junio 08, 2025

CGT de los Argentinos | Sindicalismo de Liberación

CGT de los Argentinos | Sindicalismo de Liberación

Por Héctor Amichetti (*)

Resulta imposible comprender la breve e intensa experiencia de la CGT de los Argentinos sin valorar al mismo tiempo el enorme impacto que tuvo en la conciencia de la clase trabajadora argentina la Revolución Peronista.

Las mismas organizaciones patronales que compartieron la “Marcha por la Constitución y la Libertad” en 1945 y se aliaron sin ningún tipo de prejuicios con el embajador norteamericano Spruille Braden para tratar de impedir la llegada del peronismo al poder y frenar la amenaza de una redistribución de la riqueza a la que consideraban injusta por inclinarse demasiado a favor de los más humildes, saludaron con algarabía el derrocamiento del gobierno democrático y constitucional del  Presidente Juan Perón en septiembre de 1955.

Soñaban que a partir de ese doloroso acontecimiento para la mayoría del pueblo argentino, se acabarían los “abusos” que bajo la denominación de conquistas habían obtenido millones y millones de trabajadoras y trabajadores. ¿Qué era eso de trabajar 12 meses al año y cobrar 13?, o descansar durante unas semanas cobrando el sueldo sin trabajar.  Para la mentalidad de aquellos patrones, aguinaldo y vacaciones eran sinónimo de improductividad, ni que hablar del salario mínimo y los convenios colectivos. Para la Sociedad Rural Argentina resultaba inadmisible que los peones de campo tuvieran una jornada predeterminada de trabajo, pues “no se podía fijar horario de parición a las vacas y ovejas” y consideraban públicamente que reglamentar el trabajo en el sector rural era “sembrar el germen del desorden social, al inculcar en la gente de limitada cultura aspiraciones irrealizables, y las que en muchos casos pretenden colocar  al jornalero  sobre el mismo patrón en comodidades y remuneraciones”.

Sindicatos fuertes representaban una barrera a su desmedida ambición de obtener utilidades.

Hasta el día de hoy el diario La Nación, el medio gráfico que mejor los expresa, sigue opinando en sus editoriales que la economía argentina es improductiva porque viene soportando 70 años de regulaciones laborales, solo hace falta sacar la cuenta.

Con el peronismo, los sindicatos habían perdido su carácter estrictamente profesional  y respetuoso de un orden establecido, en donde el capital y los propietarios son los que fijan las reglas del juego, se habían convertido en protagonistas de una experiencia política capaz de garantizar  la dignidad del trabajador y consolidar la conquista de derechos laborales como aspecto central de un proyecto nacional exitoso en el que cada hombre y mujer se enaltece porque toda la comunidad se realiza.

Pero, a pesar de que la opinión patronal era en el ’55 similar a la del ’45, la realidad era bien diferente, durante ese período había transcurrido la revolución política, social y económica más importante de nuestra historia, aquella que  -como bien señaló el líder-  había sido capaz de provocar “el renacimiento de la conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Nación”.

La resistencia del pueblo trabajador enfrentando aquel proceso iniciado con la violencia de un golpe militar cargado de revanchismo, no se apoyó en el reclamo meramente reivindicativo de los derechos laborales,  lo fue en demanda de la recuperación plena de la democracia y el derecho a la autodeterminación a través de la definición con independencia de las políticas económicas como única manera de asegurar la justicia social alcanzada durante aquella maravillosa década de dignificación nacional.

resistencia peronista
Una pintada de la Resistencia.

PROGRAMAS DEL MOVIMIENTO OBRERO

La intervención gubernamental de la Confederación General del Trabajo y de varios e importantes sindicatos, la persecución y cárcel de muchos dirigentes sindicales y el reclutamiento de otros siempre dispuestos a colaborar con el poder de turno, no pudieron impedir la continuidad de la lucha sindical en franca resistencia a la dictadura opresora.

En el año 1957, las 62 Organizaciones frustraron la pretensión de los dictadores de tener una CGT adicta y complaciente con las políticas ejecutadas en favor de los sectores oligárquicos y fue ese mismo año que desde una reunión plenaria nacional de delegaciones regionales del interior del país y con el impulso de nuevos dirigentes forjados en su militancia en los lugares de trabajo, alumbró en la localidad de La Falda, en la provincia de Córdoba, el primer gran pronunciamiento del movimiento obrero organizado tras el derrocamiento del gobierno peronista.

