Publicamos la cuarta y última parte del informe sobre los “Acuerdos de Madrid” de 1989 y 1990.
Por Guillermo Caviasca *
Una larga historia diplomática
La Cancillería registra 61 acuerdos diplomáticos de carácter diversos que re-estructuran la relación entre Argentina e Inglaterra desde 1989, habiendo un vacío diplomático entre 1979 y 1989 (sólo interrumpido por negociaciones en trono a la crisis de la deuda externa a partir de 1985). Mientras que existieron 80 acuerdos de carácter diplomático entre 1823 y 1979 en su mayoría referentes a cuestiones económicas de transporte, de inversiones y comercio. Aunque hay una intensificación de “la cuestión Malvinas” a partir del surgimiento de las Naciones Unidas.
Sorprendentemente Cancillería no muestra en el reconto diplomático las varias notas de protesta presentadas por Manuel Moreno, el 17 de junio de 1833, el 29 de diciembre de 1934, el 18 de diciembre de 1841, el 19 de febrero de 1942 y 31 de Julio de 1849 (todas contestadas por las autoridades británicas) respecto de la usurpación de Malvinas. Quizás no lo hace porque fueron notas del encargado de negocios de la Confederación y no de un ministro o embajador de la República, sin embargo Moreno representaba a todas las provincias. Mientras que sí se señala como relaciones diplomáticas las establecidas por Rivadavia cuyo reconocimiento como Presidente de la República es mucho más cuestionable que el de Juan Manuel de Rosas como encargado de negocios de la Confederación. Es por ello que estamos acostumbrados a escuchar que nuestro país no se ocupó de las Islas hasta entrado el siglo XX. Se puede cuestionar por “rutinario” el reclamo rosista, y aún de que Rosas estaba dispuesto a negociar con Inglaterra en alguna ocasión la soberanía. Pero, es un tema de debate la estrategia rosista, un país en guerra permanente no parece en condiciones de hacer mucho más, y aún así, desde la caída de Rosas hasta fin de siglo el tema desapareció hasta de lo rutinario.
Los reclamos por el tema se interrumpen hasta el gobierno de Julio Roca. En 1885 se realiza una quinta protesta y esta se repite en 1888. Es que, como señalaba Arturo Jauretche, el roquismo tenía una conciencia territorial más clara que el mitrismo. O que en la nueva etapa del Estado consolidado y la precisión geográfica y la afirmación clara de derechos sobre fronteras, tierras y mares, pasaba a ser un tema central. De hecho fue durante la segunda presidencia de Roca cuando se instaló la base Argentina en las Islas Orcadas. Y que en 1903 el noruego Carl Larsen se instaló en las Islas Georgias y fundó una compañía con sede en Buenos Aires para explotar la zona. Desde 1905 hasta 1943 operó también una estación meteorológica argentina en esa Isla. Los británicos enviaron en 1905 una expedición e izaron su bandera estableciéndose en paralelo a la Argentina. El primer hecho de reclamo argentino sobre las Georgias data de 1927 y sobre las Sándwich de 1948. Sobre estas últimas en enero de 1955 se realizó la primera presencia oficial de un Estado, la Argentina desembarcó; y a partir de 1976 hasta 1982 funcionó una base meteorológica y científica en la isla Thule.
En la cuestión diplomática, ya con la ONU formada y sus foros complementarios, en 1945 Argentina presentó reservas sobre la cuestión Malvinas. Desde 1946 hasta 1964 se presentaron 18 reservas. Además de incidentes militares en la zona durante el gobierno peronista, consecuentes a que Argentina aumentó su presencia en Antártida y Sandwich del sur, con nuevas bases permanentes.
Es en 1963-4 que el Comité de Descolonización de la ONU coloca a las Malvinas y demás islas como uno de los tantos territorios a descolonizar. El 16 diciembre de 1965 la ONU aprueba la resolución 2065 que insta a las partes a negociar la soberanía de las Islas, constituyendo una victoria diplomática argentina que puede contar en su haber el gobierno de Illia. Hay que tener en cuenta el contexto mundial de descolonización y movimientos de liberación nacional. Inglaterra se replegó. La resolución sienta jurisprudencia para territorios ocupados no sujetos a “autodeterminación” sino que son parte de otro Estado al que le fue arrebatada una porción de territorio por la potencia colonizadora.
