diciembre 17, 2024

A propósito de la visita de Rafael Correa

A propósito de la visita de Rafael Correa

Por Omar Zanarini (*)

El discurso de Rafael Correa el pasado 24 de marzo en el Centro Cultural de la Cooperación, en el marco de la clase magistral “La disputa de poder entre la derecha política y económica mundial, y las políticas de soberanía, desarrollo e integración en la región”, nos invita a reflexionar en torno al derrotero de los últimos veinte años en el país y en la región.

Una guerra silenciosa se abre paso a los gritos y se manifiesta a lo largo y ancho de América latina como una recurrencia de las élites y que hoy reviste bajo el concepto de “Lawfare”, operaciones articuladas a través del poder político mediático y judicial, que tiene como fin último la persecución política e ideológica y el encarcelamiento de funcionarios que hayan pertenecido a gobiernos populares de la región. Como parte de una guerra no convencional, se valen de los medios y de la justicia para llevarlo a cabo, y los discursos de posverdad como la única evidencia.

Las tensiones de la América en disputa

Sin duda una de las prácticas recurrentes de nuestras oligarquías latinoamericanas es encontrar en «la moral» y las «buenas costumbres» las formas que demarcan las aguas entre un país «integrado al mundo» y otro que se aísla sobre la base de la justicia social y la ampliación de derechos.Sin embargo, cuando el pueblo es artífice y beneficiario de mayores niveles de igualdad ante la ley y los derechos de los muchos atentan contra los intereses de los pocos, esos pocos comienzan a sentir que la marca de su distinción les está siendo arrebatadas por la «chusma», los «grasitas», los «descamisados» o los «planeros kirchneristas».

Es decir, cuando la correlación de fuerzas favorece a los gobiernos Nacionales (con mayúsculas) y la hegemonía de la oligarquía no es total, las voces de las élites no solo tienen eco en las usinas de producción de lo real -de las cuales ellas son dueñas- sino que también hacen, construyen la realidad mediática que indica dónde golpear. Arman un frente, un bloque orquestado políticamente para deslegitimar en la «opinión pública» a esos gobiernos.

Una articulación política que se vio a lo largo de América Latina cuando los gobiernos Nacionales, parafraseando al ex presidente Lula Da Silva, se parecieron más a sus gobernados. Estamos hablando del Brasil, de Ecuador, de Venezuela, de Bolivia y la Argentina, por supuesto.
Todo lo construido y ampliado a lo largo de los últimos veinte años en materia de derechos y distribución de las riquezas fue el producto de los treinta años anteriores de lucha contra el neoliberalismo; de la maduración política de sectores del pueblo que volvieron a confiar en la política como herramienta trasformadora.

No obstante, la correlación de fuerzas cambió y la hegemonía recayó nuevamente en las clases oligárquicas autóctonas, que son dominantes hacia adentro y serviles hacia afuera. Este nuevo equilibrio de fuerzas impone al conjunto de los pueblos una receta diseñada en los EEUU, actualizada en las embajadas y ejecutada por gobiernos que hoy atienden una agenda que hace de la justicia social una suerte de dictadura de los muchos contra los intereses los pocos. Una nueva verdad que se ajusta a los que hoy mandan.

Pero vale recordar que toda verdad es siempre el reflejo de una correlación de fuerza. El problema estriba en la propiedad de quien la construye.

Sin duda los mecanismos de la propaganda se han actualizado en función de los dispositivos y técnicas del siglo XXI. La esencia, aunque la misma, cuenta ahora con la posibilidad de una recursividad permanente que no requiere más validación que la emocionalidad que genera. La llaman posverdad y se desarrolla en el orden de lo imaginario. Operaciones de prensa, operaciones de acción psicológica se actualizan al compás de las redes sociales y hacen de la sociedad pantallizada (pensemos solamente cuantas horas pasamos frente a una pantalla, sea monitor, televisión o celular; la suma nos expone a un sin fin de bombardeos mediáticos) nuestra morada ineludible.

Entonces, los sectores dominantes no tienen que hacer mucho para que una agenda se instale, basta con contar con el conjunto del sistema de medios audiovisuales que operan en cadena con un solo mensaje, orquestado también a través de radios y medios gráficos. Un solo grito atraviesa estas plataformas: «son todos corruptos». Y allí aparece la justicia que acciona los mecanismos del “lawfare”.

Su objetivo final es que nunca más los pueblos vuelvan a confiar en sus propios movimientos nacionales. Romper el vínculo fundamental entre la clase trabajadora, la pequeña burguesía y aquellos sectores de la producción que se ven oprimidos por las condiciones del país semicolonial.
La conformación de un amplio frente de salvación nacional que abarque a todos estos actores es la única salida posible a la encrucijada en que nos hallamos. Ante ese desafío, se impone una actitud abierta y humilde, que descarte cualquier atisbo de sectarismo en función de la libertad primera de la que se deducen todas las otras: la de la patria.