El programa de La Falda, muchos de cuyos puntos mantienen plena vigencia hasta el presente, planteaba aspectos centrales relacionados con la independencia económica, la justicia social y la soberanía política, banderas innegociables enarboladas por el justicialismo.

Algunas de las cuestiones esenciales incluidas en aquel programa formando parte del proyecto de país que defendía el movimiento obrero argentino eran: “Control estatal del comercio exterior; liquidación de los monopolios extranjeros; ampliación y diversificación de los mercados nacionales de manera que los monopolios extranjeros no nos impongan bajos precios para nuestros productos; denuncias de todos los pactos lesivos de nuestra independencia económica; integración económica con los pueblos de América Latina sobre bases recíprocas creando la antesala de un verdadero instituto de promoción y desarrollo; política de alto consumo interno, altos salarios, mayor producción para el país, con sentido social; creación de nuevas industrias, estimuladas por créditos del Banco de Desarrollo, para generar ocupación de mano de obra útil, terminando con el deambular de los jóvenes que al término de la escuela primaria o antes, deben entrar a trabajar por míseros pagos afectando el enunciado de los contratos colectivos de trabajo; desarrollo de la industria liviana adecuada a las necesidades del país; consolidación de la industria pesada. Nacionalización de Fabricaciones Militares; nacionalización de las fuentes naturales de energía y su explotación en función de las necesidades del desarrollo del país; nacionalización de los servicios públicos; nacionalización de los frigoríficos extranjeros; integración de las economías regionales aumentando la coparticipación federal del presupuesto nacional; control centralizado del crédito por parte del Estado adecuándolo a un plan de desarrollo integral de la economía con vistas a los intereses de los trabajadores. Estímulo a la inversión alejando la tarea empresaria de la especulación por las altas tasas de interés; control del minifundio y el latifundio adecuando créditos especiales para la mecanización y electrificación del agro, con el concepto social de que la tierra debe ser para quien la trabaja. Creación de escuelas rurales y veterinarias y extensión del cooperativismo agrario”.

En lo que se refiere al aspecto social, dicho programa demandaba: “Control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional mediante la participación efectiva de los trabajadores en conjunto y por mandato de las organizaciones sindicales y por ramas de industrias; participación en la dirección de las empresas privadas y públicas asegurando, en cada caso, el sentido social de la riqueza; control popular de precios, capacitando a los trabajadores en el conocimiento de costos de producción, cargas de explotación, márgenes de comercialización y legislación que rige en la materia; salario mínimo vital y móvil; control obrero en la política de previsión social; reforma de la legislación laboral de acuerdo al plan general de transformación popular de la realidad argentina; vigencia real de las conquistas y legislaciones sociales; estabilidad absoluta de los trabajadores y fuero sindical”.

Y con respecto a lo político planteaba lo siguiente: “Elaboración del gran plan político-económico y social de la realidad argentina, que reconozca la presencia del movimiento obrero como fuerza fundamental nacional a través de la confección y dirección del mismo; fortalecimiento del Estado nacional popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendo en cuenta que la clase trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses los intereses del país mismo; dirección de la acción hacia un entendimiento integral con las naciones hermanas latinoamericanas; acción política que reemplace las divisiones artificiales internas basados en el federalismo liberal falso; libertad de elegir y ser elegido sin inhabilitaciones y el fortalecimiento definitivo de la voluntad popular; solidaridad de la clase trabajadora con las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos y una política internacional independiente”.

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COMICIOS NO ES DEMOCRACIA

La proscripción del peronismo debilitó la variante de cualquier salida electoral, el gobierno del doctor Arturo Frondizi, quien llegó a la presidencia de la Nación encabezando las listas de la Unión Cívica Radical Intransigente con el apoyo condicionado de Juan Perón, enfrentó la fortaleza del movimiento obrero en infinidad de conflictos, muchos de ellos en defensa del trabajo y también de la dignidad nacional como el protagonizado por los obreros de la carne en el frigorífico Lisandro de la Torre a comienzos de 1959. Frondizi recibió años después el duro golpe de una derrota electoral en la provincia de Buenos Aires en manos de una formación política (Unidad Popular), respaldada por Juan Perón y encabezada para el cargo de gobernador por Andrés Framini, un obrero textil sumamente respetado por las bases a quien acompañan en las listas,como candidatos a diputados: Sebastián Borro de la Carne, Jorge Di Pascuale de Farmacia, el portuario Eustaquio Tolosa y Roberto García del gremio del caucho.