Sin embargo las negociaciones entran en una situación típica en estos casos. La potencia ocupante que se sabe fuerte, “acepta pero no cumple”. A partir de 1965 los reclamos irían subiendo de tono. Primero con el canciller Costa Méndez durante el gobierno de Lanusse el discurso se tornó menos pacífico. Sin embargo es durante el gobierno de Lanusse que se realizan acuerdos en los que Argentina establece presencia en las Islas: un vuelo de LADE, maestras para escuelas bilingües, presencia de YPF, etc.
Durante el tercer gobierno peronista la cancillería insistió clara la vocación pacifica de nuestro país, pero señaló con insistencia tanto durante la cancillería de Puig como la de Vignes el tema Malvinas. Se avanzó en los foros americanos como en No Alineados, en un contexto regional donde las posiciones “tercermundistas” parecían imponerse. Y se insistió que Argentina no estaba dispuesta a que las negociaciones se prolonguen indefinidamente lo que de por si es una clara amenaza militar. El canciller Vignes señalaba: “Mi país ha adherido y continúa adhiriendo a la vía de la negociación con la Potencia ocupante, pero advierte que ese procedimiento no puede prolongarse indefinidamente, sirviendo como medio para el mantenimiento de la situación actual. Si la actitud negativa del Reino Unido conduce a un callejón sin salida, el Gobierno argentino se verá obligado a reexaminar en profundidad la política seguida hasta el presente”.
En esa situación de presión y negociación se evaluó por ambas partes una propuesta de “codominio” cuyas características negociaban hasta la muerte de Perón. Sin embargo desde 1969 paralelamente el Reino Unido inició la discusión de la hipótesis de la existencia de petróleo en la plataforma continental. Esto llevó a una confrontación en febrero de 1976 cuando un destructor de la Armada cañoneó al buque británico Shackleton que estudiaba el Mar Argentino a pocas millas de las Islas. La escalada era importante la cancillería había advertido hacia fines de 1975 que “su gobierno, juntamente con las FFAA (…) actuarán sin precipitación, pero con toda la persistencia, la prudencia y la energía que sean necesarias para lograr justicia” y así lo hicieron aduciendo que las 200 millas en torno a las islas eran jurisdicción nacional..
Una declaración de similar tono fue expresada por Oscar Camilión un año antes de la guerra “ni las Malvinas pueden seguir siendo una colonia, ni la Argentina puede aceptar pasivamente que una parte de su territorio sea una de las últimas colonias”. O sea la situación era tensa desde varias décadas. Los británicos estaban dispuestos a hablar pero no a avanzar, y desde 1977 hasta 1981 se vivió una situación de parálisis diplomática.
La situación terminó en la guerra poco planificada, o mejor dicho, con poca previsión de alternativas militares, y con una visión de las relaciones de fuerzas internacionales, geopolítica, y posibles aliados y enemigos que conspiró contra las posibilidades argentinas. Desde 1982 la diplomacia dejó de actuar públicamente hasta los “Acuerdos de Madrid”. Los que, como vimos en este informe, implicaron no solo una serie de concesiones que superan la realidad de la batalla militar perdida, sino que implicaron un cambio de toda la tradición sostenida desde la segunda pos guerra mundial por todos los gobiernos nacionales.
La diplomacia bajo “Paraguas” sin soberanía
Lo que nos llama la atención es el desbalance de tratados entre los 28 años recientes (61, hasta hace un año) frente a 80 acuerdos en 159 años anteriores. Evidentemente a partir de las “Declaraciones de Madrid” las relaciones diplomáticas entre Argentina y Gran Bretaña se intensificaron. Debemos discriminar a los acuerdos referentes a Malvinas entre económicos, diplomáticos o militares, y separar también a los que tienen que ver con cuestiones generales que hacen a una relación entre Estados en cuestiones no conflictivas a la soberanía en las Islas en forma directa o que no se devienen de los Acuerdos de Madrid, de los que hacen a la cuestión Malvinas en forma directa o indirecta.
Quizás se podrían dejar de lado los acuerdos relacionados con el desminado o las visitas e identificación de los argentinos enterrados en las Islas, ya que parecen cuestiones humanitarias que deberían ser resueltas con “caballerosidad”. Sin embargo en ambos temas los conflictos fueron importantes, ya que la presencia argentina fue condicionada por Inglaterra de forma que implicaba un reconocimiento a su soberanía, transformando lo humanitario en una estrategia de autoafirmación de hecho. En ambos casos fue muy dificultosa la colaboración ya que se consideraba la entrada de argentinos a las Islas como un trámite similar al de ingresar a Inglaterra, o sea “sellar el pasaporte”. Y en el caso de desminado la contratación de empresas por parte de Argentina sufría la misma restricción.
