
Ernesto Mattos (*)
Las idas y vueltas de la economía nacional con el tipo de cambio (devaluación que se trasladará a precios), intervención de –un no interviniente- Banco Central y viajes a Nueva York para iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), generó, una duda ¿Cumplirá la Argentina con las exigencias del FMI?
Lo cual divide a quienes opinan que hacerlo podría generar un descalabro económico y social y quienes argumentan que no se llegará a cumplir por resistencia social. Se suma a este contexto que el acuerdo no cumpliría con los objetivos de financiamiento, como lo explica el economista Nicolás Zeolla: «Las líneas de liquidez flexible eran las que el gobierno intentaba inicialmente aplicar para financiamiento, pero no pudo debido a que el estado de la macroeconomía no permite clasificar para la FCL y el monto que otorgaría la PLL (en torno a los USD 15.000 M) sería insuficiente a lo que busca el gobierno».
Retomando nuestra dicotomía o grieta, primero debemos comenzar a trazar un recorrido que va desde Hacienda hasta el FMI ¿Es parte del proyecto –presupuesto nacional- de la administración de la alianza PRO-Unión Cívica Radical- más aliados circunstanciales los objetivos del FMI? Si, y lo denominan pesada herencia. En el presupuesto nacional, que se presenta en septiembre de cada año, el Ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, afirmó: «Es posible identificar tres grandes ítems que motorizaron el crecimiento del gasto público entre 2006 y 2015: la masa de salarios públicos (creció 4,8 pp –impulsada principalmente por incrementos en las Provincias y Municipios), el gasto previsional (4,6 pp) y las transferencias al sector privado (4,0 pp, impulsadas por los subsidios indiscriminados a los servicios públicos). El mayor gasto perjudicó las posibilidades de crecimiento del país, tanto por deteriorar las condiciones macroeconómicas como —en el caso de los subsidios a los servicios públicos— por provocar severas distorsiones en los precios relativos». Por ende, un menor gasto público mejoraría las condiciones de crecimiento –debate interesante- y eliminaría las distorsiones en los precios relativos, disminuiría la suba de precios.
En la conferencia de prensa del 4 de mayo del corriente año, el Ministro de Haciendo cambió la meta fiscal, pero dejó planteado un panorama de la situación actual, donde el déficit después de intereses se reduce de 6% a 4.9% PIB para el 2018. Se pasa de un déficit primario de 3.2% a 2.7% del PBI, esto quiere decir que el déficit financiero es de 2.8% del PIB. El déficit fiscal es la suma del déficit primario y financiero ¿Podrán cumplir la meta de reducir el déficit fiscal al 4.9% del PIB? No lo sabemos pero hay pistas.
Comencemos por algunas las pistas que nos pueden ayudar a comprender la situación de su última revisión por el artículo IV, el FMI concluye: «Los directores coincidieron en que un menor déficit fiscal reduciría las vulnerabilidades externas, generaría credibilidad y ayudaría a anclar las expectativas de inflación». Si el déficit primario venia descendiendo ¿Por qué no se redujo la vulnerabilidad? Porque lo que se mantenía sin reducirse era el déficit fiscal y el primario si se redujo». Además, «los directores indicaron que es esencial reducir el gasto público, sobre todo en los ámbitos en que dicho gasto ha aumentado rápidamente en los últimos años, en particular salarios, pensiones y transferencias sociales». Se puede reducir el gasto público (déficit primario) pero incrementando el déficit financiero (intereses de la deuda).
No obstante, lo que indican los directores del FMI es la reducción de salarios, pensiones y transferencias sociales, coincidente con el presupuesto 2018. Otro punto que señalo el FMI «que para estimular la productividad y el crecimiento a largo plazo sería necesario acelerar la reducción de los aranceles de importación, eliminar la mayoría de los permisos de importación, retirar los obstáculos a la inversión y la entrada de empresas al mercado y adoptar medidas para promover la competencia interna». El déficit comercial (2016, 2017 y primeros meses de 2018) es de 9.500 millones de dólares.
Las similitudes entre el presupuesto 2018 y los pedidos del FMI parecen anticiparnos que el gobierno avanzará en tratar de alcanzar un acuerdo, aunque ya realizó algunos puntos solicitados por el organismo internacional. La situación actual de la modificación del tipo de cambio que tuvo a la sociedad prendida a la información fue producto de: 1. Libre compra de dólares, 2. Casi nula restricciones al movimiento de capitales, y 3. La no necesidad de traer las divisas de la liquidación de la cosecha (cerealera y oleaginosas). ¿Puede el gobierno evitarse mayores inconvenientes? Si, restableciendo algunas regulaciones ¿Lo hará? Hoy tiene la pelota, de la política económica, en su cancha, dependerá del “equipo” si sale jugando por el piso o la tira a que corran todos detrás de la pelota.
(*) Economista (UBA). Investigador UBA FCE / C. C. de la Cooperación Floreal Gorini / C.E.S.O.