El mismo año 1962 en que Framini no pudo asumir el cargo de gobernador legítimamente obtenido por voluntad de una mayoría del pueblo de la provincia de Buenos Aires , los militares desplazaron del gobierno a Frondizi y recrudecieron su ofensiva hacia los trabajadores y sus organizaciones sindicales, las que respondieron con otro encuentro histórico, un plenario nacional de las 62 Organizaciones en el que se ratificó la continuidad y profundización de la concepción sindical en la resistencia expresada cinco años antes en La Falda, definiéndose en esta nueva reunión, el “Programa de Huerta Grande” que básicamente planteaba la nacionalización de sectores claves de la economía como los bancos, la siderurgia, la electricidad, el petróleo y los frigoríficos, control estatal del sistema financiero y del comercio exterior,  desconocer los compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo, prohibir toda importación competitiva con nuestra producción, expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación, control obrero sobre la producción y planificación del esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino.

Vendrían luego años de memorables luchas obreras pero también de decepciones por el frustrado retorno del líder y por algunas conductas sindicales claudicantes, demasiado inclinadas hacia un pragmático e infructuoso dialoguismo con los gobiernos de turno, que alentaba la idea de un “Peronismo sin Perón”.

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Huelga y toma del frigorífico Lisandro de la Torre, 1959.

CONCEPCIONES SINDICALES EN DISPUTA

Transcurridos casi 8 años del golpe militar que interrumpió aquella experiencia de gobierno en que las organizaciones sindicales fueron activas protagonistas de una transformación verdaderamente revolucionaria para los trabajadores/as y el país, el 7 de julio de 1963, en elecciones nacionales con el peronismo proscripto, fue consagrado presidente de la Nación don Arturo Illia, candidato de la Unión Cívica Radical. Más de 2 millones de argentinos votaron en blanco y el nuevo presidente apenas obtuvo un 25% de los sufragios.

La gestión del doctor Illia sólo duró 34 meses cruzados por una dura disputa con el sindicalismo peronista que implementó un prolongado plan de lucha con paros y ocupaciones de fábricas que se extendió durante varios meses.

A comienzos del año 1966, un grupo de dirigentes sindicales encabezados por José Alonso, Andrés Framini, Amado Olmos y Lorenzo Pepe, entre otros, constituyen las 62 Organizaciones de Pie junto a Perón en disidencia con las 62 oficiales conducidas por el metalúrgico Augusto Vandor y su postura contraria a profundizar el plan de lucha de la CGT.

El 28 de julio de 1966 el presidente Arturo Illia fue derrocado por un golpe militar encabezado por el general Juan Carlos Onganía.

Onganía, referente dentro de las Fuerzas Armadas del sector nacionalista y cristiano, convocó desde un principio al sindicalismo a participar de la nueva etapa política que los golpistas denominaron “Revolución Argentina”, el llamado generó entusiasmo en algunos dirigentes dialoguistas que se apresuraron a manifestar sus ansias de colaborar con el nuevo gobierno.

Dialoguistas devenidos en participacionistas ahondaron aún más la brecha que los separaba de los dirigentes obreros que sostenían con gran coherencia la necesidad de la unidad programática con el compromiso de recuperar la democracia, lograr el regreso de Perón y retomar los lineamientos del proyecto de mayorías interrumpido en septiembre del ’55.

Muy pronto el gobierno de la “Revolución Argentina” mostró su rostro ultraliberal en materia económica avanzando, con su planteo de modernización, en reestructuraciones sobre los sectores portuarios, ferroviarios y azucareros de Tucumán, entre otros.

Los sectores afectados reclamaron una postura más firme de la CGT para enfrentar las medidas del gobierno, mientras la dirección de la central obrera que había sido bendecida por la visita del Ministro de Trabajo de la dictadura al edificio de Azopardo mantenía una posición vacilante al respecto. En reunión del Comité Central Confederal realizada el 30 de noviembre de 1966, se votó por mayoría un paro contra la política económica del gobierno que se concretaría 14 días más tarde.