En ese sentido se ve, una vez más, la inoperancia del “paraguas” ya que éste funciona para la extensión y facilitación de los beneficios británicos para cuestiones económicas que permiten hacer sostenible la ocupación, pero no funciona ni siquiera para cuestiones de humanidad.
Inglaterra no duda que “el paraguas” es hacia área de Malvinas, Sandwich y Georgias más su zona exclusiva, allí no se discute nada o se boicotea toda discusión. O sea sólo debe funcionar para las relaciones económicas, culturales diplomáticas y deportivas en el territorio Argentino que nadie cuestiona.
Por el contrario, un éxito inglés brillante ha sido conseguir, mediante una inoportuna intervención de los organismos de DDHH, el trato de los caídos argentinos en combate de “víctimas de la dictadura” y “NN”, o sea correr el eje de la disputa por Malvinas desde el colonialismo a los DDHH, de la pelea entre un país imperialista y un país oprimido, hacia la idea de democracia o dictadura. Idea que está detrás de todas las intervenciones e invasiones de las últimas décadas. En este sentido la legítima necesidad de los familiares para acceder a las tumbas de los soldados y de conocer quien es quien en cada una de ellas para poder tributarles el afecto y realizar el duelo, pretendió ser usado en una disputa de sentido para nada caballerosa ni humanitaria. El objetivo inglés es que los familiares llevaran a sus caídos hacia cementerios en el continente. Igualmente una vez realizada la identificación de las tumbas de Darwin salieron a la luz sus historias en la guerra y muchos actos de entrega y heroísmo.
Recordemos que durante la guerra había dos posiciones en el progresismo y la izquierda mundial. Una que sostenía que las Malvinas eran una base inglesa en territorio sudamericano y que a Argentina le correspondía recuperarlas; más allá del régimen político de cada país, lo prioritario era la conflagración entre un país del tercer mundo y una potencia (posición acorde a la resolución 2065). Y otra que decía que Argentina era un dictadura e Inglaterra una democracia y que por lo tanto el tema de los DDHH que la dictadura violaba era prioritario, mientras que en Inglaterra primaba el estado de derecho. O sea confundía la cuestión exonerando al colonialismo.
Respecto del tema FFAA y tratados de Madrid, este es un punto clave. Ya mencionamos que el desarme argentino es parte de los tratados pero también de una política más general hacia los países del Tercer Mundo sugeridas por los organismos internacionales. Sin embargo ha sido especialmente exitosa en el nuestro.
Ningún país de la región se encuentra tan indefenso militarmente. En algunos casos el desarme fue un costo económico mayor que el sostenimiento del proyecto militar en cuestión, tal como el desguace del Misil Cóndor II, único en su tipo en el tercer mundo en esa época, una amenaza disuasiva muy real para la base británica y pilar de un desarrollo tecnológico de vanguardia. Eso sólo se logra con un consenso interno, y en nuestro país esto se debe a la confusión reinante entre temas de defensa nacional y FFAA con DDHH. Esa política es un pivote del discurso imperialista hacia Argentina (y no tiene ningún reflejo en las políticas de los países centrales hacia sus propios ejércitos, eso es evidente). La defensa argentina depende de la muy saludable buena voluntad de nuestros vecinos.
Mientras la conciencia de la opinión pública esté predispuesta a aceptar que poseer una fuerza armada eficaz es un gasto innecesario, la correlación de fuerzas en el Atlántico sur seguirá inclinándose hacia el invasor y cualquier estrategia diplomática quedará mutilada. Recordamos que esa confusión no estaba en la mente del pueblo argentino que se movilizó para respaldar la causa de Malvinas, sin dejar de lado la conciencia de que el gobierno militar era represor y antinacional.
