Por Lucas Molinari (*)
Al comienzo del macrismo muchos referentes del campo nacional ratificaron el pleno respeto de la «gobernabilidad». Uno de los argumentos era que cuando hay estallidos los muertos son «siempre parte del pueblo». Otro planteo es que el «juego democrático» permite ganarle al gobierno en las urnas.
Sin embargo se va confirmando que sea cual sea el resultado de octubre este gobierno va a avanzar con todo. Profundizar el desguace de Aerolíneas, YPF. Un ajuste que será cada vez más brutal. La vuelta, quizá con otro nombre, de las AFJP, el endeudamiento con el FMI como gendarme.
¿Cristina puede frenar esto? ¿En el Senado podrá la ex-presidenta parar la negociación de cada gobernador con el poder central? ¿En Diputados se lograrán mayorías para poner límite a tanta destrucción?
Lo cierto es que Macri vetó la emergencia laboral y no hubo un sólo decreto rechazado en el Parlamento en este año y medio. Sólo el de los jueces de la Corte, cuyos pliegos fueron luego votados sin objeción alguna.
Ahora bien. Pensando en las votaciones que hubo en 2016, el “acuerdo buitre” fue sancionado sin una presencia callejera que meta presión. Hubo organizaciones que estaban mirando otro juego. O el de la negociación con la actual gestión. O la coyuntura de la persecución judicial contra Cristina.
Sin embargo, esa tarde de marzo de 2016 en la que se abrió el camino de la vuelta al coloniaje, sólo hubo algunos miles de militantes presentes.
La gobernabilidad entonces se plantea como el discurso de lo “políticamente correcto” en un proceso de destrucción comparable al de 1955.
Sobran por estos tiempos los diagnósticos de este avance depredador. Docentes, médicos, trabajadores despedidos, cooperativas buscando subsistir, comedores comunitarios resolviendo el hambre.
Vale la pena mirar la región donde en Brasil, con una legitimidad por el piso, se mantiene a Temer por un acuerdo de la clase política, judicial y el establishment. A la vez hay un movimiento popular que se muestra muy activo no sólo en ver cómo tumbar al actual gobierno golpista, sino también en “lo que vendrá”. Porque si Lula es presidente nuevamente, ¿podrá repetir la misma estrategia de alianza con los sectores que luego echaron a Dilma?
Sería un gobierno de poca duración. Porque las condiciones internacionales han cambiado para América Latina. Los commodities no tienen el mismo precio. Es decir que lo que había antes para repartir sin romper el modelo económico de concentración, no parece que vaya a estar.
Porque la crisis capitalista implica la destrucción del Estado. Donde las multinacionales y la banca internacional buscan determinar sin mediaciones la explotación de los trabajadores y los recursos nacionales de un país.
Por todo esto, hoy en Brasil es crucial el protagonismo del MST – Movimiento Sin Tierra, para que la “Reforma Agraria” sea programática en la llegada al gobierno de Lula.
Y en Argentina, con la rica historia que dejó el primer gobierno de Perón, con los programas del movimiento obrero… hay material para discutir un proyecto de país. Y sin sonrojarse dar cuenta que el kirchnerismo no avanzó en ejes claves para romper con el modelo neoliberal implantado en 1976. El ejemplo clásico es el del la ley de entidades financieras. Pero podemos sumarle la no convocatoria a una constituyente para una nueva Constitución. La falta de una política soberana en nuestros mares: no se recuperó la flota mercante.
Y podríamos seguir con un listado que no busca criticar negativamente al mejor gobierno después del de Juan Perón. Sino invitar a la reflexión crítica.
Porque quienes antes frenaban la profundización del modelo nacional y popular, por disciplinamiento o comodidad, son los que hoy hablan de respetar las instituciones. Y si se sigue hablando de gobernabilidad, sin duda se garantiza la consolidación de una “plutocracia” y una Argentina dependiente.
En cambio para que haya democracia va a ser fundamental el rol de las organizaciones libres del pueblo. Entre ellas el movimiento obrero organizado. En los mejores dirigentes sindicales, sociales y políticos, radica la victoria popular.
Que sin lugar a dudas tiene como primera tarea que este gobierno termine cuanto antes. Y si no se va porque las condiciones objetivas ni subjetivas de nuestra gente lo permiten, que deje de avanzar.
Las elecciones son importantes, pero no lo son todo. El manejo de la caja central, con un alto nivel de endeudamiento, disciplina. Como en su momento también pasó bajo el gobierno de Néstor y Cristina. Porque los Urtubey no son nuevos en la política. Son la clase política que gobierna para la oligarquía local y se acomoda en cada etapa.
Plutocracia o Democracia. Una contradicción que atraviesa el mundo. Pueblo o Corporaciones podemos también sintetizar.
Es menester para quien acuerde con este planteo, que pueda direccionar la acción organizativa en la unidad básica, el sindicato o centro cultural. En los que se “eleve” el nivel de discusión. Se olviden las chicanas entre compañeros y se pueda construir en función de un gran frente nacional.
Donde puede haber “aliados de camino” y “aliados de destino”, pero donde prime un “programa”.
Por último, aprender del enemigo. Lejos de ser moderado o analizar las “relaciones de fuerza”, el macrismo avanza con todo. Claro que con la omnipotencia del capital. Aprender que si las condiciones no se gestan, es imposible transformar.
Por eso hacia delante debatir un “proyecto nacional” implica sin lugar a duda quebrar el actual modelo económico de dependencia y avanzar hacia la liberación nacional y social.
(*) Periodista de Radio Gráfica, conductor de «Punto de Partida».