Por Magdalena Rua *
Los bruscos movimientos del tipo de cambio experimentados durante los últimos meses están directamente vinculados con la esencia del actual modelo económico que centra su política en endeudamiento externo, valorización y fuga de capitales, exponiendo al país a mayores niveles de volatilidad, a una creciente dependencia externa y al peligro inminente de una crisis financiera.
El día viernes vivimos un nuevo salto del tipo de cambio, un 3,42%, que se acumula a una sucesiva serie de aumentos que vienen golpeando fuertemente el poder adquisitivo de los trabajadores. Ello a pesar de las subastas de dólares diarias del Banco Central de la República Argentina, que en esa última jornada vendió unos 450 millones de dólares que fueron rápidamente absorbidos por la fuerte demanda de moneda extranjera. De esta forma, sólo durante la última semana, el valor de dólar aumentó un 7%.
En lo que va del año, la suba del tipo de cambio alcanza un 58% de aumento, pasando de $18,76 a $29,66, y solamente en los últimos dos meses el tipo de cambio registra un aumento del 42%. Los equipos económicos del gobierno adoptaron todo tipo de medidas de corte ortodoxo en su afán por poner fin a la situación de incertidumbre, y que pone en riesgo la estabilidad política del gobierno. En un primer momento, las medidas se orientaron a la venta indiscriminada de moneda extranjera con reservas internacionales para frenar el tipo de cambio, la suba de tasas de interés y los límites impuestos a las entidades financieras para la tenencia de moneda extranjera, y, luego, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el cambio de Luis Caputo al mando del Banco Central y su paquete de medidas sobre las entidades financieras. Nada de ello sirvió para frenar la escalada del dólar y la sangría de divisas se profundiza cada vez más. Así, frente a estos intentos fallidos de contener el tipo de cambio, las reservas del BCRA cayeron 5.100 millones de dólares en el mes de abril, 6.500 millones en mayo y alrededor de 3.100 millones en junio.
Los movimientos irreverentes del tipo de cambio demuestran la gran fragilidad del actual régimen económico. A pesar del “salvavidas” del FMI, la clasificación de que la Argentina podría ser “mercado emergente” y las señales de cambio de la política económica hacia el mercado, la corrida cambiaria no se detiene, la fuga de capitales se acelera y continúa el déficit de cuenta corriente, tornando insostenible el actual modelo.
No se puede perder de vista que el estado actual de situación está estrechamente relacionado con el fuerte desequilibrio externo de la economía argentina, que tiene sus raíces en el modelo económico implantado desde diciembre de 2015, que centra su eje en la especulación financiera, el endeudamiento externo y la fuga de capitales.
En ese contexto, la demanda de moneda extranjera en el mercado cambiario actúa profundizando fuertemente la problemática de la falta de divisas y presiona el tipo de cambio hacia el alza.
La fuga de capitales alcanzó niveles muy significativos en los últimos meses. En el mes de mayo fue de 4.600 millones, más del doble del promedio de salida mensual que venía arrojando la compra de moneda extranjera (netas de ventas) por parte del sector privado. Entre enero y mayo de 2018, la salida de divisas por compras de dólares del sector privado arrojó un total de 13.601 millones de dólares, duplicando el monto del mismo periodo del año anterior (un 104% más).
Si a ello se le suman las salidas de divisas que se registran en el balance cambiario del BCRA (de enero a mayo de 2018) por pagos de intereses (3.690 millones de dólares), por pagos de utilidades y dividendos del sector privado (685 millones de dólares), el déficit de la balanza comercial de bienes y servicios (4.099 millones de dólares), el rojo del sector externo se vuelve más pronunciado.
Pero, sin duda, la fuga de capitales a través de la compra de moneda extranjera en el mercado cambiario es uno de los factores que más impacta en el problema de la restricción externa. En el período que ocupa el mando del actual gobierno (diciembre 2015 a mayo 2018), la salida de divisas por compras de moneda extranjera acumula 47.724 millones de dólares.
El circuito de endeudamiento externo, valorización y fuga de capitales, lejos de atraer inversionistas extranjeros, expone a la economía a niveles extremos de vulnerabilidad. Como alternativa a la escasez de divisas se recurre al préstamo de 50.000 millones del FMI, para poder continuar financiando la indiscriminada salida de dólares, ello a cambio de un programa de ajuste que tiene como principales objetivos acelerar la reducción del déficit fiscal primario y bajar la inflación. A pesar de los problemas de escasez de divisas del sector externo, es decir, la falta de moneda extranjera que se genera por la vía del comercio exterior de bienes y servicios, por los pagos de intereses de deuda y por la compra de divisas para atesoramiento y especulación financiera, el gobierno centra su política en la reducción del déficit fiscal y en la inflación, que no son los verdaderos problemas de la economía.
Todo ello, además, sin entrar en las contradicciones mismas que el acuerdo con el FMI le genera al Gobierno, ya que, por ejemplo, las bajas metas de inflación comprometidas chocan con lo solicitado por el FMI acerca de no intervenir en la flotación del dólar, lo que imposibilita la contención del tipo de cambio y dispara la inflación.
Los resultados ya los conocemos. El préstamo del FMI será destinado a alimentar el círculo vicioso de especulación financiera y fuga de capitales, que beneficia a unos pocos y empobrece a millones de argentinos, a la par que profundizará el grado de sometimiento de nuestro país y perpetuará la dependencia externa.
* Contadora Pública (UBA), Maestranda en Economía Política (FLACSO), Docente en FCE – UBA, Investigadora del Dpto. Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y del Centro de Economía Política Argentina