La diplomacia argentina respecto de Malvinas ha tenido dos sub etapas a partir de las “Declaraciones de Madrid”. Una desde 1989 hasta 1999 y otra desde el 2000 hasta el 2015. En la actualidad, con la administración de Cambiemos, se intenta orientar nuevamente hacia la política de la etapa 1989-99. Sin embargo el rotundo fracaso de la misma, hasta para los intereses de los mismos grupos económicos nacionales, no favorece para hacer ese transito muy rápido no concensuado. Allí se nota la contradicción entre una administración “globalizadora” cuya concepción de país es de obsolescencia de la idea de soberanía: el país como “espacio de negocios”; frente a las fracciones de la burguesía local para las cuales el Estado sigue siendo una herramienta indispensable para abrir mercados que ayuden a su desarrollo y le garantice ciertos privilegios a nivel local.
La primera etapa se caracterizó por una ingenua o cómplice confianza en que Inglaterra compartiría los “beneficios” de la llegada de empresas a la región, primero en pesca y segundo en hidrocarburos. Esa colaboración se dio en el ámbito del territorio continental donde los británicos contaron con enormes beneficios a partir de la “Ley de de protección de inversiones”, pero no sucedió en lo más mínimo en Malvinas.
Estuvo enmarcada en la reuniones de diversos “Grupos de trabajo”, que abarcaban los diversos temas de la hoja de ruta de las declaraciones, todos fueron un pantano para Argentina.
También se caracterizó por lo que se llamó “seducción”. Una política basada en convencer a los kelpers de que les convenía la integración a/o con la Argentina. Este segundo punto fue el colmo del ridículo, llegando a mandar ositos de peluche a los kelpers ¿Por qué 2000 personas que tienen los enormes beneficios de la protección de una potencia y de la libertad de quedarse con impuestos producto del saqueo incontrolado de recursos, van a querer aceptar ser argentinos, cuando obtienen la renta per cápita mas alta del mundo? Que es producto de algo similar a la piratería, puede ser, pero los delitos son tales si no los cometen los poderosos o bajo su protección. En realidad toda la diplomacia se encuadró en la ya explicada doctrina del “Realismo periférico”.
Además roza la “traición” respecto al tema de quienes son los interlocutores, cosa que nuestra diplomacia sostuvo con convicción en todas las administraciones y que fue el éxito de la resolución 2065: es una negociación entre Argentina el país despojado y la potencia que ocupa parte de su territorio (algo similar a los de China e Inglaterra respecto de Hong Kong). Nuestros políticos parecen darle a los Kelpers la categoría de tercer actor junto a Inglaterra y Argentina, siendo que está probado que todos los foros que las negociaciones son bilaterales y no es un proceso de “independencia” sino de “descolonización” e integridad territorial argentina.
La segunda etapa abierta en el año 2000 con el acceso de la Alianza y desarrollada con la administración kirchnerista, tomó nota del fracaso (para la Argentina) de los “Acuerdos de Madrid”. A partir del 2003 inició una ofensiva diplomática más efectiva, abandonando la política de seducción y suspendiendo el canciller Taiana algunos de los puntos de los “Acuerdos” tratados en los “Comunicados conjuntos” emitidos por las comisiones específicas. Esto dio resultado en los foros diplomáticos, ya que la posición Argentina es coherente: que Inglaterra se siente a negociar es razonable y legal, la evidencia colonial de una Islas tan lejanas de la metrópoli es evidente. Además se encuadra en las resoluciones de Naciones Unidas. Pero no se obtuvieron más resultados que los que se venían obteniendo desde que se inició el reclamo sistemático.
Pero, paralelamente, sí se lograron una serie de declaraciones y solidaridades más activas, especialmente de los países latinoamericanos que incluyeron el tema en sus agendas acorde con la posición argentina. En este sentido la orientación latinoamericana que implicaba hacer partícipes activos de las declaraciones y acciones efectivas a los demás países del continente fue un cambio que dio resultados. Aunque todos los acuerdos logrados en UNASUR, Consejo de defensa de UNASUR, Mercosur, ALBA, etc. tuvieron la limitación de estos nuevos organismos, cuya consolidación se encontraba en proceso, fue vacilante y hoy tienden a ser abandonados.
También se logró mediante un trabajo sistemático el que pude ser considerado el único verdadero logro material de la diplomacia argentina con proyección geopolítica de futuro. El 21 de abril de 2009 se hizo entrega a la “Comisión de Límites de la Plataforma Continental de las Naciones Unidas” de la documentación que avalaba la presentación nacional del límite exterior de la plataforma continental de la totalidad del territorio argentino. El 17 de marzo del 2017 y pese a la oposición británica, la ONU extendió un 35% la proyección nacional sobre los mares del sur. Aunque los territorios en disputa esa definición queda en suspenso. La Argentina realizó así un acto de afirmación soberana de sus derechos sobre un vasto territorio de 1.782.645 km2 de plataforma continental argentina que se extiende más allá de su zona económica exclusiva y a todo lo largo de la prolongación natural de su territorio continental, de las islas del Atlántico Sur y del Sector Antártico Argentino. Como vemos el principal logro diplomático estuvo sin consultas ni intentos de acuerdo con la potencia ocupante.