En febrero de 1967 volvió a reunirse el Comité Central Confederal y de allí surgió la decisión de profundizar el plan de lucha realizando un paro el primer día de marzo. El gobierno respondió con quite de personería a gremios como la Unión Ferroviaria, UOM, SMATA, Asociación Obrera Textil, Luz y Fuerza y FOTIA, además de congelar los fondos sindicales de esas organizaciones y amenazar con la intervención a la CGT.

El nuevo Ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, anunció nuevas medidas de ajuste para sanear la economía que incluyeron congelamiento salarial para reducir la inflación, aumento de tarifas, disminución de aranceles a las importaciones para mejorar la competitividad y aliento a las inversiones extranjeras para recuperar el crecimiento.

Los sectores sindicales dialoguistas evaluaron que el gobierno se había fortalecido y que resultaba conveniente pactar para evitar la destrucción del movimiento obrero organizado, esa postura claudicante frustró la continuidad del plan de lucha y derivó en la designación de una Comisión Delegada encargada de convocar a un Congreso de la Confederación General del Trabajo para elegir una nueva conducción.

A partir de entonces, los hombres de Onganía operaron intensamente consolidando lazos con el sector participacionista para que en las sesiones del inminente Congreso Normalizador, se impusiera una conducción de la CGT adicta al oficialismo.

En un reportaje concedido durante el mes de noviembre de 1967, poco tiempo antes de perder la vida en un trágico accidente, Amado Olmos, secretario general del gremio de Sanidad, uno de los dirigentes más capaces, lúcidos y honestos del sindicalismo argentino y claro exponente de la línea programática de La Falda y Huerta Grande,  marcó con absoluta claridad la diferencia entre las dos concepciones sindicales enfrentadas: “El obrero no quiere la solución por arriba, porque ello hace 12 años que lo sufrimos y no sirve. Acá se ha hecho ya esa experiencia y el trabajador quiere el sindicato de la época peronista, es decir al sindicalismo integral que se proyecta hacia el control del poder, que asegura en función de tal el bienestar del pueblo todo. Lo otro es el sindicalismo amarillo, imperialista que quiere que nos preocupemos de los convenios y las colonias de vacaciones… el obrero advierte que ese sindicato no le sirve y por lo tanto, no le interesa, le interesa el otro, el sindicato de grandes proyecciones, el de futuro, que llega al poder, que implanta su ley”.

Refiriéndose a los dirigentes colaboracionistas con el régimen de Onganía, Olmos  manifiesta en esa misma ocasión: “Hay dirigentes gremiales cuya mentalidad no da para más y, como hijos del capitalismo, siguen obedientes a sus viejos padres y entonces buscan en este sistema liberal capitalista la solución”.

Está claro que el régimen de Onganía necesitaba al frente de la CGT un sindicalismo amarillo compuesto por dirigentes que a cambio de algunas prebendas, estuvieran dispuestos a constituir un bloque corporativo con militares y empresarios que no pusiera objeciones a una economía regida por los monopolios. Con esos dirigentes se reunió en Olivos y pactó un moderado giro populista antes de la fecha del Congreso, devolviendo la personería gremial y liberando las cuentas bancarias de los sindicatos metalúrgico y textil y poniendo al mismo tiempo como condición que no reconocería la legalidad del Congreso en caso que participaran con voz y voto los sindicatos intervenidos.

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NACE LA CGT DE LOS ARGENTINOS

El jueves 28 de marzo comenzó a sesionar en la sede de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), el postergado Congreso Ordinario de la CGT presidido por una mayoría de miembros de la Comisión Delegada. Estaban presentes 239 delegados en representación de 80 organizaciones (incluyendo los sindicatos intervenidos), lo que aseguró el quórum necesario para deliberar.

Las operaciones para invalidar la asamblea por parte del gobierno y la dirigencia gremial cómplice, se sucederían con intensidad en las horas y días siguientes.

Aprobada las mociones de denominar “Amado Olmos” al Congreso, pedir la libertad del dirigente portuario Eustaquio Tolosa y brindar solidaridad a los trabajadores de distintos gremios en conflicto, en la mañana del 30 de marzo, resultó electa con el voto de 275 congresales la lista “Azul y Blanca”  con mandato por dos años, el nuevo Consejo Directivo integrado por Raimundo Ongaro (Gráficos) para el cargo de Secretario General y Amancio Pafundi (UPCN) como Secretario General Adjunto, además de Enrique Coronel (La Fraternidad), Pedro Avellaneda (ATE), Julio Guillán (FOETRA), Benito Romano (FOTIA), Ricardo De Luca (Navales) y Antonio Scipione (Unión Ferroviaria), ocupando los puestos del resto del secretariado.

La nueva dirección de la CGT contaba con toda la legalidad necesaria y enorme legitimidad por interpretar la voluntad mayoritaria de las bases obreras de enfrentar a la dictadura, sin embargo, el puñado de dirigentes participacionistas que se había retirado del Congreso y aquellos que directamente lo habían boicoteado con su ausencia, no solo rechazaron la autoridad del nuevo Consejo Directivo, sino que ya estaban trabajando en apretada alianza con el Ministerio de Trabajo para desconocer su legalidad.

Al tomar la palabra durante las sesiones del Congreso, Raimundo Ongaro había señalado: “Nosotros hemos dicho que preferimos honra sin sindicato y no los sindicatos sin honra, y mañana nos pueden intervenir. No tenemos aquí ninguna prebenda personal que defender, pues para defender a nuestros compañeros no hace falta el sillón ni el edificio. Lo hacemos porque lo llevamos en la sangre desde que hemos nacido” y dirigiendo su mensaje a quienes habían resuelto boicotear el Congreso decía: “Les advierto esta noche, si es que me están escuchando que lo sepan, que les hago un llamado todavía. Dígannos que no están de acuerdo, que piensan distinto, insúltennos. Calúmniennos, pero no escriban estas tristes y negras páginas, que porque un gobierno y un ministerio no se animan a impugnarnos, tengan que ser compañeros los que se animen a decir y dejar escrito que ellos invalidan a los propios compañeros trabajadores».

Mientras el gobierno de Onganía legitimaba a sus aliados custodiando con policías sus reuniones en el edificio de Azopardo, la nueva conducción se asentaba a menos de dos cuadras, en Paseo Colón 731, sede de la Federación Gráfica Bonaerense.

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Raimundo Ongaro

RESPALDO DE PERÓN A LA NUEVA CONDUCCIÓN DE LA CGT

En febrero de 1967, Juan Perón había designado al Mayor Bernando Alberte como su Delegado Personal a quien había encargado, entre otras importantes cuestiones, buscar la unidad del movimiento obrero,  quienes apostaban a una nueva construcción política de la mano del onganiato y relegando el protagonismo del líder se mostraron indiferentes a concretar ese objetivo. Alberte fue entonces fervoroso impulsor de la línea triunfante en el seno del Congreso Normalizador.

El 5 de abril de 1968, apenas 6 días después de elegida la nueva conducción de la CGT, Juan Perón envió desde su exilio en Madrid una carta a Raimundo Ongaro que incluía párrafos como estos: “Mi querido compañero y amigo: Por información y noticias, he seguido el desarrollo de los acontecimientos ocurridos alrededor del Congreso de la CGT, y deseo hacerle llegar, junto con mi saludo más afectuoso, mis felicitaciones más cordiales, que le ruego haga extensivas a todos los compañeros que participaron en esa acción, que no solo ha salvado el honor peronista, sino que también ha permitido comprobar fehacientemente la conducta de los que, con diversos pretextos, se encuentran traicionando a los trabajadores y el Movimiento”.

“Espero que esta elocuente evidencia convenza a los demás compañeros y a la masa popular sobre los verdaderos valores de algunos dirigentes, como asimismo puedan discernir con claridad entre los que sirven y los que son solo simuladores que no persiguen otro fin que sus intereses personales, en procura de una riqueza tan infamante como sus procedimientos. No se ha puesto menos en evidencia la actitud gubernamental que sigue utilizando la corrupción más despreciable en complicidad con los que se avienen a ello con fines de lucro”.

“Hay una virtud contra la que el dirigente no puede delinquir; la lealtad que debe a la base. Y, cuando olvidando la misión que ha recibido y traicionando sus deberes esenciales, se lanza a la conquista del dinero, poco tarda en quedar destruido por sus propios malos procedimientos… El tiempo será el mejor juez y el mejor testigo porque las infamias pueden cometerse: lo difícil es borrarlas. Llegará un día en que cada uno deba rendir cuenta de sus acciones. Mientras tanto responderán ante su conciencia. Le ruego salude a los compañeros. Un gran abrazo”.

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Jorge Di Pascuale y Juan Perón (1962).

MENSAJE A LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO

En su primer mensaje, la nueva conducción de la CGT formuló una amplia convocatoria que abarcaba a empresarios nacionales, pequeños comerciantes e industriales, universitarios, intelectuales y artistas, estudiantes, religiosos de todas las creencias e incluso aquellos militares comprometidos lealmente con su oficio de defender a la patria, en definitiva, convocaba  “a todos los sectores, con excepción de minorías entregadoras y dirigentes corrompidos, a movilizarse en los cuatro rincones del país para combatir de frente al imperialismo, los monopolios y el hambre”.

“Nada nos habrá de detener, ni la cárcel ni la muerte. Porque no se puede encarcelar y matar a todo el pueblo y porque la inmensa mayoría de los argentinos, sin pactos electorales, sin aventuras colaboracionistas ni golpistas, sabe que sólo el pueblo salvará al pueblo”.

Al mismo tiempo y retomando pronunciamientos ya históricos de la clase obrera argentina, como aquellos de La Falda y Huerta Grande, la CGT de los Argentinos incluía en su Programa del 1º de Mayo los siguientes puntos:

  • La propiedad solo debe existir en función social
  • Los trabajadores, auténticos creadores del patrimonio nacional, tenemos derecho a intervenir no sólo en la producción, sino en la administración de las empresas y la distribución de los bienes.
  • Los sectores básicos de la economía pertenecen a la nación. El comercio exterior, los bancos, el petróleo, la electricidad, la siderurgia y los frigoríficos deben ser nacionalizados.
  • Los compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo no pueden ser reconocidos.
  • Los monopolios que arruinan nuestra industria y que durante largos años nos han estado despojando, deben ser expulsados sin compensación de ninguna especie.
  • Sólo una profunda reforma agraria, con las expropiaciones que ella requiera, puede efectivizar el postulado de que la tierra es de quien la trabaja.
  • Los hijos de obreros tienen los mismos derechos a todos los niveles de la educación que hoy gozan solamente los miembros de las clases privilegiadas.
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Rodolfo Walsh realizaba la dirección periodística del Periódico de la CGT de los Argentinos.

UNIRSE DESDE ABAJO, ORGANIZARSE COMBATIENDO

La CGT de los Argentinos supo definir con claridad la habilidad histórica de la oligarquía argentina para dividir al pueblo, sus mañas para fragmentar al movimiento obrero e impedir, al mismo tiempo, que cierre las alianzas necesarias con los demás sectores de la comunidad.

Con respecto a la unidad, la diferenciaba en dos clases: una que se hace por arriba a espaldas del pueblo, en los gabinetes ministeriales, las gerencias de las empresas, las recepciones de las embajadas. Otra que se construye por abajo en el sufrimiento y la lucha de cada día.

“Juntos sin disimulo en un edificio usurpado están hoy esos dirigentes ricos que nunca pudieron encontrarse para defender trabajadores pobres… Unidos sí en la indiferencia por sus hermanos, monolíticos en la sumisión, solidarios en el reparto, asociados en el colaboracionismo”.

“Otra es la unidad de los cañeros tucumanos, los despedidos de los frigoríficos y las fábricas, los torturados en las comisarías, los millones de hombres y mujeres que pasan hambre y necesidad y tienen sed de justicia. Esa es la unidad que queremos y que llevaremos adelante pase lo que pase”.

La CGT-A brindó todo su apoyo a los trabajadores en conflicto en todo el país y su fortaleza fue creciendo desde abajo con la adhesión de muchas Regionales y la simpatía y entusiasmo de las masas trabajadoras por su disposición a enfrentar sin concesiones al proyecto oligárquico enemigo de los intereses del pueblo.

