Por Gustavo Ramírez *
La multitudinaria marcha del último 29 de noviembre convocada por la Corriente Federal de Trabajadores, las dos CTA y la secretaría gremial de la CGT a cargo de Pablo Moyano, demostró que para un importante sector del sindicalismo se ha llegado a un punto de inflexión. No se trata de apuestas a futuro. Son decisiones del presente.
En el marco de esas decisiones, trascendentes para el conjunto de los trabajadores, no queda demasiado margen para el equilibrio y la especulación. Sobre todo porque en el amplio campo de la conducción dirigencial del sindicalismo nacional existe una coincidencia en el diagnóstico. Entonces ¿por qué el Triunvirato cegestista aceptó asumir el costo político y social de una negociación con el gobierno, en torno a la reforma laboral, que le ha traído más dolores de cabeza que satisfacciones? ¿Era necesario aceptar los cambios introducidos por el Ejecutivo en una reforma que a todas luces parte de una coyuntura adversa para el conjunto social?
El dialogo no siempre puede ser soporte del quehacer democrático sobre todo si el contexto no amerita más que rechazo. Éste gobierno ha increpado al sindicalismo sin interpelación alguno de los sectores sociales que los entrecruzan. Ha demostrado que sólo tiene una respuesta unilateral: Avanzar contra las organizaciones sindicales, sus dirigentes y los derechos adquiridos. ¿Es en éste marco el Movimiento Obrero quien debe expresar su tolerancia por la vigencia de un dialogo estéril a fin de cuentas? La respuestas es No. Desde diciembre del 2015 hasta la fecha la gestión de Mauricio Macri ha tomado decisiones que van en contra del bienestar de la clase trabajadora y nada hace suponer que fruto del dialogo eso vaya a cambiar. Es, para decirlo de alguna manera, infantil sostener ese argumento.
La movilización a Plaza Congreso a dejado expuesto al Triunvirato. Un Triunvirato que hasta el momento, cabe destacarlo, venía de producir hechos importantes contra el pronóstico de los agoreros de las desconfianza. Sin embargo aun con esa aval sobre su espalda, la conducción de la CGT, decidió optar por comprarse un problema. Se podría decir que quedó encerrado en el laberinto que le impuso el gobierno. Claro que es válido pensar que esta dirigencia no es una dirigencia inexperta. Así que es poco probable que se hayan vistos sorprendidos. Fue una mala jugada, tal vez demasiado mala.
Si bien desde adentro de la Confederación General del Trabajo no se azuza al fantasma de la ruptura, el contorno denota tensión. Pablo Moyano ha dado muestra de que la organicidad y la vertilicalidad son válidas en la medida que no constituyan un costo político y social demasiado caro. De la misma manera que evidenció que el recambió generacional comenzó a gestarse. No es una desprendimiento aislado de un elemento aislado es la expresión inconformista en contra de una conducción que no ha podido consolidar resultados efectivos y certeros contra un gobierno que no cesa de atacar al sindicalismo, al peronismo y los trabajadores.
Sería una lectura errónea que algunos dirigentes traten de minimizar lo ocurrido este último 29 de noviembre, encuadrándolo simplemente en expresiones sectoriales. Sobre todo porque las 300 mil personas movilizadas no expresan una sola línea interna. El palco de ese miércoles no representó un porción díscola y fragmentada del movimiento sindical. Fue un palco heterogéneo y sin embargo concreto y sólido donde se insistió en la unidad y en no bajar las banderas de Perón y Evita. Y ese palco fue también el palco de la CGT. Porque no era solamente Pablo Moyano el que lo expresaba, lo manifestó la Corriente y cada uno de los sindicatos que sintió la necesidad de expresar su rechazo a un acuerdo que no lo representó nunca.
El Triunvirato no ha jugado sus mejores cartas y deja un plano inclinado cargado de interrogantes. Por otro lado, las fuerzas sindicales concentradas en ésta última movilización comienzan a gestar un canal de interpelación para la organizaciones que no se sienten contenidas por la conducción de la CGT. Una construcción que se da de abajo hacia arriba y que contempla las expresiones versátiles del Movimiento Sindical. Sobre todo porque integra a las regionales del interior del país. De ese andamiaje emergen con fuerza liderazgos que aglutinan decisiones políticas más que voluntades. Nombres que representan a hombres fuertes por sus actitudes y convicciones.
Si los triunviros se pierden en su propio laberinto extraviarán el rumbo que reclama la expresión popular. No se trata simplemente de abandonar de la mesa de negociación, sin embargo tampoco esta gestión empresarial en el gobierno no amerita que dicha dirigencia sindical haga un culto de un dialogo infructuoso. Por que le gobierno continúa con su estrategia de destrato a los gremios. Pueden dar testimonio los sindicatos Aeronáuticos, el Caucho, los portuarios de Rosario, el SOMU, los metalúrgicos del interior. La lista es larga. Es un momento de inflexión. Hasta el Papa Francisco ha dado cuenta de ello. Si el Triunvirato no avizora la salida del laberinto se extraviará en su propia interpretación.
* Palabra Sindical / LSM / RG