Los gobiernos kirchneristas dejaron suspendieron acuerdos que haban sido violados notoriamente por la contraparte británica, que de hecho sólo funcionaban para paralizar la posición argentina en diversos foros para que, mientras tanto, el avance económico británico se consolidara. Aunque siempre lo hicieron con un llamado a la colaboración y a la posibilidad de trabajar conjuntamente, sin embargo, el “Paraguas de la soberanía” entró en crisis. Pero los mecanismo de “reciprocidad de inversiones” siguieron vigentes y la penetración del capital británico con enormes privilegios en el territorio continental se sostuvo al calor de la expansión de la producción extractiva tanto en el continente como en las islas.
Se insinuó alguna forma de “bloqueo” de hecho, con la recomendación (cumplida en parte) a los países vecinos de no permitir los viajes hacia las islas (que no pasasen por el país y fuesen autorizados por nuestro gobierno). Y la sanción en algunas provincias de la “ley Gaucho Rivero” que impedía atracar en puerto locales a buques que fueran a las Islas. Aunque continuó el vuelo desde Punta Arenas. Como también de aprobaron leyes que imponían sanciones a empresas pesqueras y petroleras británicas que operaran en las islas sin autorización argentina, como ya vimos.
El tema de las FFAA en el kirchnerismo merece un capítulo aparte que no abordaremos, aunque vimos una aproximación en la Parte III de este mismo artículo. Se estableció con solidez e insistencia la vía diplomática, exclusivamente, de recuperar Malvinas. Y se declaro con energía que “Argentina no tiene hipótesis de conflicto” toda una alegría para los británicos. Sumado a cierto discurso ambiguo respecto de la guerra en foros mundiales y noratlanticos, donde (a diferencia del discurso en Sudamérica) se dejo traslucir la idea de “locura” de una dictadura, que jamás volvería a cometer un gobierno argentino. Algo que parece innecesario y que creemos que expresa la lucha entre dos vertientes diplomáticas que operaron al interior de la cancillería kirchnerista: una más cercana a la tradición peronista, más nacionalista y confrontativa, y otra más cercana a las ideas de una “globalización progresista” cercana a las ideas de la socialdemocracia mundial y las ONGs.
Esto no impidió que en Malvinas exista una base militar y una política militar británica agresiva, en la que Argentina sí es una hipótesis de conflicto. Si Argentina abandono su Cóndor II y entrego toda la información del mismo a EEUU, Inglaterra hoy instala misiles de alcance medio apuntando a nuestro país. La política británica en combinación con la conciencia pacifista argentina ha conspirado en la imposibilidad de adquirir o desarrollar cualquier tipo de armamento eficaz, y generó un escándalo proporciones cuando desde el ministerio de defensa se insinuó que se podrían comprar aviones rusos, o genera rechazo desde sectores progresistas cada vez que se habla de gastar módicas sumas en defensa. Debemos insistir que es una enseñanza histórica desde los tiempos más remotos que en las luchas más diversas (y las luchas entre naciones son un paradigma de esto) el factor fuerza (militar) es una de las variables importantes que entra en juego.
La diplomacia es una relación de fuerzas, no es un terreno neutro de ideales bellos. Los “acuerdos de Madrid” fueron y son la hoja de ruta británica en relación con Argentina, y también la hoja de ruta de una parte de nuestra dirigencia y del poder económico transnacional que opera en nuestro país. Las relaciones de fuerza son complejas y se corrigen alterando todos los vectores que las constituyen: políticos, económicos, militares, ideológicos, etc. Si bien a nivel mundial Argentina es más débil que Inglaterra, lo cierto es que a nivel regional no necesariamente debe serlo, y en el atlántico sudoccidental menos. Debemos romper con la conciencia impuesta de que somos un país débil, y que la guerra fue una derrota abrumadora. A nivel global existen alianzas que pueden corregir esa relación de fuerzas. La combinación de todos los factores de presión; una estrategia nacional que incluya el corto, medio, y largo plazo; la alteración de las relaciones diplomáticas, económicas, etc. hasta tanto la cuestión Malvinas comience a resolverse. O sea, la denuncia práctica de las declaraciones de Madrid es la única forma de recuperar la soberanía sobre el sur de nuestro país y sobre nuestro mismo territorio continental.
