea para golpear la mediana industria norteamericana. La calificación de comunista para todo aquél que intentara defender y mejorar las condiciones vitales de la sociedad y ampliar el mercado interno. La demagogia empleada para presentar los temas de actualidad.
De allí, la división social en ganadores y perdedores, según la cual quien se impone merece hacerlo, sea como fuere y tiene derecho a emitir, ser escuchado y mandar. En suma, el sentido editor de los responsables actuales en los medios concentrados. Pero, y en el interés geoeconómico que configura la política de una región no es un dato menor, los ganadores son autodesignados. No ganan; dicen que ganan.
No lograron imponer un proyecto al país ni al mundo, pero se designan “el mundo” y quienes no se alinean, son calificados como “aislados” del mismo. ¿Se entiende? Esto es comprobable día a día si se compara el desarrollo de los PBI involucrados. (¿El director del diario quiere ser más atractivo que Brad Pitt? Entonces ni siquiera recurre al photoshop: sólo titula que lo es. Y quien no lo admite pasa a ser un envidioso de su ostensible belleza).
Todo ello, que sin duda tiene antecedentes previos que se hunden en la oscuridad de la historia, proviene del genial aprovechamiento de un libro y una película que lograron presentar a los esclavistas como magníficas personas. Las corporaciones rentísticas observaron que se podían invertir los resultados de toda una guerra a través del decir, sin respetar los hechos objetivos.
Lo curioso, lo verdaderamente curioso, es esto. Así como los industrialistas ganaron la guerra de Secesión y gobernaron el destino económico norteamericano por casi un siglo, hoy ese perfil se impone a nivel internacional mientras da batalla en el panorama interno norteamericano. ¡Pero la historia la siguen contando los que pierden! Y se ponen la carátula de vencedores. Fingen encarnar “el poder”.
Pensemos: la orientación de los grandes medios internacionales es crítica del Papa, del presidente de los Estados Unidos, de sus pares ruso y chino. Sólo para empezar. ¿Esos medios encarnan los lineamientos de quienes crecen o de aquellos que se arrinconan, paulatinamente, en los márgenes aislados del planeta?
Interesante desafío, por supuesto, para quienes están delineando un nuevo mundo y no logran salir del balbuceo comunicacional.
De allí la profunda distorsión entre aquello que narran los medios de comunicación y lo que en verdad sucede. De allí esa distancia que usted percibe, lector, entre la vida cotidiana y aquello que mana de las pantallas.
Ampliaremos, y mucho.
(*) Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal