Por Rodrigo Ávila Huidobro *
Son mujeres, niños, hombres. Caminan kilómetros y kilómetros. Se multiplican, se juntan, van atravesando fronteras, ríos, ciudades. Tienen un destino, los Estados Unidos, esperanzas de trabajo y una vida mejor. El fenómeno ha llegado a la prensa internacional, y en Honduras, donde comenzó este peregrinar, se acusa a partidos y organizaciones opositores de generar esta caravana, como ha sido bautizada, para ensuciar la imagen del gobierno. Es que en Honduras, como en tantos lugares de nuestro continente, también florecen las teorías conspirativas cuando no hay explicaciones cómodas para el poder, cuando la realidad, empecinada, nos da señales de que algo no anda bien.
Mientras tanto, al norte del Río Bravo, se moviliza a la Guardia Nacional, se militariza, aún más, la frontera. Muchos medios han hecho hincapié justamente en eso, un Trump autoritario, enemigo de los migrantes. ¿Pero qué empuja a miles de personas a unirse y emprender un viaje? Algunos analistas plantean que desde hace años muchos migrantes han comenzado a viajar en grupos para protegerse de los peligros y de las amenazas que representa atravesar una de las regiones más complejas del planeta. Quizás como en pocos lugares, en la región que se extiende desde el istmo de Panamá hasta el norte de México, se ha expresado con mayor virulencia un sistema de muerte que gira en torno al narcotráfico, a la trata de personas y a un férreo control territorial que se ejerce con despiadada crueldad. Es el reverso de un capitalismo financiero desbocado, en donde todo tiene precio, y son los propios cuerpos los que se descartan una vez consumidos.
Pero esta vez el grupo es masivo, son miles. Las imágenes evocan un movimiento que es tan antiguo como la misma humanidad, porque desde que se tiene memoria el ser humano ha migrado, se ha desplazado: hambrunas, guerras, persecuciones… Es el éxodo del pueblo judío, huyendo de Egipto, son los guaraníes buscando la tierra sin mal. Cuando la realidad es agobiante y asfixia, cuando no se vislumbra una vida digna en el propio terruño, pero se desea trascender, entonces se parte, se huye hacia adelante. Por más que, en este caso, la tierra prometida o la tierra sin mal sea apenas un deshilachado sueño americano.
Mientras tanto, en nuestro pago, lejos de la potencia que evocan esas miles de personas en movimiento, aunque compartiendo la falta de perspectiva en el propio lugar, una parte significativa de la clase política ha decidido agarrar el pan para ayer, condenando al país al hambre hoy y mañana. Es un intento de auto reproducción, producto de la falta de imaginación política y la incapacidad para articular. Seguramente, sin ánimos de ser exhaustivo, son los sindicatos, las organizaciones sociales, y el movimiento de mujeres, no sin tropiezos, claro, quienes vienen trazando un horizonte contrario.
Si algo evidencia la caravana migrante, es que la pulsión de vida de los pueblos sigue latiendo aún en los contextos más adversos, y empuja, en un mundo que enfrenta una crisis civilizatoria y el dilema de reinventarse. Señales, de la urgencia y de la necesidad de reconstruir un proyecto político y social, aquí y ahora, que dé esperanza y perspectivas de dignidad para los pueblos de nuestra patria grande.
* Profesor Universidad Nacional de Avellaneda