Conclusión
Inglaterra es un estado potencia. Más allá de que el imperialismo ha ido evolucionando acorde con los cambios del capitalismo, los estados imperiales siguen siendo parte central del orden mundial, su sostén. En este sentido Gran Bretaña despliega unan serie de presencias coloniales a lo largo del planeta (Francia también, obviamente los EEUU) y la más importante de todas, se encuentra en Malvinas
¿Cómo se despliega la geopolítica inglesa? Como estado imperial tiene tres espacios en los que se apoya. Uno es Europa. Allí los ingleses mantienen una integración parcial, que se limita, al no abandonar su moneda (la libra sigue siendo una divisa), y al no integrarse plenamente a la UE (ahora plantea el alejamiento). El segundo espacio geopolítico: es el status de principal aliado de los EEUU en los foros internacionales y en las intervenciones punitivas. Los ingleses operan junto a Europa con a los europeos continentales, pero también fuera de este marco de alianza, en paralelo, junto a los EEUU.
El tercer espacio geopolítico (muchas veces olvidado en los análisis) es la Commonwealth, la comunidad británica de naciones. Tiene 54 países miembros, abarca 30 millones de km2 y 2100 millones de habitantes, su objetivo es cooperar en política, economía y cultura. La Reina de Inglaterra es la cabeza de la misma. Es muy flexible en países como India, Sudáfrica, Pakistán, que forman parte, lo que da cuenta de una libertad de los integrantes. Pero es un espacio de proyección propia de los británicos, muy importante para su geopolítica mundial como estado imperial. No debería sorprendernos que Ghana, país en el cual un ignoto juez puso embargo a la Fragata Libertad, sea miembro de esta asociación, y que los británicos hayan puesto en alerta a sus fuerzas en la zona cuando el conflicto de los fondos buitre amenazó con el embargo.
O sea Inglaterra se proyecta en el mundo, además de con su propio poder, con estos tres espacios de alianza. ¿Argentina que hace en ese sentido? Existe una vacilación entre tres ideas. Una la del realismo periférico que fue introducida durante el menemismo. La segunda, el alineamiento flexible con “occidente”, que en la práctica es tener como horizontes al mundo noratlántico. Tercero, la idea de Argentina debe respaldarse en un bloque regional para proyectar colectivamente en el mundo un nivel de independencia, priorizar la idea de “multipolaridad”, eligiendo socios de acuerdo a intereses, y orientarse a relaciones sur-sur. Si la primera es la geopolítica que renuncia a todo tipo de soberanía, la última es la única que permitirá a la Argentina conquistar su soberanía en el Atlántico sur y en el continente. Un hecho destacable producto del debate parlamentario iniciado e mediados de la década del ochenta fue la creación de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, hecho materializado en 1990, lo que implicó una reafirmación soberana.
No caben dudas de la perversidad de los que niegan la existencia y eficacia de los “Acuerdos de Madrid”. Es más, creemos que hemos demostrado que estos acuerdos se proyectaron en un gran número de otros acuerdos, declaraciones, tratados y leyes que encuadran una cantidad importante de áreas de nuestra soberanía económica, diplomática y militar. Pero además es fácil inducir, si lo anterior fuera poco; que las políticas argentinas están orientadas, con fuerza de ley o de “voluntad”, mucho más allá de lo que se declaró en Madrid. Tal es así que ha dado en pensar la existencia de cláusulas secretas, cosa que no podemos afirmar, dado que las administraciones pos menemistas se mostraron perplejas ante los funestos resultados de los acuerdos del 89 en adelante.
Pero es de destacar que los “Acuerdos de Madrid” son la forma en que Argentina se estructuró como país en relación a la asunción, más allá de lo efectivamente militar, de una derrota integral. En ese sentido vemos que la política en general es una: la desregulación, la entrega al capital foráneo de todas las riquezas, esa es una orientación general aparte de la derrota de Malvinas. La derrota de Malvinas es un piso que se pagó, en primera instancia diplomáticamente, por la mentalidad subordinada de nuestras elites políticas y económicas dirigentes.
