Por Gabriel Fernández *
Se sabe: cuando se arma el tole tole no hay quien lo detenga. Pero en el mientras tanto, concurren numerosos factores. Uno de ellos es la interpretación de los hechos a través de los medios de comunicación. A diferencia de lo que suponen muchos, no resulta determinante; pero inclina, genera climas, fuerza explicaciones y posiciona sectores.
De allí que pertrecharse en la lucha interpretativa resulte útil. Sobre todo porque quienes informamos y analizamos desde el Pueblo y desde el Sur tenemos estima por la realidad: la intención no es conducir hacia conclusiones equívocas sino facilitar el entendimiento de procesos y relaciones de fuerza realmente existentes.
Bien. Un parámetro inicial a considerar es la elección en provincia de Buenos Aires, sin otorgarle una luz cegadora. Es probable que la Unidad Ciudadana, con Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza, se imponga en la contienda electoral. Empero, es pertinente morigerar el optimismo porque, debido a la división de la matriz del sufragio, puede vencer sin arrasar.
Cuál es entonces la clave: el análisis deberá considerar la trascendencia de una victoria alcanzada tras las más intensas campañas difamatorias que se recuerden en la historia, sólo comparables a las padecidas por Juan Domingo Perón en los años posteriores al golpe de Estado de 1955. Y a partir de allí, la canalización de un rechazo social profundo al plan económico vigente.
A partir de esa mirada es posible gatillar un disparo de nieve sobre el macrismo si la lectura de los escrutinios nacionales resulta aguda. En el resto de los distritos, con excepciones y con todas las variantes que se quiera, no hay candidatos que nucleen con tanta energía el voto contrastante. Y ahí es preciso desgranar la mezquindad y situarse en una región mental equilibrada.
¿De qué hablamos? Básicamente, que Unidad Ciudadana, en algunos casos Frente para la Victoria, Partido Justicialista, Cumplir y Frente Renovador encarnan en su conjunto la condena popular al gobierno oligárquico y a su acción económico social. La interpretación no es antojadiza: se asienta en dos elementos centrales a la hora de valuar los comicios y sus resultados.
En todos esos espacios los candidatos han coincidido en durísimos cuestionamientos al oficialismo; pero además, la composición del voto tiene equivalencias contundentes. Es decir, estamos habilitados por la emisión discursiva dirigencial y por la base de sustentación de sus listas para aseverar que una zona mayoritaria de la sociedad argentina repudia al gobierno.
La opción cerrada puede beneficiar la lectura que los grandes medios intentarán efectuar el día después. Si alguna de esas vertientes estima que es la “única” que encarna oposición, dejará librada en la pugna analítica la decisión del resto de los votantes y facilitará a los voceros de la banda delictiva gubernamental arriar voluntades ajenas.
Así, los grupos comunicacionales concentrados hablarán –citando a peronistas y kirchneristas- de una “opinión pública dividida” y hasta esbozarán “respaldos indirectos” para un macrismo que está generando un malestar social creciente y movilizado. Resulta bueno precaverse para no caer en esa maniobra y terminar lanzándose el tiro en cuestión sobre los tres dedos del pie que pueden concretar un buen gol en mitad de mandato.
Seguimos. No es la única prevención. Es preciso también cuidarse de la presión que se suscita, desde las 15 horas aproximadamente, a través de las bocas de urna. En el 2015, se recordará, el PRO Cambiemos ganaba por nueve puntos a esa hora; por seis en el cierre de la votación. En la madrugada, se comprendió que su triunfo rozaba un punto de diferencia.
El impacto fue fortísimo: el grueso de la sociedad se retiró a dormir pensando que la victoria liberal resultaba abultada, cuando la distancia era ínfima. Hasta el día de hoy, los pistoleros que orienta el poder financiero gobiernan con la intensidad que les deparó aquél golpe propagandístico, muy por encima de su hegemonía cultural real.
Y esto no termina allí. Los guarismos de Córdoba, Santa Fe y el Sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el comicio anterior resultaron poco creíbles. Admitiendo que en las tres regiones el PRO Cambiemos lograra la victoria, quedó la incomprobable sensación de un perfil eminentemente liberal conservador en poblaciones mucho más partidas de lo que indicó el resultado.
Allí existen varios factores a tomar en cuenta. Si por un lado la acción de los fiscales necesita ser perspicaz y eficiente, por otro las cabezas de lista no se pueden retirar a descansar a las 21 horas admitiendo cualquier cifra lanzada al aire por la empresa privada encargada de los cómputos y expandida como verdad por los grandes medios.
Los amarillos, con todas las cámaras a su favor, danzarán y celebrarán cualquiera sea el resultado real. Buscarán volver a dar la imagen de triunfo y a su través, de ratificación popular a sus políticas. Se intentará posicionar a Elisa Carrió, desde la Capital, como vencedora nacional en un ideograma sin razón pero emocionalmente abrumador.
La responsabilidad de las dirigencias nacional populares tendrá que estar a la altura de la importancia de la contienda; deberán ensanchar sus hombros y aclarar la voz a la hora de realizar consideraciones sobre las tendencias en la noche del domingo. El que quiere celeste que le cueste: nadie es candidato contra su voluntad.
Así las cosas, esperamos que se evalúen estas observaciones. El pueblo trabajador, con sus organizaciones sindicales y sociales, se ha movilizado contra el plan económico y sus secuelas desde el primer mes de la gestión bandida. Existe derecho a reclamar que semejante esfuerzo colectivo no se pierda en las brumas de una maniobra mediática previsible.
(*) Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal