
Por Federico Tártara (*)
Es muy difícil ejercer el periodismo en la República Argentina. Siempre lo fue, claro está: pero el hoy te explota y te expulsa. Tengo muchos amigos sin trabajo, también hace largos meses que estoy sin trabajo. Pero más allá de nuestros casos en particular, también está sin trabajo una forma, un modo, una visión, una práctica, un límite, una forma de preguntar, de hablar, de hacer periodismo.
Está sin trabajo una forma histórica de pensar, un recorrido dentro del periodismo que -más para acá o más para allá- siempre estaba presente en las redacciones, en las conferencias de prensa, y en las calles. Y no es casual, que esto suceda cuando el conflicto social está que explota en el territorio nacional.
Hace tiempo, mucho tiempo, que la prensa no elabora: así como quien fabrica un par de zapatos o una buena mesa, así también se piensa, se escribe, se compara, y se analiza. Ya no. Más simple, se repite lo que se le dice que diga.
Y eso de que se repita va de abajo hacia arriba: primero por miedo, miedo a perder el trabajo; segundo, por incomodidad política e ideológica- todo piquete entorpece el tránsito- ; y tercero, y último, por abultadas sumas de dinero en el CBU de los operadores de prensa: Majul, Fantino, Lanata, Del Moro, y por supuesto los scauts de Magnetto.
A grandes rasgos es eso lo que nos pasa. Y lo que nos pasó desde 2015 en adelante a más de 3.000 trabajadores de prensa, según el SIPREBA.
Dos grandes elementos
Los otros dos elementos son grandes: el Gobierno Nacional y la crisis del trabajo tal como lo conocimos. Para la primera cuestión alcanza con explicitar algo que pasó con todos los gobiernos, pero que con este se concentró más en Clarín y La Nación: pauta oficial direccionada para que las letras de molde no molesten a ningún ministro. Claro ejemplo y mamarracho histórico fue la tapa de los principales diarios el día después de la masiva marcha contra el FMI. Ya no hubo tergiversación, sino una invisibilización de más de 800 mil personas que se movilizaron hacia el Obelisco. No recuerdo algo semejante. Horror.
Y el segundo punto está siendo aprovechado por las grandes empresas. El avance de las nuevas tecnologías atenta contra el trabajo heredado del modelo de bienestar, y lo hace porque quien controla las herramientas es la ideología del “poder dominante”. Obvio, la tecnología no es mala en sí misma y no hay que apedrear ningún drone, pero si la resolución pasa por los empresarios, sin Estado presente, ni trabajadores, es clarísimo quien se lleva el excedente y quien se queda sin trabajo.
Aquí los periodistas comparten una suerte con los boleteros del tren y subte: carga y recarga, los trabajadores del peaje, las automotrices y sus robots, etc. Ya se pierde mucho en esto.
¿Qué le pedimos a nuestros periodistas?
El periodismo tal como lo conocimos y nos enamoramos, está herido de muerte. La mentira- las fake news- está en su momento de gloria, pero pasará como todo pasa por que es evidente ya el cansancio y fastidio de los lectores.
Necesitamos una rápida, pronta, re-lectura de posicionamiento alejada de los grandes medios y cercana a las nuevas formas de vincularse: ¿Por qué avanzaron así y no pudimos frenar nada?
Le pedimos lo mismo de siempre: amor por el oficio, y por la causa.
(*) Periodista, columnista de La Señal.