Dejamos a continuación fragmentos de la intervención de Rafael Correa que motivaron las lineas que precedieron

«En Ecuador, por darle voz a los humildes, oportunidad a los pobres, derechos a los trabajadores, dignidad a nuestros campesinos. Por arrancarles el poder a los que siempre habían usufructuado de él: la banca, los medios de comunicación, la partidocracia, nos granjeamos grandiosos enemigos. Y nos acusaban de polarizar el país.

«Olvidan que por la mitad de lo logrado, hace pocas décadas hubiéramos tenido una guerra civil. Nosotros lo hicimos cansándonos de ganar elecciones.»no entienden lo que se es gobernar en tiempos adversos o de enfrentar traidores, que sucumbieron ante la tentación del poder y del dinero. Está claro que la única batalla que no puede perder un revolucionario es la batalla moral. Pero un gobierno honesto, ya lo he dicho, no es el que nunca sufrió un caso de corrupción, sino aquel que nunca la tolero».

[…]

(Crìtica a la izquierda)

«No comprender ésto confunde mucho a la militancia y resta unidad y vigor a los movimientos progresistas, desmoralizandose ante el primer inconveniente. «Uy, un caso de corrupción, resulta que han sido corruptos todos» y creen los medios de comunicación. Y muchas veces otorgándoles a la opositores una razón que nunca tuvieron: «si, hoy la economía no está tan bien, si es que se equivocaron en las políticas económicas, el neoliberalismo es lo correcto».

Siempre hay que ser autocríticos, pero se trata también de tener fé en nosotros mismos, de tener convicción en lo que hacemos. Los gobiernos progresistas están bajo constante ataque. Las élites y sus medios de comunicación no nos perdonan ningún error, buscan bajarnos la moral, hacernos dudar de nuestras convicciones, propuestas y objetivos. Por ello, uno de los mayores desafíos de las izquierdas latinoamericanas es entender que toda obra trascendental va a tener errores y contradicciones, pero también, como decia San Ignacio de Loyola, es comprender que en una fortaleza asediada cualquier disidencia es traición”.

[…]

(Los medios y el caso Oderbrecht)

Pero en el encuadre, el framming, que hacen los medios de comunicación, se da que esa corrupción es por culpa del Estado que lo público, a diferencia de lo privado, es la fuente de los problemas. La realidad es, como en el caso de la empresa Oderbrecht, empresa constructora brasileña que creo toda una estructura de corrupción en doce países, la corrupción es promovida por el sector privado. En países como Alemania, como hasta hace poco, sus empresas podían deducir impuestos por pago a ilícitos en nuestros países. Así era tolerada en los países que nos quieren dar clases de moral y buenas costumbres”.

En el caso Oderbrecht, como les decía, el corrupto principal y el corruptor principal es Oderbrecht, y ahorita nadie conoce a Oderbrecht. Acuerdense que Oderbrecht auspiciaba concursos de periodismo, ayudaba al sector de las artes. Era la empresa más grande de América Latina y el ejemplo a seguir, todo el mundo quería trabajar en la empresa. Cuando yo expulso a Oderbrecht en el año 2008 no se imaginan todos los insultos de la prensa, que no soy un estadista, que soy un salvaje, que así no se trata a los inversionistas extranjeros. Ahora resulta que nadie conoce a Oderbrecht y somos todos, los que estuvimos en el gobierno, cómplices de los políticos y cómplices de Oderbrecht”.

En todo caso fue una corrupción básicamente privada, principal corrupto y corruptor, Oderbrecht. Utilizó lobbistas para coimear mandos medios que cambiaran las bases de los concursos. Pero los otros competidores no son tontos, veían como beneficiaban a Oderbrecht y Oderbrecht les daba plata a los otros competidores para que se queden callados”.
O sea el ochenta por ciento eran privado, pero ustedes escuchan que todo es problema público, estatal y la política es la que genera corrupción, no el sector privado y afan de lucro”.

[…]

(La persecusión y preso político)

«La reacción se ha profundizado y ha perdido límites y escrúpulos. Ahora tenemos el acoso y el boicot económico a Venezuela, el golpe parlamentario en Brasil y la judicialización de la política, el famoso ‘lawfare’, como lo demuestra el caso de Lula y Dilma en Brasil, Cristina en Argentina y el caso del vicepresidente Glas en Ecuador. Dicen que en Venezuela hay presos políticos. No. En Ecuador a presos políticos, el vicepresidente de la república, para asaltar la presidencia».

«Buscan una prueba contra el vicepresidente y es encarcelado con un código derogado, sin ninguna prueba contra él y dejaron absueltos a los verdaderos corruptos confesos, los funcionarios de Oderbrecht. Por que el pacto fue ‘yo no los acuso a ustedes pero ustedes destruyen al presidente con sus supuestas relaciones’. Hay un preso político en ecuador y se llama Jorge Glas Epinel».

(*) Periodista. Productor de Abramos La Boca

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