Los acuerdos de Madrid son la forma en la que el imperialismo inglés (una parte del imperialismo mundial) se garantiza una tajada de león en Argentina y en una zona estratégica del mundo como es el Atlántico Sur. El acuerdo bilateral de inversiones es una concesión que abarca todo el territorio, los acuerdos por Malvinas, siempre fracasados desde nuestra perspectiva ingenua, son sólo mecanismos que favorecen el avance unilateral británico, evitando una política de mayor dureza en aras de una cooperación ficticia.
Que nuestras FFAA sean “controladas” o monitoreadas, o deben rendir cuentas de sus movimientos a la base inglesa de Malvinas pasó a ser secundario. Como sabemos eso es parte de la Declaración de Madrid. Pero no tiene fuerza de ley como impugnan con razón los que relativizan estos temas, y es bilateral. Sin embargo, la bilateralidad no existe, y al observar los fríos datos de la evolución de las FFAA argentinas, y su capacidad operativa, veremos con claridad que aparecen como inofensivas, en algunos casos hasta la virtual desaparición como tales. Lo que es sin dudas consecuencia de los acuerdos con Gran Bretaña.
El “no tenemos hipótesis de conflicto”, es la consecuencia de cumplir con las declaraciones en la que se establece la orientación de descomprimir al máximo la región para facilitar inversiones. En este terreno debemos no solo encuadrar la desaparición del submarino ARA San Juan, sino la política de ocultamiento y desaprensión por parte del gobierno. En el año 2016 la primer Ministra Británica Teresa May escribió al gobierno argentino pidiendo relanzar las relaciones enfriadas durante el periodo kirchnerista, especialmente en cuestiones de pesca y petróleo, reactivando las políticas de concesión dificultadas en la gestión anterior. Los convenios firmados por el canciller Jorge Faurie en el 2017 sobre pesca, generaron suficiente rechazo en la población como para que la Gobernadora de Tierra del Fuego enviara una nota de protesta al Gobierno Nacional por haber encarado acuerdos en materia pesquera y de operaciones científicas en la Antártida que ignoran el interés provincial.
Mientras en paralelo se fortalece la presencia militar enemiga. Durante el 2017 se revistaron seis vuelos militares entre Monte Agradable y aeropuertos de Brasil, como también viajes marítimos desde Uruguay. Es la contradictoria contracara de las recomendaciones anuales del Banco Mundial y del FMI, que se debe bajar el presupuesto de defensa hasta el 1%, ínfimo entre los países equivalentes a Argentina, en consonancia con la idea de la actual administración sobre la “integración de Argentina al mundo”. Es así que en este caso también los “Acuerdos de Madrid” se encuadran en la forma británica de penetración y control de nuestra defensa, como un aspecto en el que el imperialismo nos desarma y nos impone la orientación geopolítica al Estado y la idea que nosotros como ciudadanos debemos tener sobre la defensa.
Por último vemos como muy sugerente que Domingo Cavallo haya sido el ministro de relaciones exteriores desde julio de 1989 a enero de 1991 cuando se firmaron las dos “Declaraciones de Madrid” que encuadran toda la política Argentina en Malvinas y mucho más allá. Por ejemplo fue Cavallo el que anunció con gran propaganda el envío de tropas argentinas para invadir Irak junto a Inglaterra y los EEUU principales socios en esa guerra colonial. No fue ni el presidente, ni el ministro de defensa, ni el jefe de las FFAA, sino Cavallo. Y no es sorprendente tampoco que haya sido con Cavallo como ministro de Economía cuando se realizaron todos los principales acuerdos de contenido económico que implicaron los mayores éxitos de Gran Bretaña y su consolidación exitosa tanto militar como económica en el Atlántico Sur. No es que queramos sindicar a una persona “malévola” como responsable, pero es un símbolo, un exponente de una clase y de un personal técnico político que gestiona la Argentina hace décadas, que pervive en los intersticios claves de la burocracia, y que es la garantía para los intereses imperialistas desde hace décadas.
Todo lo que hemos visto hasta aquí es solo un aspecto de los problemas argentinos cuya raíz no está en Londres, ni en Nueva York, ni en la sede de ningún grupo empresario global o entidad financiera. Está en nosotros mismos.
(*) Historiador, integrante de Barricada TV, docente de UNLP y UBA.