En los últimos días de junio de 1968 Perón envía otra carta en la que alienta fervorosamente a Raimundo Ongaro: “En su actividad intuyo los fines que la inspiran… Usted es el primer dirigente contemporáneo que puede conseguir movilizar a la masa hasta ahora inactiva y perezosa, y ello es debido a sus valores espirituales. Persista sin desmayo en ello y realizará lo que los peronistas venimos anhelando desde hace ya más de doce años. De la frustración sólo se puede salir mediante la acción decidida de dirigentes que, poseyendo las virtudes esenciales, sean capaces de movilizar la masa y lanzarla a la lucha con la firme voluntad de vencer”.

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La columna de Luz y Fuerza de Córdoba, al frente Agustín Tosco.

CIELO DEL ’69… UN ARRIBA NERVIOSO Y UN ABAJO QUE SE MUEVE

A fines de 1968, el régimen militar y sus colaboradores habían presionado fuertemente sobre varias organizaciones sindicales a través de un permanente chantaje que incluía amenazas de quite de personerías y clausura de edificios. La CGT-A, debilitada en su estructura formal por el alejamiento de algunos sindicatos, se fortalecía en la rebelión de las bases. Unos 5000 compañeros y compañeras habían sido detenidos durante actos gremiales organizados a lo largo del año.

El 9 de abril de 1969, la policía tucumana reprimió en forma sangrienta a los pobladores de Villa Quinteros. Dos días después Ongaro se hizo presente en el pueblo de Villa Ocampo, en el norte santafesino, donde los vecinos se levantan y desafiando las balas, toman la Municipalidad obligando al intendente a renunciar. El 1º de Mayo se realizan actos en Avellaneda, Salta, Tucumán, Córdoba, Rosario, Santa Fe y La Plata. Ongaro habla en Paraná y al regresar a Buenos Aires es detenido por dos días. En Chaco la policía disuelve con gases y palos una asamblea estudiantil. En Tucumán los azucareros ocupan el ingenio Amalia.

En Corrientes los estudiantes protestan contra los aumentos en el comedor universitario y la CGT los acompaña organizando una ‘olla popular’. El 15 de mayo, en el transcurso de una gran movilización es asesinado el estudiante de medicinaJuan José Cabral. Dos días más tarde, en Rosario y durante una gran marcha, muere baleado el estudiante Adolfo Bello, de 22 años. Cuatro días después, 1500 estudiantes, acompañados también por trabajadores se movilizan nuevamente llegando hasta el centro de la ciudad; se encienden fogatas, se levantan barricadas para contener a la desconcertada policía. Los manifestantes toman las instalaciones de la radio local; se producen enfrentamientos y la policía asesina al obrero y estudiante Norberto Blanco,de 15 años de edad.

El 22 de mayo, Rosario es declarada zona de emergencia bajo control del Tercer Cuerpo de Ejército. Al día siguiente se declara un paro general para acompañar los restos del joven Blanco.

Durante los días 27 y 28, el pueblo tucumano toma la ciudad capital de la provincia y los choques con la policía dejan un saldo de 40 heridos.

El 29 y 30 de mayo, el pueblo de Córdoba es protagonista principal de un acontecimiento que desestabilizaría definitivamente al  gobierno dictatorial.

Con un país cruzado por la rebelión popular en gran parte de su territorio, el gabinete de Onganía se ve obligado a renunciar en pleno, la convocatoria a paritarias busca descomprimir la presión laboral pero ya es demasiado tarde, comenzaba el tiempo de descuento para aquel dictador que con gran soberbia prometía quedarse 20 años para reestructurar la sociedad.

Rosariazo, Tucumanazo, Cordobazo y tantas otras puebladas demostraban que la unidad de trabajadores, estudiantes y otros sectores populares construían la unidad por abajo, esa que la CGT de los Argentinos había alentado desde su nacimiento y de la que se había convertido en protagonista esencial.

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Raimundo Ongaro y Agustín Tosco.

CUANDO LA CGT LUCHA POR EL PODER

La experiencia de la CGT de los Argentinos enriquece enormemente la gloriosa y prolongada historia de luchas del movimiento obrero argentino y pone al desnudo que el tan declamado poderío del modelo sindical argentino no reside únicamente en estructuras que aparentan ser robustas por la cantidad de afiliados o por el manejo de importantes recursos materiales aunque a menudo desvirtúan su función practicando distintas variantes de corporativismo, participacionismo, colaboracionismo o dialoguismo que debilita la acción solidaria que corresponde desempeñar al sindicalismo; el verdadero poder del sindicalismo argentino se asienta en las organizaciones sindicales que se esfuerzan por construir el poder del pueblo organizando a los trabajadores y trabajadoras desde las bases y en todo lugar de trabajo con la decidida voluntad de constituirse en protagonistas activos de un proyecto que tiene como objetivo supremo e imprescindible la Liberación Nacional.

“El problema del salario es el problema de los monopolios en el poder” señalaba insistentemente desde su semanario, y en cada asamblea la CGT de los Argentinos, “la lucha por mejores condiciones de trabajo es inseparable de la lucha por el poder que la CGT de los Argentinos ha iniciado desde su origen mismo en el Congreso Normalizador y para los que ha convocado a los sectores más amplios y empobrecidos de la clase media y a todos los sectores de la comunidad que aspiran a una patria libre con justicia social”.

A lo largo de las cinco décadas transcurridas desde el nacimiento de aquella memorable experiencia de la CGT de los Argentinos pudimos festejar el retorno de Perón a la Patria y nos entristecimos con su muerte, sufrimos golpes militares y un genocidio que nunca hubiéramos imaginado e inauguramos luego una nueva etapa en que la democracia pasó a ser poco menos que una formalidad en tanto el pueblo vota pero son las grandes corporaciones las que definen su destino.

La CGT-A denunciaba por aquellos años que el gobierno elegido por nadie había delegado el poder en los monopolios, señalaba que el principal asesor de Onganía era el director de Bunge y Born, que el Ministro de Economía integraba el directorio de varias multinacionales, que el de Relaciones Exteriores era director de la empresa monopolista La Vascongada y que el Ministro de Defensa, un tal Emilio Van Perbogh, además de ser el alto representante de una multinacional minera había jurado lealtad a la reina de Gran Bretaña.

Aquel capital concentrado en los bancos y en las grandes compañías extranjeras avanzando en el control de buena parte de la economía nacional, que la CGT de los Argentinos denunciaba como “monopolios en el poder”, ha aumentado enormemente su influencia 50 años después, multiplicando sus tentáculos con el correr del tiempo.

El moderno neoliberalismo y la globalización que hoy sirve de excusa a las corporaciones multinacionales para borrar fronteras nacionales en beneficio propio, con poderosos medios de comunicación al servicio de sus intereses y el control de buena parte del aparato judicial ha logrado fragmentar circunstancialmente a las fuerzas populares, imponiendo un presidente  a la manera de Virrey y diseñando nuevamente un gabinete ministerial con gerentes y directores de multinacionales.

Hoy ya no necesitan de golpes militares, disciplinan a través de un sistema financiero absolutamente en sus manos, manejan los servicios públicos y el comercio exterior y concentran buena parte de la producción primaria y de la debilitada actividad manufacturera.

Han convertido a la Democracia en Plutocracia y acentúan nuestra dependencia acrecentando significativamente el endeudamiento externo para que las decisiones nacionales dependan cada vez más de la voluntad de los de afuera.

Es en este contexto que el ejemplo de la CGT de los Argentinos adquiere mayor relevancia que nunca. No hay otra opción para el movimiento obrero organizado en nuestra Patria que alzar las viejas, pero aún vigentes, banderas programáticas y de lucha de La Falda, Huerta Grande y 1º de Mayo de 1968, recogidas también en democracia por esa CGT activa que en el 1985 levantó sus 26 puntos para la Unión Nacional.

La CGT movilizada en torno a un programa que contenga las actualizaciones necesarias y logre mancomunar los intereses de las mayorías nacionales será, una vez más, obstáculo infranqueable para el proyecto destructor de las minorías del privilegio obstinadas desde el fondo mismo de nuestra historia en condenar a nuestra Patria a un destino de colonia.

En la disputa eterna que libra el pueblo argentino con la oligarquía, marcada por ocasionales avances y reiterados retrocesos, el Sindicalismo de Liberación que tan dignamente practicó la CGT de los Argentinos sigue siendo factor determinante para alcanzar la victoria popular y asegurar para Argentina el destino de Patria libre en la que reine definitivamente la igualdad y la justicia social.

(*) Secretario General del sindicato Federación Gráfica Bonaerense.

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